El Real Valladolid apuesta por fortalecer la dirección deportiva con la confección de un área al que espera dotar de un mayor capital humano

Considerado como el mejor director deportivo del mundo, Monchi, antiguo jefe de Miguel Ángel Gómez, tejió durante años una red de colaboradores que potenció al Sevilla, una entidad que a su llegada al cargo tenía al primer equipo en Segunda División y que abandonó con este elevando a los cielos títulos y con el principal de la cantera, el filial, ocupando un sitio en la LFP.
Su éxito, importante y fuera de toda duda, se considera precursor de un modelo que, sin embargo, no ha sido exclusivo del club de Nervión. Probablemente allí obtuvieran los mayores réditos deportivos y pecuniarios, ya que además de los trofeos no hay que olvidar las no pocas ventas millonarias realizadas en los últimos años, que han dado un vuelco a la situación económica gracias a la importante revalorización y venta de muchos activos.
No obstante, no solo el Sevilla ha apostado en la élite por una dirección deportiva fuerte, sino que otros han invertido en un área que ahora el Real Valladolid refuerza. Sin estar en lo más alto, como la mayoría, porque cuanto más arriba más fácil es concebir esta partida como inversión y no como gasto. Convencido de que con este modus operandi vivirá mejor a medio o largo plazo.
Ni la afirmación ni el pensamiento son baladí. En un contexto de estrecheces económicas, reforzar esta parcela puede suponer en el corto plazo dejar de poder contar con algún jugador determinado, y asumir esto (por lo menos en teoría) es dejar de pensar solamente en el resultado. Es, entre otras muchas cosas, pensar en optimizar el trabajo evaluando potenciales y progresiones, tanto de lo que hay como de lo que puede firmarse.
En realidad esta última línea de pensamiento ya estaba instaurada, como se pudo ver en la temporada pasada con fichajes como los de Luismi, Sergio Marcos o Iban Salvador o la apuesta decidida por jugadores como Apa, Miguel o Mayoral. Independientemente de cómo se produjera la salida de la antigua dirección deportiva, Carlos Suárez evaluó y definió como buena la labor desarrollada el pasado curso y vio que aquella calma que ‘vendió’ hace un año es el camino correcto y el que se debe seguir.
Y aunque el fútbol no es una ciencia, o no por lo menos exacta, en tanto en cuanto cuenta con factores como el caos, la decisión de fortalecer esta parcela parece acertada por algo que un club humilde como el Real Valladolid debe hacer siempre: diferenciarse. Dado que la economía es de guerra, el Real Valladolid tiene la necesidad de significarse en otras cuestiones como pueden ser la potenciación de futbolistas en sus últimas etapas de desarrollo o por la exploración y explotación de determinados mercados.
Si bien lo primero es habitual en muchos equipos, que deciden completarse o complementarse con jugadores formados por exponer a otros de la casa a un mayor nivel competitivo, lo segundo parece menos habitual, aunque también sucede. Así, en tiempos de Monchi el Sevilla hizo no pocas incursiones en el mercado francés y en el brasileño, igual que en fechas recientes el Celta ha apostado por el danés y el balcánico o el Eibar por uno más próximo como el de la Segunda División, donde ha pescado diversas piezas de valor.
Volviendo al primer aspecto, que sea ya casi norma en el entorno no implica que la cantera deba dejarse de lado, y menos después del crecimiento que ha experimentado en los últimos años. Más bien al contrario; en el afán de revalorizar el club, la detección, la captación y el desarrollo de jóvenes valores es clave, puesto que es otra manera de anticiparse a una exigencia económica elevada.
De hecho, puede/debe ser otro rasgo diferenciador, puesto que puede ser una manera de atraer o preservar el talento, que el futbolista (o entrenador) con potencial entienda que en Valladolid se apuesta por él. Incluso haciéndolo existirá el riesgo de que decida partir en dirección a otro equipo, pero el factor azar, el espectro de lo incontrolable, siempre se puede reducir.
Y para eso han llegado Gómez y sus –por ahora– dos colaboradores. Para ganar músculo en un modesto gimnasio que debe crecer con ellos; para, a su manera, poner en valor a un Real Valladolid que está obligado a explorar vías alejadas del resultadismo (o no solo resultadistas) para reverdecer los laureles históricos a pesar del actual contexto de estrecheces económicas.
