El Real Valladolid obtiene el primer triunfo de la temporada tras remontar el gol inicial de Postigo y cuajar una gran actuación

Tenía que llegar ya, y lo hizo. La primera victoria de la temporada llegó al fin después de una gran actuación del Real Valladolid, otra en la que el resultado se le quedó corto, como en casi las cinco jornadas anteriores. Como pasa a menudo, en la vida como en el fútbol, la justicia se hizo a partir no de la necesidad, sino de la virtud.
De las virtudes, más bien dicho. Porque a excepción de la acción que provocó el gol de Postigo, la defensa estuvo de nuevo a un nivel alto; si el Levante inquietó algo más la puerta de Masip –que realizó un par de paradas muy buenas– fue porque así es la Primera División, porque no hay rival sin calidad, y jugadores como Morales, Roger o Borja Mayoral tienen mucha. Mientras, con el cuero, por momentos el juego fue espléndido, el doble pivote que formaron Alcaraz y Míchel se impuso al más defensivo de los granotas en parte gracias al fútbol de Toni y de Óscar Plano, tan capaces de fijar y encarar por fuera como de aparecer líquidos por dentro.
La ambición se tornó en mucho volumen de juego y una producción creciente de ocasiones. Así, en el primer cuarto de hora hubo varias tímidas finalizaciones que advertían a Oier de que iba a tener faena. Quizá, con todo, la oportunidad más clara la tuvo Morales por partida doble, después de que Cop se topara con el cancerbero. Tras varios centros al área que no dieron con un rematador o un disparo diáfanos, sobre todo uno de Moyano y alguno de Toni, muy activo en la primera mitad, el croata encontró puerta, pero estaba en fuera de juego antes del remate, después de que Toni filtrara un pase genial en la frontal como culmen a una jugada colectiva de calidad.
El tanto habría sido justo, ya que el dominio fue creciente y la amenaza sobre la portería rival mayor por parte de los blanquivioletas. El juego fue bueno, vertical solo falto de una pizca de contundencia, justo la que habría determinado la ventaja en el marcador. Y el Levante, aunque sin descomponerse, seguramente se sabría inferior, porque lo era.
No obstante, golpeó primero y muy rápido en la reanudación. En un saque de esquina, Postigo remató solo en dos ocasiones, acabando la segunda en gol, válido por más protestas que hubieran por una posible falta previa a Calero por parte de Borja Mayoral. Pudo serlo o no, pero lo que sí existió fue la sensación de que otra vez una jugada aislada costaba el verse por debajo sin ser menos que el rival. Al contrario.
Pero, como en Vigo, el Pucela se levantó, y lo hizo con gran presteza. En un abrir y cerrar de ojos se plantó en el campo rival y Toni puso un centro desde la izquierda que remató Enes Ünal y, por si las moscas, remachó Duje Cop en la línea de gol. Como si haber encajado hubiera espoleado a los vallisoletanos, fueron con determinación a por el segundo, que llegaría seis minutos después, tan solo nueve después del cero a uno.
La pizarra funcionó gracias a una genialidad de esas que hacen honor a la frase atribuida a Picasso; a Nacho la inspiración le pilló trabajando en lo ensayado previamente. Míchel botó un saque de esquina, hubo un arrastre en la frontal que liberó –más aún– la zona y a la altura del segundo palo le cayó el balón al lateral, que sin dejarlo caer soltó una volea mágica que volteó el resultado.
El Real Valladolid se terminó de liberar con el ‘nachazo’ y siempre buscó el tercero. El ritmo alto no decreció en ningún momento porque nadie lo quería. Los blanquivioletas querían dar a su afición una alegría incluso mayor y los levantinistas dieron un paso adelante incluso en inferioridad, porque poco antes del dos a uno Vukcevic fue expulsado, algo que no se notó en el último arreón.
Las lesiones de Plano y Moyano y las molestias de Nacho seguramente influyeron en que el desgaste hiciera mella y que, sin llegar a sufrir, puesto que el Levante no generó excesivo peligro, pese a intentarlo, hubiera una pequeña sensación de agobio. Después de hacer tantas cosas, que se fueran dos puntos habría sido algo más duro si cabe que lo sucedido ante el Alavés. Por suerte no fue así.
La primera victoria es una liberación que impulsa unos puestos más arriba a un equipo que podría haber alcanzado los seis puntos antes si no fuera porque el fútbol va de goles, y no de méritos. No obstante, valida y confirma lo idóneo del camino emprendido, que la humildad no es enemiga de la competitividad y que competir no es solo incomodad, sino –evidentemente– también ganar, y hacerlo es posible. Al Villarreal también, por qué no soñar.
 
			