Miguel Rivera, nuevo entrenador del Real Valladolid B, llega a Los Anexos con más de 450 partidos en Segunda B

La hoja de servicios de Miguel Rivera, nuevo entrenador del Real Valladolid Promesas, es bastante extensa pese a no ser excesivamente mayor. A sus 55 años –cumplirá 56 en mayo del año próximo– ha dirigido nada menos que quince temporadas en Segunda B, en diez clubes distintos.
Muchas cosas ha vivido desde su primera estancia en los banquillos en la categoría, en el Cartagonova, allá por el curso 2002/03. Es, por tanto, un veterano de guerra que tratará de arreglar el desaguisado del filial, como lo hizo precisamente entonces, cuando llegó más tarde, en la jornada dieciséis, con el mismo objetivo de la salvación. Y lo logró.
No en vano, esa fue su misión otras dos veces, en el Écija y en el Almería B, a los que también consiguió mantener. Aunque parece algo pronto para recurrir a ello, su bagaje habla de un ‘apagafuegos’ profesional al que no siempre que empezó un proyecto le fue tan bien, puesto que en el pasado fue destituido de otros equipos como el Granada 74 (terminó descendiendo), el Leganés o el Linares, su último equipo, al que tenía en mitad de tabla y que sin él acabó bajando.
No obstante, y como se ha deslizado, no es su primera experiencia en una estructura de este tipo, en un filial. En el anterior en el que estuvo, el del Almería, entre 2013 y 2016 vivió alegrías y penas. Así, en la campaña 2014/15 saboreó las mieles de un play-off a Segunda del que solo les apeó el Guadalajara… de su predecesor, Carlos Salvachúa, y de su nuevo jugador Javi Pérez, a quien también tuvo a sus órdenes en el conjunto andaluz. Al curso siguiente, y tras encadenar diez jornadas seguidas perdiendo, fue despedido, tras un breve paso por el primer equipo, como interino, puesto que ya había tenido que desempeñar la temporada anterior.
En suma, acumula nada menos que 451 partidos en Segunda B, contando aquella promoción, con un curioso equilibrio, pese a los ceses, que seguramente permitiría que el Promesas salvara la categoría, una de las razones por las que se ha producido el cambio en el banquillo. Así, en cifras redondas, ha cosechado un 36% de victorias (159), un 33% de empates (147) y un 31% de derrotas (141).
Mucho trabajo por delante
Con todo, el técnico andaluz tiene mucho trabajo por delante con una plantilla con potencial pero que parece sin alma. El ensamblaje de las piezas por parte de Salvachúa no fue el adecuado, y por ahí debe empezar, por buscar, en la medida que esté en su mano, acoplar de mejor manera un vestuario que ha sufrido muchísimos cambios este pasado verano.
Para empezar, debe quitar el sambenito de ‘sobreros’ a determinados jugadores, algo que ha enrarecido el ambiente hasta unos límites insospechados, más aún cuando son veteranos en el equipo. Precisamente, como la veteranía es un grado, debería tratar de suplir la falta de adaptación de algunas de las piezas al entramado o al contexto comenzando por lo conocido, pues lo contrario fue otra de las razones que llevaron al fracaso de Carlos Pérez.
Al contrario que él, no debe querer morir con una idea y, como hace dos temporadas hizo Borja Jiménez, deberá buscar hacer que el equipo sea compacto antes que alegre, puesto que si bien la formación es una prioridad, no debe dejarse de lado la competición, que hoy habla de un Promesas pobre y hundido en la tabla con un punto de quince posibles.
Asimismo, deberá potenciar las cualidades de sus jugadores sin estridencias y tendrá que ser consciente de que debe generar determinados contextos para el rendimiento de algunos. Pensar en un plantel igual y en un planteamiento igualitario y pedir a determinados futbolistas conductas que le son ajenas ha provocado que el rendimiento sea bajo, por lo que ha de cuidar esta cuestión.
Dichos así, estos objetivos podrían parecer incluso ajenos a la realidad de lo que es un equipo. Sin embargo, en las primeras fechas, o incluso antes, se han detectado tanto estos como otros problemas –algunos de carácter interno– a los que Carlos Salvachúa fue incapaz de poner coto, ensimismado en ciertos planteamientos o apuestas sin éxito. En la cintura que tenga Miguel Rivera estará seguramente la clave (o una de ellas) de su futuro, pues condiciones su equipo tiene.
