El Premio Zamora del pasado año ha sido casi indiscutible pese haber recibido críticas en varios momentos de la campaña. Solo su lesión de rodilla le apartó de una titularidad a la que su suplente no supo adaptarse

Punto y final a la temporada del Real Valladolid que tendrá que esperar al próximo curso para intentar culminar su ascenso a Primera. Con el término de un año rocambolesco afloran de nuevo los “porqués”, los “se pudo hacer más” y los “qué pasará con algunos jugadores”.
El balance recupera comentarios sobre ciertos nombres destacados que han sido protagonistas en la temporada del club castellano, ya sea por sus apariciones salvadoras, como por algún que otro desliz que les ha puesto en el punto de mira. En el caso de la portería, Isaac Becerra y Pau Torres fueron los citados a defender la portería blanquivioleta y, pese a que su misión era la misma, su camino estos meses ha seguido líneas distintas. Este es un repaso a su temporada.
Isaac Becerra llegó al Real Valladolid en el verano del 2016 como un nuevo y reluciente tornillo a encajar en la renovada maquinaria vallisoletana. Procedente del Girona FC, el catalán venia de lograr el Premio Zamora que hablaba de él como uno de los grandes cancerberos de la categoría. Un buen cartel y que llevaba con responsabilidad, pues el portero ya sabía lo que era luchar por subir a la máxima división, así que los planes del Real Valladolid no parecían intimidarle demasiado.
Recibía la titularidad y el deber de repeler las ofensivas rivales, convertir su portería en un muro infranqueable y la misión de al menos repetir el nivel de su última campaña. De esta forma, Paco Herrera depositó en el su confianza e Isaac comenzó una travesía que finalmente ha trazado un rumbo de altibajos, similar al de la trayectoria de su equipo.
El numero trece empezó bien, de acuerdo con las expectativas previstas, y alcanzando incluso la etiqueta de protagonista en las dos primeras victorias del vestuario. Sin embargo, la mala racha que experimentó el Pucela a partir de la segunda semana de septiembre destapó las dudas sobre su capacidad. Por aquel entonces el conjunto vallisoletano se enfrentaba a la “maldición” de las cinco derrotas consecutivas. Volvieron los fantasmas del pasado y aumentó la inseguridad en el cancerbero barcelonés.
Pese a que en esta etapa oscura muchos partidos se perdieron por falta de madurez e integridad defensiva, en encuentros como ante el UCAM Murcia el cancerbero estuvo fallón, cuando una mala salida suya acabó por traducirse en un gol de los visitantes.
Se le exigía una mayor confianza en el área pequeña y solidez en las acciones de balón parado. Sonaron las críticas y el murmullo, que en oídos de Becerra acabaron por convertirse en un zumbido incesante, tanto que hasta su entrenador tuvo que calmarle en ocasiones por haberse mostrado intolerante con sus detractores.De hecho, fue el carácter indómito del guardameta lo que empeoró su situación personal e hizo que su resurgir tardara más de la cuenta. Porque su rabia no solo afloraba al jalear a su hinchada en demanda de apoyo, sino también cuando los reproches revolotearon sobre su figura.
Otros errores en la primera parte del año como en la visita al Nuevo Arcángel, en el duelo ante Córdoba, le retornaron al ojo del huracán. En ese encuentro, una salida a destiempo le costó al Valladolid un tanto rival y la posterior perdida de dos puntos, aunque esta vez el pecado fue menos doloroso pues el equipo ya empezaba a sumar puntos con regularidad.
No obstante, algunas voces comenzaron a vislumbrar la posibilidad de dar entrada a su compañero, Pau Torres, el exportero del Alavés que venía de un año difícil, sin apenas minutos, pero en el que había mamado de ese futbol de enorme calidad realizado por los vitorianos.
Con todo, Becerra se mantuvo en el once y poco a poco empezó a recuperar las buenas sensaciones, llegando a las navidades cada vez más entonado. Sus números le secundaban y él lo recordaba: “Tengo unas estadísticas similares a las del año pasado”, aseguraba a principios de diciembre.
Sus palabras eran ciertas y finiquitada la primera vuelta había firmado un ratio de goles encajados del 0’86, o lo que es lo mismo, menos de un gol por partido. Revalidaba así su título de ‘Míster portería a cero’ y daba esperanzas para el resto de jornadas.
Pero como si de un mal de ojo se tratase, en la última jornada antes del parón de invierno, frente al Cádiz CF, el guardián de los palos del Zorrilla tuvo que retirarse de los terrenos de juego, aquejado de una tendinitis rotuliana.

Llegaba la hora de Pau Torres, el que ya asomó la cabeza cuando su socio se tambaleaba y aprovechaba ahora su lesión para demostrar su valía. Sus únicas apariciones hasta ese momento se habían reducido a los partidos de Copa del Rey donde había sido incapaz de escuchar el pitido final sin antes haber recogido el balón de las redes. Aun así, en dichos choques se mostró correcto.
Con Becerra en la enfermería, Torres tuvo que afrontar su nuevo papel, uno que, bien por tener escasa duración o por no haberlo aprovechado al máximo, presentó débil protagonismo. Once goles recibidos en nueve partidos de Segunda División son los datos que deja tras de sí, siendo uno de los jugadores con menos minutos de la plantilla.
Los fallos ante el Girona, encuentro en el que se anotó en propia en una jugada catastrófica y la goleada sufrida ante el Levante fueron sus peores encuentros. Después de este último regresaría al banco con la sensación de que no había convencido a su afición pese a haber aprobado su examen personal.
Así las cosas, Becerra retornó al equipo titular en Alcorcón para proteger ya hasta el final los tres palos del Pucela. A partir de entonces su progresión fue en aumento y su gran momento de forma solo se disimuló en las fatídicas citas de Sevilla y Miranda.
Tras su reaparición el Real Valladolid únicamente perdió tres partidos: ante el Nástic, Reus y el anteriormente citado filial sevillista. Además, el portero realizó una de sus mejores actuaciones ante el Almería, marcando el inicio del revivir vallisoletano. En la visita del Getafe al estadio José Zorrilla recibió el aplauso de la grada local, lo que evidenciaba una reconciliación con un público que le había seguido muy de cerca desde el inicio.
De igual manera, fueron tres los partidos en la segunda vuelta en los que el catalán dejó el marcador a cero, mucho menos que en la primera etapa, cuando lo hizo hasta en diez ocasiones. Pero al margen de los números, lo que más alegraba al cuerpo técnico era su magnífico nivel, que hacían ver el play-off un poco más cerca, destino que finalmente no pudo alcanzarse.
Concluido el curso, Isaac Becerra cierra la temporada con 36 goles recibidos por 34 partidos disputados, lo que se traduce en un ratio de 1,12 y más de tres mil minutos sobre el césped. Por tanto, luces y sombras en la travesía de Isaac Becerra, que empezó trémulo y acabó consolidado.Algo más tímidos los pasos de Pau, que se enfundo los guantes de la titularidad para sustituir a su dolorido compinche, pero no tuvo el suficiente peso como para crear debate en la portería.
Dos catalanes, dos porteros que venían a un equipo nuevo, atraídos por sus planes y que han visto como en la categoría de plata la competencia es máxima y de no estar a pleno rendimiento la posición bien puede cambiar en cuestión de segundos. Becerra apenas cedió tiempo, mas ese genio ‘macarra’ que le caracteriza acabó afectándole en demasía, justo lo contrario que a Torres, que de habérsele pegado un poco la rebeldía de su compañero podría haber avivado un debate que se zanjó rápido.
