El futbolista venezolano debutó en Segunda con Paco Herrera durante un paso decepcionante de dos años por el Real Valladolid. Sigue muy tranquilo, militando en el Portland Timbers de los Estados Unidos

Hace ya algún tiempo, cuando la economía del Real Valladolid era de guerra, la dirección deportiva de Braulio Vázquez trató de adelantarse a la posible aparición rutilante en el panorama nacional de dos jugadores con marchamo, si no de estrellas, sí de miembros destacados de una nueva generación de su país. Uno de ellos, Mikel Villanueva, jamás llevó a vestir la zamarra blanquivioleta; se adelantó el Málaga.
El otro fue hasta presentado. Pero es que antes de eso fue observado en directo, un hecho casi inaudito en la época. No había un chavo para la observación, pero para allí que se fue Domingo Catoira, a Venezuela a ver al chico –entre otros–, al que ya habían visto varias veces en vídeo. Renzo Zambrano, que así se llama el muchacho, fue anunciado hace casi cinco años como un joven valor que, además, contaba con el aval de Juan Mata sénior, padre del futbolista y actual representante de Salisu.
Lo de que nada más llegar lo hiciera acompañado de sus representantes y vestido con una camiseta naranja con el nombre de la agencia –que fue la primera que anunció el acuerdo con Deportivo Lara–, así como con el logo de Pepsi en el corazón, ya daba que pensar, más por el modelito que por la compañía, porque lo de hacerse tantas fotos es como si esto fuera Disneyland y bueno, no.
Mediocentro calidoso, le gustaba jugar ‘de cinco’, aunque, dijo, podía jugar en otros puestos. Donde quisiera el ‘profe’, confirmó. “Gracias a Dios tengo facilidad para jugar en varias posiciones. Me gusta jugar en mediocampo; defensivo, ofensivo, puedo jugar por derecha o izquierda… donde me necesiten y me vean trataré de dar lo mejor de mí. De mediapunta también puedo desempeñarme”, afirmó.
Lo cierto es que luego se vio que, de defensivo, nada. Era ligero y sin un gran despliegue, más bien técnico, por lo que debía jugar a cobijo de otro jugador, al menos. Del resto de sus palabras iniciales tuvo mayor peso lo de ir “muy tranquilo” que lo de intentar adaptarse rápido, porque así era, un jugador tranquilo, circunstancia que tenía más contraindicaciones que beneficios.
Mi pana tuvo un primer curso de adaptación (lo normal) en el que fue muy utilizado en el filial y nada en el primer equipo; disputó 2.660 minutos en Segunda B (el cuarto jugador que más), a pesar de que su lenta aclimatación hizo que en enero se recurriera a Jorge Juliá para dotar de empaque al plantel de Borja Jiménez. Arriba, bastante tuvieron con salvar la papeleta de un posible descenso después del paso de Garitano, de Portugal y Alberto.
En su segunda temporada sí tuvo la oportunidad de debutar con el primer plantel, confirmándose como la apuesta de los técnicos a pesar de que unos problemas físicos le fueron mermando. Así, jugó tres partidos con Paco Herrera, dos en Liga y uno en Copa del Rey –efectivamente, Paco Herrera fue el mismo que no veía a Toni Villa y, sin embargo, dio la titularidad a Zambrano en la primera jornada–. También fue internacional, valiéndose del cambio de guardia en la ‘vinotinto’.
Pese a estas vías de potenciación, lo cierto es que en el Promesas de Albés no acabó de rendir, Anuar y Rai formaron una pareja de ensueño gracias a la cual el ceutí dio el salto y fueron asomando otros talentos mientras el venezolano seguía al ralentí. “El debut con Venezuela solo es el principio”, auguró él mismo después de sus primeras buenas actuaciones, pero allí donde debía ganarse el salto no lo hizo y otros como Jose Arnaiz, como el citado Anuar o Toni –Cultural mediante– le adelantaron por la derecha.
Después de dos años en los que no cumplió las expectativas, se marchó al Portland Timbers en agosto de 2017, dispuesto a enrolarse en su segundo equipo, militante en la segunda liga de los Estados Unidos de América. Y por allí sigue mi pana; no volvió a jugar con Venezuela ni ha terminado de romper. Su perfil de Transfermarkt arroja que se estrenó en 2017, que jugó mucho en 2018 y menos en 2019, en la MLS. Todavía muy tranquilo, a sus ya veinticinco años, espera allí que el fútbol vuelva cuando pase todo esto del coronavirus. Mientras, seguro, echa de menos al bueno de Paco Herrera.
