Yarima y Charle marcan al final frente al Pozuelo y otorgan a las naranjas su octava victoria seguida

Pocas alegrías hay en el mundo más sinceras, más de verdad, que las reflejadas en un abrazo de gol. Y el CD Parquesol, con timidez fingida, acostumbra a guardarlos para el final. Lo volvió a hacer contra el Pozuelo, sabedor de que demorados saben mejor. Como si dijera a su racha “ven aquí, tonta”, cuando parecía darse la vuelta e ir a dejar al tanto –y a su afición– con el solo sabor de una buena actuación; que la suya lo era, incluso sin gol, incluso pese a lo poco lucido.
Porque el CD Parquesol tardó en brillar, en parte, sobre todo, por lo que afeó el partido el Pozuelo de Alarcón. Las madrileñas emplearon un tipo de juego poco vistoso pero amenazante y que sirvió para desnaturalizar a las naranjas, que no encontraron apenas líneas de pase durante toda la primera mitad.
Inseguras en primera fase, sabedoras de que ante la velocidad de Carla y Ampi un error sería fatal, no estuvieron cómodas a fuerza de extremar cautelas. Junto a ello, el conjunto verdiblanco intentó que se jugara más desde lo físico y menos desde lo técnico, más en campo contrario que en el propio, y que cualquier cadena de pases fuera en campo rival fueran propios o ajenos.
Alejó el balón de Ninos y durante el primer tiempo le salió bien, puesto que desnaturalizó a las parquesolinas en ataque y consiguió que, con el paso de los minutos, estas apenas se acercasen a su puerta. Si bien Yarima y Ali generaron cierto peligro en el primer cuarto de hora, este fue cada vez más disperso en el tiempo, pues el poco criterio naranja salía de las botas de una Sandra desubicada.
Por contra, y después de otra intentona de Ali que se marchó desviada, Ampi estuvo cerca de marcar el cero a uno en una jugada más al espacio en la que salvó la salida de Lucía pero en la que apareció Rivas para evitar el tanto casi bajo palos. De otro de esos envíos largos al espacio, aunque más escorado, llegó otra amenaza, esta vez de Carla, que se escoró demasiado y se topó con Lucía.
Aunque la sensación no era de inquietud, al descanso sí que se podía hablar de un Parquesol afeado por su ‘antisistema’, porque eso fue el Pozuelo; se fue metiendo en su mitad de terreno a base de intensidad, de ganar disputas, de llevarse segundas jugadas y de imponerse en cada lanzamiento directo también del rival, inseguro como no suele con la circulación. Donde otros equipos se encierran, el madrileño salió respondón. Y casi le sale bien.
Para su desgracia, apareció Charle.

Andrés Montes tenía razón
Durante ese espeso primer tiempo, el balón y el Parquesol extrañaron a Marta Charle. Rubén Jiménez tenía clara la ficha a introducir en el tablero y tiró pronto de ella, como cuando uno juega una partida de rol y sabe que si las cosas se ponen duras debe utilizar la carta de la maga soriana.
Como diría José María García, terminó siendo la niña en el bautizo y la novia en la boda (por suerte no la muerta en el entierro); a pesar de la lesión que le evitó ser titular, desde su primer contacto con el cuero las cosas comenzaron a cambiar y poco a poco el campo se fue desequilibrando hacia la puerta contraria.
Aunque si homenajeó a alguien (papá aparte), fue a Andrés Montes, quien se habría puesto las botas narrando su exhibición. Al poco de integrarse al juego, dibujó una ruleta genial que habría provocado en él una onomatopeya de asombro y admiración –brbrbrbrbrbrbr-, y de su recuperación en campo rival y sus aperturas precisas a banda habría provenido el calificativo de ‘¡jugona!’.
Este último se habría escuchado en el inicio de la conducción que terminaría impactando en el colegiado, en el eslalon con el que se escurrió entre defensoras. Aunque el Pozuelo recuperó el cuero, apenas le duró, como en toda la segunda parte, y otra vez llegó a ‘Charle Potter’, que con su varita dirigió el balón hacia la derecha, donde Yarima estiraba el campo.
Sin pensárselo dos veces, la extremo madrileña, instrumento percutor en cada partido, soltó una folha seca desde la frontal que si bien Ninos tocó, terminó acariciando las mallas tras asustar a las arañas que empezaban a tejer en la escuadra. Corría el minuto 85 y el Parquesol estaba destinado a hacerlo de nuevo. El ‘yarigolazo’ hacía justicia al tesón de un equipo abocado a ampliar la racha.
Pero faltaba el gol de la tranquilidad, obra de Charle cuando el reloj marcaba el noventa. Fue marca de la casa, con una carrera veloz en la que se desasió fácilmente de su marcadora y que definiría en dos tiempos antes del ‘¡ratatatatatata!’ que Andrés Montes utilizaba para cantar los triples y con el que más de un relator narra los goles en Argentina, donde nadie los narra mejor.
Y en los metros que recorrió hasta terminar en los brazos de su padre, Charle dio la razón al genio aquel cuando afirmaba que todos los jugones sonríen igual. Gracias a ella, y a su sonrisa, el Parquesol encontró las llaves (¡Jiménez!) de su octava victoria consecutiva, el quinto en toda la temporada materializado en los últimos diez minutos. Y después se fundió en un abrazo, el de quien tiene algo que celebrar desde las alturas, desde la tercera posición que las naranjas siguen ostentando, ahora, con cinco puntos sobre sus dos perseguidores: sus dos últimas víctimas.
CD Parquesol: Lucía; Carla, Rivas, Maka (Noe, min. 75), Iria; Barbi; Paulita Román (Charle, min 56), Nata, Sandra (Alicia Fernández, min. 92), Yarima; y Ali (Alicia Rey, min. 91).
CF Pozuelo: Ninos, Contre (Lau, min. 59), Laura Bustos, Esther, Muñoz, Carlota (Chanti, min. 69), Ali (Costi, min. 69), Yuste, Sol (Tami, min. 59), Ampi y Carla.
Goles: 1-0, min. 85: Yarima. 2-0, min. 90: Charle.
Árbitro: Francisco Rivera García, asistido en las bandas por Ricardo López Lavín y Cristian Fernández Margarida. Amonestó a la visitante Ampi.
