Hay futbolistas que corren, que empujan y se imponen. Se hacen notar, vaya. Luego está Pedri, que de pronto se aparece y te cuenta una historia que no habías oído hasta ese momento. Parece que se desliza. Incluso se podría decir que no juega al fútbol, sino que lo que hace es traducirlo. Lo suyo no es una exhibición de potencia, ni una descarga de músculo, virtudes óptimas para un fútbol que cada día es más de atletas. Su fútbol es una forma de arte que parece hecha a mano. Cada vez que toca el balón, uno tiene la sensación de que algo es dicho sin la necesidad de escuchar palabras.
Pedri no impone, sino que seduce, persuade. Es un centrocampista de los que no necesitan hacer lo más difícil para hacerlo bello. Lo que logra es, en realidad, lo contrario de lo complicado, pues esa simplificación de la relación de los individuos a través del pase es ya, sin duda, una forma de talento. Porque cuando Pedri juega bien, que suele ser a menudo, el fútbol del FC Barcelona deja de parecer un deporte y se convierte en otra cosa. En una idea que no se explica, sino que se tiene que sentir.
Uno ve a Pedri y piensa que hay futbolistas que corren detrás del balón y otros que entienden hacia dónde va. Parece que Pedri siempre supo hacia dónde iba. Desde que apareció en el primer equipo, en plena reconstrucción de un Barça doliente, ofreció algo más valioso que los goles o los highlights, dando una certeza al equipo a través de sus botas. En medio del caos que se forma en la jungla de los partidos, hay alguien que no se despeina. En medio de la tormenta más horrenda, hay un tipo que juega al primer toque como si el viento no soplara.
La sublimación del Pedri del Barça
Aunque ya se había visto mucho del Pedri artista, es en esta temporada 24/25 marcada por las lesiones, las dudas y el ruido de fondo constante que acompaña al Barça desde hace años donde Pedri ha vuelto a ser el que parecía anunciarse. Está siendo el faro creativo del Barça tras atravesar un viacrucis de problemas físicos que lo habían dejado con más ausencias que presencias. Y regresó no sólo a jugar, sino a recordar por qué se espera tanto de un futbolista como él.
Pedri no es el jugador que te levanta del asiento con una carrera de 40 metros porque no nació para eso. Pero lo hace con un giro en seco o con una pausa donde todos parecen querer correr sin parar. Su pase es un bisturí que sabe dónde tiene que operar al paciente para que pueda salir silbando del hospital. Su fútbol no busca la espectacularidad, pero la suele alcanzar por accidente. No juega para gustar y por eso gusta. El guapo de clase que no sabe que lo es.
MAGO.
¡@Pedri es el de abril en #LALIGAEASPORTS!#LALIGAPOTM | #PREMIOSLALIGA
— LALIGA (@LaLiga) April 24, 2025
En su posición como interior, Pedri representa la sublimación de la idea Barça, pues en lo de tocar, moverse y ofrecerse al compañero es el amo. Pensar y ejecutar en una misma fracción de segundo es la especialidad de un jugador que, esta campaña, está logrando ser “el bicho” que prometía con el amarillo de Las Palmas. Como si Guardiola, Xavi e Iniesta hubieran escrito un guion y él se lo supiera de memoria sin haberlo leído, es el amo de toda la creatividad de un Barça que hoy sí sabe responder a sus preguntas.
En esta 24/25 con Flick al mando, Pedri lleva ya 52 partidos jugados, con 6 goles y 7 asistencias en total, con una participación de 4101 minutos en el campo. De todos esos minutos, 2544 han sido en un torneo liguero que tienen al alcance de la mano tras ganar ya, esta temporada, Supercopa de España y Copa del Rey y con el reto sublime de una posible nueva final de Champions League con el último escalón ante el Inter a punto de caramelo. Todo ello, claro, con un Pedri protagónico.
Del Pedri arquitecto al Pedri albañil en el Barça
Y eso que su talento no lo aleja del esfuerzo. El futbolista canario se muestra elegante pero también tenaz. No se asusta por tener que bajar a robar balones, presionar o correr hacia atrás. Pedri no sólo destaca en la estética, sino en la ética que supone ser uno de los ejemplos del equipo. Esa ética del juego entendido como responsabilidad con el equipo, como deber cívico de la camiseta que llevas puesta. Bajo esa capa de naturalidad infantil del niño con el balón, Pedri está madurando al ritmo de los partidos que juega, como si no supiera del todo que es uno de los mejores centrocampistas del mundo.
Su peso en el equipo va más allá de los datos, porque cada vez que está sano y en forma el Barça juega mejor. Y no porque todo dependa de su figura, sino porque el ritmo que marca mejora todo lo que le rodea, haciendo más lúcidos a los interiores, más precisos a los extremos y dando tranquilidad a los centrales. En ese rol creado a su imagen y semejanza en el que partir de una base de la jugada le permite aparecer donde marca el partido, siendo el arquitecto del primer al último pase. Todo eso con la radiante capacidad de colocar un verso sublime en medio de una prosa gris.
Pedri le da sentido al juego. No se deja ver por la cámara con la actitud de un actor protagonista pero es capaz de hacer que, cuando falta, el plano quede vacío. Todo lo que ocurre se explica mejor con él en la escena. Y no, claro que no, el fútbol no necesita ser arte. Pero con Pedri llegas a comprender que el capricho puede ser concedido. El chico de rostro sereno que juega como si lo hiciera en la plaza de su pueblo. El joven que parece un viejo sabio que sabe donde va todo en los estantes.