El técnico naranja, exultante e incrédulo tras una nueva victoria, alaba el trabajo de su centrocampista y reconoce que era “impensable” hablar de esta racha a principio de temporada

Tras unos minutos pellizcándose, Rubén Jiménez analizó la novena victoria consecutiva del Parquesol con extrema felicidad después de la lucha de las suyas y, a la vez, con tremendo asombro por volver a consumarse en el último minuto. “Estamos que no nos lo creemos. Esta racha era impensable cuando perdimos con el Alhóndiga”, admitió.
Sin embargo, es cierto que las naranjas este domingo sufrieron en exceso después de fallar un lote de ocasiones, algunas imperdonables. “Preocupa que de diez acciones claras no marquemos ninguna, porque en los entrenamientos no ocurre”, señaló, aunque reconoce que la presión no es la misma que en un partido en el que “es urgente marcar”.
Esto lo achaca a que el equipo “no tiene una delantera definidora”, pese a que también toma como positivo el hecho de que se repartan los goles. “Tenemos futbolistas muy buenas en lo suyo, pero no una que sea totalmente segura a la hora de definir”, añadió.
Aun así, Ali Carranza se reencontró con un gol que adelantó al equipo, pero que no le dio tranquilidad. Al contrario, porque a partir de entonces el Parquesol cayó en un “exceso de confianza”. “Es todo un tema mental porque, en realidad, el Rayo B no nos creaba excesivo peligro”, agregó Rubén, que advirtió de que “la cabeza siempre tiene que estar por delante de la clasificación”.
Quien tuvo la mentalidad en plenas condiciones fue Barbi, que recuperó su versión más acertada. “Se ha visto la importancia que tiene en el equipo. Siempre sabe dónde tiene que estar, tiene una madurez deportiva y táctica al alcance de muy pocas”, explicó.
Será imprescindible que mantenga su nivel para la última jornada de la primera vuelta, dentro de quince días ante el Atlético de Madrid B, donde el Parquesol se disputará acabar 2018 en segunda posición. “Vamos a ir a ganar, con la seguridad de que un empate nos mantiene segundas“, afirmó un Rubén Jiménez que espera que su equipo no se tenga que despertar del sueño “con un tortazo”.
