La Liga se reanuda tras la interrupción por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Lo hace con la disputa de la 28ª jornada que enfrentará al CD Leganés con el Real Valladolid

Foto: LaLiga
Cuando este sábado a las 19:30 horas comience a rodar el balón sobre el césped de Butarque, será difícil tomar conciencia de que, en ese instante, en ese lugar, en ese maravilloso juego de once contra once, solo hay fútbol y nada más que fútbol. Para los que escucharon durante estos últimos meses eso de “se puede vivir sin dar patadas a un balón” –no es objeto de estas líneas contradecir a quien no profesa ese amor por la pelota o a quien no mira con ansias al fin de semana para que llegue el “partidito” de turno, maridado con reuniones en torno a la sala de estar o, si acaso, enturbiado–con un riña o un cabreo repentino cuando tu equipo se lleva el chasco de la jornada.
De hecho, si algo ha podido comprobarse en este largo y frustrante parón, por llamarlo de alguna manera, es que, efectivamente, se puede vivir sin fútbol. La paradoja, sin embargo, reside en el hecho de que es posible vivir sin futbol, pero a su vez no es posible vivir sin él. Porque todo aquel que haya llorado, reído o gritado con el “partidito” de turno sabe de lo que es capaz algo tan mundano como el deporte balompédico. En efecto, las risas, los lloros y el griterío no impiden seguir viviendo, pero suprimirlos resta buena parte de nuestra esencia. De ahí la paradoja, llámese fútbol o llamase de cualquier forma.
Quizá sea por esto la razón por la que el encuentro entre el Leganés y el Real Valladolid sea una forma de volver a empezar. Resultará complejo abstraerse del entorno, de los partidos simulados, de los entrenamientos con mascarilla, de los campos vacíos y de la reactivación de una competición que ha programado un calendario frenético para las próximas semanas. Aun así, y pese a la advertencia de un Leganés que ya ha dicho que “sin afición no es lo mismo” (lo secundamos), el pitido inicial servirá para alejarse, al menos durante un tiempo, de un mundo exterior que asusta.
Lo que está claro es que el cruce es de notada importancia, pues se miden dos equipos sumidos en plena lucha por la permanencia. Por un lado, el Leganés, que afronta el choque desde la penúltima posición y con el peor registro anotador (21) de toda la Liga. Por otro, el Real Valladolid, cuatro puestos por encima de su rival y situado en una especie de limbo donde ni se aproxima en exceso a la zona roja, ni tiene un colchón como para estar cómodo. Estos últimos, con Sergio González a los mandos, se entrenaron al completo desde principios de semana y las sesiones matinales se caracterizaron por un alto ritmo con asistencia puntual de varios canteranos, de los que solo uno, Samu Pérez, va convocado en el lugar de Caro, junto los otros veintidós de Sergio.
Los madrileños, por su parte, parece que mantendrán su bloque de garantías orquestado en la medular por Roque Mesa, Rubén Pérez y Eraso. Destacan otros jugadores como Bustinza o Omeruo, imprescindibles en el esquema pepinero, y el guardameta Cuéllar, que a buen seguro traerá el picante al estadio, dada su conocida rivalidad con los blanquivioletas. Asimismo, en el Pucela, se espera protagonismo de Salisu, al que siguen rondando rumores sobre una posible salida a final de temporada, de Óscar Plano, que ha renovado recientemente con la entidad vallisoletana, y de Ben Arfa, que ha sorprendido en los últimos ejercicios por mostrar un gran estado de forma.
La principal duda está en si la pausa en la competición se habrá traducido en una merma física y en una bajada del rendimiento. Los riesgos de lesión son evidentes, por lo que se prevé haya rotaciones a lo largo de los noventa minutos. Además, las nuevas normas de seguridad y sobre el uso de los vestuarios dibujan un escenario atípico, y es difícil saber en qué medida afectará la situación a nivel anímico y de concentración de los jugadores. Los locales, eso sí, cuentan con la motivación de alargar su buena línea de victorias en sus enfrentamientos con el Real Valladolid: ambos se han enfrentado en nueve ocasiones en partido oficial desde 2014 y el balance es de seis triunfos para los blanquiazules, dos empates y una única victoria blanquivioleta.
Con todo, y a la espera de nuevos homenajes que se sumen a iniciativas tan bonitas como el minuto de silencio en los campos anexos al José Zorrilla el día del regreso a los entrenamientos o la camiseta del Leganés en agradecimiento a los sanitarios, el fútbol regresará a Butarque después de mucho tiempo en estado de congelación. Esta jornada, una parte de nosotros, volverá a gozar de esos minutos de asueto que proporciona el cuero sobre el verde, donde muchas veces se observa el valor de las pequeñas (grandes) cosas.
 
			