Jordi Masip recala en el Real Valladolid con la mochila llena de títulos pero sin haber jugado casi nada en los últimos tres años
El caso de Jordi Masip es el uno de todos esos que se ajustan al tópico de la duda entre la cola del león y la cabeza del ratón. Y a tenor de lo visto con el estampado de su firma por el Real Valladolid hasta junio de 2020, se ha decantado por lo segundo después de ser lo primero durante los últimos tres años.
Durante ese periodo de tiempo ha ejercido como tercer portero del FC Barcelona; o lo que es lo mismo, ha estado sometido a un ostracismo dorado, en el que festejó varios títulos pero sin disfrutarlos realmente sobre el tapiz, pues solamente jugó cuatro partidos en ese lapso temporal.
Y un jugador lo que quiere hacer es jugar; ejercer su profesión. Por eso, se supone, se ha decantado por el Real Valladolid, por ser cabeza de ratón… si es que Becerra le deja. Tiene a su favor condiciones y capacidad, pero en contra el hecho de que su competidor por la plaza ha actuado en un buen número de ocasiones durante estos tres cursos, aunque fuera en un contexto competitivo inferior.
Así, se prevé una competencia importante, de esas que se dice que nutren y enriquecen a cualquier equipo, a pesar de que no siempre es así, porque no siempre es sano o adecuado tener a dos futbolistas a priori tan igualados. La decisión de la dirección deportiva está fundamentada y razonada –quiere poner las mejores herramientas al servicio de su técnico– pero el equilibrio es fundamental y en el pasado no siempre lo hubo.
No obstante, Luis César, como responsable y garante del vestuario, ha de velar porque las cosas funcionen como es su deseo y el de todos. Riesgos aparte, no hay ningún tipo de duda de que, pese a las estrecheces económicas, al menos a priori, el Real Valladolid contará con una de las mejores parejas de porteros del campeonato.
Volviendo a la cara nueva, es inevitable pensar que Masip garantizará hambre y elevará el nivel de la posición, sobre todo si se tiene en cuenta de que su perfil se aproxima más que el de Pau Torres y que el del propio Isaac Becerra al tipo de juego que parece que Sampedro desea desarrollar, uno en el que el portero cobra especial relevancia por su manejo con los pies.
Criado y forjado en Can Barça, del exazulgrana cabe esperar un dominio importante de la fase primera del juego, tanto cuando este inicia con el balón parado –en acciones como pueden ser saques de puerta– como en el desarrollo dinámico de la acción –el propio juego–, lo que lleva a detectar una primera diferencia con el Becerra ya visto en Pucela, y es que, si se quiere que sea parte de la creación, siquiera como apoyo, deberá vivir fuera del área más que lo que acostumbró el pasado curso su rival por la titularidad.
Posiblemente el que fuera Zamora de Segunda actuase de esa manera debido al menor requerimiento de Herrera de participar en la jugada, si bien va en su propia condición el partir de una posición más retrasada y menos implicada cuando su equipo es el poseedor.
En cambio, sí ejerció como corrector cuando la defensa jugaba adelantada, para deshacer intentonas a las espaldas de sus zagueros. Ese riesgo se deduce que se recuperará con respecto al tramo final de la pasada campaña: el ansia de protagonismo lleva la línea defensiva lejos del área e implica que el guardameta deba extremar su atención. Masip, que ‘vive’ fuera sus dominios, habituado a ser ‘portero-líbero’ por obligación, sabe desempeñar ese rol.
Será así, más si cabe, porque, aunque aquello parezca (y esté) alejado en el tiempo, en sus inicios fue jugador de campo y no fue hasta los doce años cuando se puso por primera vez debajo de los palos. Con los años, en esa posición ha hecho carrera y se ha destacado también como un meta con buenos reflejos y que se desenvuelve bien en el uno contra uno, aunque, debido a su falta de centímetros (180) sufre en los balones por alto.
Masip en una balanza
El ‘ADN Barça’ jugará a su favor si, como parece bastante claro, Luis César opta por una salida de balón depurada desde atrás, ya que domina ese lenguaje y está capacitado para ser uno de los vértices de los triángulos combinativos. Por derivación de su formación y de su trayectoria se deduce un alto porcentaje de acierto en el pase, una correcta lectura del juego y un buen desempeño en corto.
Por el contrario, tendrá en contra la inactividad que arrastra de estas tres temporadas, incluso a sabiendas, por el mero hecho de que haya fichado, que se considera que no la acusará. Aunque el aprendizaje haya sido máximo en estos tres años, que haya disputado tan solo cuatro partidos tiene ciertos riesgos, que deberá suplir con su experiencia en un contexto de alta competición y en la propia categoría, en la que disputó 76 encuentros antes de dar el salto al primer equipo del Barcelona.
En la élite, bien lo sabe él, nadie regala nada, por lo que deberá ser él mismo quien se garantice los minutos que necesita con constancia y trabajo. Por estilo, moderno, como se suele decir, encaja. El tiempo dirá si la balanza se desequilibra del lado de los condicionantes favorables y si de verdad es cabeza de ratón o, también en Valladolid, simple cola.