‘El Mastín Napoletano’ marcó dos golazos marca de la casa en la primera mitad para dar lustre a un buen Real Valladolid en casa del RCD Mallorca, que acortó distancias en la segunda

Al Real Valladolid no hay quien le pare. Con su victoria sobre el RCD Mallorca en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey alcanzó su séptimo partido consecutivo sin perder y a demostrar que la humildad presupuestaria nada tiene que ver con la pobreza deportiva: incluso a pesar de las muchas rotaciones acometidas por Sergio González el equipo rindió a buen nivel.
Solo Moyano repitió en el once que saltó de inicio al césped de Zorrilla contra el Espanyol. Con él, dos jugadores del Promesas, Kuki Zalazar y Miguel, varios debutantes como Yoel, Joaquín y Moi y un Daniele Verde que demostró que vuole la Coppa, cuando no, volver a ser titularidad en el Bernabéu. El atacante italiano marcó dos golazos en la primera mitad marca de la casa con los que presentó su candidatura a ser de la partida el sábado incluso cuando se diluyó.
El apagón, que tuvo parado el juego durante cerca de veinte minutos cuando apenas habían transcurrido cien segundos, no sirvió para parar el vendaval partenopeo. ‘El Mastín Napoletano’ fue el estilete y el único peligro claro de la primera parte en las áreas, porque si bien Miguel mostró voluntad, su incidencia se ciñó a un disparo forzado a las manos del portero, mientras que el cuadro mallorquinista ni siquiera lo intentó; solamente un centro que detuvo Yoel en dos tiempos se pudo considerar acercamiento.
Apático, el conjunto de Vicente Moreno se vio a merced de un buen Real Valladolid, quizá poco profundo, pero sin la necesidad de serlo en demasía, puesto que el primer ‘verdazo’ llegó tan pronto que favoreció el dominio del esférico, total, absoluto y fluido. Fue a los ocho minutos, para finalizar una jugada en cuyos inicios estuvo Verde, que abrió a banda y que le volvió a caer. Desde tres cuartos de campo pegó una ‘folha seca’ cuyo efecto se antojó imparable para Parera.
Fue a partir de entonces cuando los blanquivioletas se asentaron y se hicieron protagonistas a través del cuero, sin desordenarse, con paciencia y con tino. El reloj corrió inexorable sin que sucediera apenas nada, hasta que, superada la media hora, Verde lanzó un contragolpe en el sector derecho y, tras hacerse con un bonito taconazo de su par, se plantó en la frontal del área. Y allí, con la potencia que acostumbra, pero también con colocación, golpeó a la escuadra con otro zurdazo.
Sin perder ni su personalidad ni la humildad intrínseca a ella, la posesión del Real Valladolid no se vio alterada hasta el segundo periodo, en el que poco a poco el Mallorca fue creciendo. Adelantó líneas, elevó la presión y a partir de ahí mejoró, aunque sin llegar nunca a mandar del todo, pues cuando lo hizo Sergio movió sus piezas, incomodó su salida desde atrás y volvió a igualar la balanza, con un ligero desequilibrio a favor del Pucela.
Para entonces Buenacasa ya había aprovechado el centro de Baba desde la derecha para poner el uno a dos con un testarazo. Ese ánimo, que en casa algún blanquivioleta pudo interpretar como el preludio del empate, se terminó cuando la entrada del inédito Guitián permitió adelantar líneas a Anuar. La tendencia de incrementar el nivel de amenaza fue mayor si cabe cuando Leo Suárez entró en busca de la transición definitiva, que pudo ser un cuatro para tres anulado por un fuera de juego que no pareció.
Borja, Anuar y Miguel rozaron la sentencia, principalmente el ceutí, que se encontró con un paradón abajo de Parera. No pudo ser, no en este partido, pero la puntilla a la eliminatoria la seguirán buscando los de Sergio González en el Puente de la Constitución, ya en Zorrilla. Y si juegan con la honestidad que lo hicieron en Son Moix, la pondrán.
