Solo un año después de la aparición de Ansu Fati, la llegada de Pedri inunda de ilusiones y esperanzas el juego ofensivo del equipo azulgrana. Una de las grandes perlas del momento, que no solo ha podido mostrar su calidad en el Barça, sino también en la selección absoluta

Tegueste se dibuja en el valle del macizo de Anaga como una mancha colorida en medio del negro suelo de Tenerife. Esa nota de color, entre los blancos de los muros y los naranjas de los tejados, contrastan con el color volcánico que baña casi a plenitud esta isla de las Canarias. Casi de la misma forma, surgiría contrastante la calidad de un muchacho nacido en esa nota de color tinerfeña. Pedro González López, más conocido como Pedri, nació en esa localidad en el año 2002. Apenas dieciocho años de puro talento canario que se suma hoy a los más grandes nombres de figuras incipientes en el fútbol actual.
Osado en el regate, dominante en el pase, inteligente en la posición, Pedri se desenvuelve con pies de niño y con cabeza de veterano en el campo. Su paso de Las Palmas al Barça apenas ha sido traumático para este muchacho que con el balón en juego se olvida de su edad. A las órdenes de Koeman ha encontrado su sitio en un Barcelona que a principio de temporada parecía sumido en la máxima de las depresiones y que poco a poco ha ido despertando el hambre. Hoy, finalistas de Copa del Rey y aún en la disputa de LaLiga, parece que Pedri tiene mucho que ver en ese cambio de ánimo.
Si Koeman le ha servido para aterrizar, su contacto con Messi directamente le ha hecho volver a despegar. El entendimiento de estos dos jugadores traspasa lo habitual, pero nos vuelve a convencer de que el talento se entiende con el talento. Pedri no solo ha destacado, sino que ha potenciado lo que tenía alrededor. Su capacidad para sumarse en cualquier zona del ataque y convertirse en el receptor del balón cuando las cosas pintan mal, recuerdan en ocasiones a las piernas y a la cabeza de otros mitos recientes que parecieron dejar el mediocampo culé algo huérfano de elegancia.
La ligereza de Pedri es un engaño para los ojos que miran fútbol. Y un regalo. En esta nueva evolución del balompié, en la que el físico gana metros a favor del mayor tejido táctico para el desarrollo del juego, Pedri aparece y desaparece para desarbolar todas las teorías. Su aparente endeblez se cruza con una capacidad innata para jugar con el balón y su capacidad para deshacerse con sutileza de quien aspira a robárselo. Su calidad no entiende de kilogramos de peso ni de centímetros de altura. Es el producto que refuerza la idea de que, en este deporte, lo que te hace diferente es el cerebro.
Hoy, ya pieza indispensable en los planes de Koeman y su Barça, Pedri ya suma también como figura en la selección española de Luis Enrique, que lo ha probado en los partidos de clasificación para el Mundial de Catar 2022 en el que, casi con toda seguridad y si no hay sustos, formará Pedri como uno más, con solo veintiún años de edad. Esa precocidad, unida a la de otro compañero, Ansu Fati, ha chocado como lo hiciera la del extremo de ascendencia africana, con un despegue igual de vital para un Barça necesitado de talento e igual de fresco en una selección que necesita chispa.
 
			