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El castigador esta vez fue el Pucela

por Jesús Domínguez
16 de diciembre de 2017

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El Real Valladolid gana fácil aunque sin brillo a un Lorca con mejores ideas que aplicación de conceptos 

 

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Mata y Toni celebran el segundo gol

El Real Valladolid esta temporada está demasiado acostumbrado a ser paganini. Ante no pocos rivales hizo las suficientes cosas bien como para obtener un botín mayor que el obtenido. Ante el Lorca CF le pasó todo lo contrario: aprovechó los errores del rival con más rotundidad que juego; no sufrió, pero tampoco brilló. No en vano, hizo lo que debía, que era ganar, viniendo de donde venía.

Desde el inicio la mala racha reciente condicionó a los de Luis César, que se taparon más las vergüenzas que otras veces. Así, hubo demasiados pases de seguridad, tantos que la escasa afición se aburrió por momentos sobremanera, pero no estaba la tarde para otra cosa. La frialdad era de todos, en la grada y en el campo. Y así, frío, fue el inicio, hasta que el Lorca avisó y calentó el ambiente, ya que el respetable respondió con pitos al centro de Merentiel que se paseó por delante de la puerta de Masip.

Aquello fue el despertador, tarde pero a tiempo, pues por lo menos esta vez el equipo despertó sin la necesidad de encajar. No se levantó sobresaltado, pero tampoco de golpe y con energías; no se vino arriba como si de fondo sonara ‘I’m walking on sunshine’ y fuera el protagonista del típico anuncio de cereales del desayuno, pero sí obligó Plano a una buena parada de Dorronsoro cuando remató un buen centro desde la banda de Hervías.

El Lorca esperaba replegadito en un bloque medio con las líneas juntas que propiciaba, como esas precauciones de los locales, que el ritmo fuerte bajo. Los espacios eran pocos porque también era escaso el movimiento de ruptura. Tan solo Toni se movía lo que podía –poco– entre las dos líneas de atrás, intentando romper una monotonía que quebró de manera abrupta con un tanto un tanto inesperado por cómo se produjo. El Real Valladolid botó un córner, los lorquinos lo despejaron y mientras salían, Masip pegó un pelotazo que cogió a la zaga desprevenida y a Borja descolgado. El medio, que había subido a rematar la pelota parada, definió bien delante de Dorronsoro y puso el uno a cero.

Amainó aquello los ánimos, despejó la presión como si fuera un balón llovido al área en el noventa, aunque los vallisoletanos nunca se desataron, jamás rompieron a jugar. Tuvieron, eso sí, alguna intentona en el rato final previo al descanso, tímidas todas, en las que el Lorca dio muestras de su falta de ánimo (o de calidad), que le impedía convertir sus ideas decentes en una buena aplicación de conceptos.

En todo caso, y como el Pucela no estaba siendo firme últimamente, hubo algunos nervios en cada aproximación lorquina previa al dos a cero. Si hace unas semanas el Numancia había podido levantar dos goles, ¿por qué no iba el Lorca a levantar solo uno? Dejando a un lado que los de Arrasate son más equipo que los de Curro Torres (no se dice aquí, eso dice la tabla), los propios jugadores de Luis César se cargaron de razones. Empezando por una menor concesión de espacios al rival, concretada con características en el juego como la menor altura de los laterales, sobre todo la de un Moyano que en la segunda parte no subió (no debía) ni las escaleras, así como de los extremos, que se cerraron dibujando un 4-4-2 bastante alejado de la portería lorquina, y más a raíz del gol de Mata.

El pichichi vio puerta tras un pase profundo y escorado de Hervías ante el que no se dejó llevar. Corrió para cazarlo y se zafó de Dorronsoro cerca de la cal allí donde otro (quién sabe si él mismo en otro momento) se habría tirado buscando el penalti. Sorteado el meta, hizo otro quiebro, a los defensas, previo al remate a la red, que agitó enloquecido al ver la victoria más cerca.

Tan blandito fue el rival que casi ni se le puede llamar enemigo. Antes amenazó tímidamente con romper el partido, pero el Pucela no le compró el órdago. Y poco después de recibir el segundo fue tierno en la concesión de un penalti sobre Hervías que el mismo extremo materializó. Ahora ya sí, el triunfo no se iba a escapar. Nunca pudo ni pareció que fuera a hacerlo, pero el tercero fue el sello en el sobre, la firma en el acta. Así, lo que quedó fue lo que sobra pa’l caldo, pero ni siquiera casquería: Borja e Iban Salvador estuvieron templados –el gallego hasta pudo volver a marcar en su segunda gran arrancada– y el Lorca por carecer careció hasta de mala leche (mejor).

El Real Valladolid le castigó con un triunfo contundente en una tarde plácida pero fría, la última del año. Porque lo que queda es una noche que se prevé más fría aún, la del martes contra el Real Zaragoza, contra quien los de Luis César Sampedro deberán sacudirse el polvo que les queda con una segunda victoria seguida tan necesaria como la conseguida este sábado, que acaba con la racha de tres derrotas consecutivas.

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