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Una final… en octubre

por Jacobo Herrero
24 de octubre de 2020
Real Valladolid Alavés

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Real Valladolid y Alavés se miden este domingo en un partido vital para sus necesidades y que puede condicionar el futuro de ambas escuadras


Sergio
Sergio || Foto: Real Valladolid

Quién iba a decir hace semanas que al Real Valladolid le esperaría, este domingo, a las 14:00 horas, y en pleno mes de octubre, la primera de cuantas finales le queden por venir de aquí a los próximos meses. ¿Y el Alavés? Pues un poco parecido, porque a sendos conjuntos les acusa el mismo mal desde el inicio de curso y es el no haber podido transmitir la sensación de que su juego tiene el nivel como para mantenerse en Primera. Los de Sergio, eso sí, añaden otro plus a estos conatos de crisis o crisis sin más, en función de lo optimista que sea cada uno. Y es que los de Pisuerga siguen con el casillero de victorias con un tristísimo ‘rosco’, si se permite el coloquialismo. Es decir, que aún no han conseguido la victoria.

La semana, aderezada ya con competiciones europeas, ha sido compleja para los dos equipos, aunque de nuevo los vallisoletanos se llevan la palma en este duelo de catastróficas desdichas. Por Valladolid todavía pesa y mucho lo ocurrido en el último encuentro ante el Huesca, que lo tuvo de todo, desde un inicio soñado, que se encarriló con dos goles a favor, pasando por una segunda parte nefanda, hasta llegar a la “maldición de los ex”. Buenas tardes, mi nombre es Sandro y vengo para lo que ustedes ya saben. ¡Hombre!, adelante. El Pucela ya es experta en este tipo de avatares. Total, que el gozo en un pozo y Sergio en el punto de mira, si bien Miguel Ángel Gómez ha salido al paso para rebajar la fricción. “Plena confianza”, “recuérdese lo que hizo este hombre”. Y oye, razón no le falta, pero los datos son los datos. Así que volvemos a lo mismo: final… en octubre.

El Alavés, por su parte, viene de perder ante un Elche que definitivamente ha activado el modo imparable (de Segunda a puestos europeos) y se sitúa en unos deshonrosos puestos de descenso a razón de cuatro míseros puntos que exigen un cambio en sus planteamientos. Los de Machín, que cuentan con una plantilla nada desdeñable gracias a nombres como Pina, Joselu o Lucas Pérez, parece que solo se motivan cuando tienen en frente a sus vecinos cercanos, tales como el Athletic o la Real Sociedad, encuentros donde los blanquiazules sí estuvieron a la altura.

El resto de partidos han dejado un sabor de boca amargo que algunos futbolistas babazorros han tratado de endulzar en los últimos días. Para Laguardia, de hecho, la situación es algo así como un mal sueño o una digestión pesada que más que preocupante es transitoria. Lo que pasa es que no ha entrado el balón, dice. El eterno mal del fútbol, vaya.

En lo que respecta a las bajas, hay quien por Pucela está adelantando la carta de los Reyes Magos clamando la vuelta de un Kiko Olivas cuya ausencia se está notando más de lo esperado. El refrán de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” se ha acabado personificando en la figura del zaguero de Antequera. ¡Maldita rodilla! ¡A buena hora te rompiste! Y en Zorrilla que si sana sana sin prisas, a ver si vamos a recaer, y el igual con otras dos sesiones de fisioterapia logramos que vuelva antes. Todo sea que los nuevos se acaben adaptando, más muchos miran la línea defensiva del año pasado como un crío nostálgico contempla su álbum de cromos. Javi Sánchez, por cierto, también anda por la enfermería, en principio, hasta inicios de noviembre.

En el Alavés, Pere Pons se erige como la ausencia más importante y su fractura en el segundo metatarsiano del pie derecho le tendrá alejado un tiempo de los terrenos de juego. Por lo demás, Machín viaja a la meseta con la plantilla en plenas condiciones a la espera de afrontar su particular final (en octubre) y con la obligación de aumentar el registro de goles a favor. Junto al Celta, los de Mendizorroza son el cuadro que menos ha visto portería, únicamente en tres ocasiones, siendo además uno de los vestuarios que más tantos encaja (8). Las cuentas están claras. Hay algo que falla.

Así las cosas, el enfrentamiento del domingo, con la comida de por medio, se presenta como un choque de necesidades que puede aliviar tremendamente a uno y hundir al otro, salvedad de que se produzca un empate que dejaría a ambos en iguales circunstancias. Lo que ocurra puede generar un terremoto de dimensiones aún desconocidas, hasta el punto de condicionar el turrón navideño, que todavía está lejano. En cualquier caso, son solo especulaciones. Y no sientan presión, queridos. Al fin y al cabo, esto es solo una final… en octubre.

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