El Reino fue de la locura, y no de León, y vivió un empate a cuatro con todo tipo de alternativas y más goles que juego

Mucho se ha escrito sobre la locura. Lo han hecho tanto escritores como autores de canciones mil. Melendi se decía loco, borracho, perdido, tan enamorado de ti y de mis vicios. La Sonrisa de Julia afirmaba que me has vuelto loco y reconocía que decirte que me ha encantado es poco. Lorna te lo gritaba y te conminaba a hacer el amor tú y yo en este mundo loco. Pancho Céspedes decía que la loca era la vida, como culpando a los demás de lo que a uno le pasa. Y así podría seguir uno hasta la saciedad.
Rubén de la Barrera y Luis César podrán culpar al empedrado, como hacía el cubano (aunque, analíticos, difícilmente lo hagan). Así son los derbis, podría decir el poco ávido de razones. Así es el caos. Que es justo, afirmaba Heath Ledger en su oscarizado papel a título póstumo. No le faltaría razón en este caso: entre tanta enajenación lo suyo era un empate en el Reino de la locura, de la esquizofrenia, que no de León.
Sería la Cultural la primera en gobernar, gracias al talento de Emi, el jugador del partido, y a su fieles escuderos Yeray y Señé. Lo hizo por impulsos, por intenso, por hambriento; por todo aquello que quieran menos por la pizarra.
Se desordenaban, pero lo hacían impetuosos, y así fue cómo provocarían el cortocircuito blanquivioleta. Para colmo de males, a los diez minutos el Real Valladolid pecó de blando en la salida de balón, recuperó la ‘Cultu’, Señé la puso y Guitián hizo en propia el uno a cero. No había pasado demasiado tiempo más cuando el colegiado señaló penalti en un pisotón de Antoñito fuera. Rodri fue el encargado de disparar pero Masip detuvo a mano cambiada una pena máxima que podría haber supuesto un problema severo.
Fue la forma en la que el Pucela despertó, a base de tortas. Fue a más en el último cuarto de hora de la primera mitad y Mata empató desde los once metros, tras buscar él mismo la infracción dentro del área. La igualada fue el resultado reflejado por el marcador al descanso, si bien la sensación era de superioridad leonesa. Solo su torpeza atrás y el paradón de Masip impidieron que el electrónico lo reflejase.
Nada más arrancar el segundo periodo Yeray volvió a poner por delante a los locales después de otro error grave de la defensa. El portero tuvo que rifarla en la salida, Míchel ni la controló ni siguió al recuperador, su marca tras pérdida, y una rápida combinación terminó con el disparo del centrocampista a la jaula, en un tanto de bella factura. Otra vez tocaba levantarse tras un mal inicio.
Y el Real Valladolid lo hizo después de que la Cultural devolviera el regalo. La defensa culturalista se quedó mirando al tendido en un saque de esquina que Óscar Plano, recién incorporado, puso en segunda instancia al corazón del área pequeña, donde Guitián, completamente solo, volvió a empatar. Fue el preludio de los mejores momentos del Pucela, que en diez minutos marcaría otros dos goles, el primero en un penalti sobre Mata que Hervías, el asistente en esa acción, disparó a la red, y el segundo del propio Mata, que ganó el cuero con el cuerpo, se fue de Palatsí y golpeó a las mallas.
Pero ni por esas, con el dos a cuatro, parecía que los de Luis César estuvieran controlando (cierto es, tampoco lo hacía la Cultural). La tarde seguía rara, desapacible, tonta, caótica. Y en instantes así, normalmente el talento prevalece, y lo hizo. Vaya si lo hizo. Emi Buendía condujo con maestría y la puso para que entre Rodri y Guitián hicieran el tercero al alimón, en una cadena de esos desastres en los que, como suele decirse, se juntan el hambre con las ganas de comer.
Señé no quería quedarse atrás en medio de la exhibición de su compañero y marcó el cuarto a falta de poco más de cinco minutos para el final. ¿Ver para creer? ¿Somos Valladolid? This is Pucela? Díganlo como quieran, pero lo cierto es que era lo justo, ya que la Cultural había sido un igual. Si no se le puede considerar mejor es por sus regalos. Y si no ganó fue porque Masip, con otro paradón, lo impidió.
Los tópicos televisivos o radiofónicos invitan a pensar que los entrenadores no darán por bueno el empate, no tanto por el reparto de puntos en sí como por cómo se dio. El aficionado, tras ver ocho goles, quizá agradezca partidos así, aunque lo cierto es que hubo muchos más tantos que fútbol. De este, solo destellos ya comentados de alguno de los locales o de Pablo Hervías o Mata, quien continúa en un gran estado de forma y lleva ya cuatro goles.
