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Lo que Ronaldo nos ha quitado

Desde abril de 1997 en la grada de Zorrilla a la actualidad, Ronaldo ha pasado, de manera trágica, de ser un delantero total a un directivo totalmente cuestionado

por Miguel Ruiz
3 de mayo de 2025
en Opinión
Ronaldo Valladolid

Foto: Real Valladolid

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Cuando lo vi por primera vez en directo era abril de 1997. Una tarde de esas que recordaré toda la vida. Será la segunda o tercera vez, además, que escribo sobre ello. Fui con mi padre al estadio, jugueteaba la primavera y jugaba el FC Barcelona en el José Zorrilla. Ese Barça post Cruyff, de Bobby Robson. Ese que brilló con Figo, con Stoichkov y, sobre todo, con Ronaldo Nazário.

Metió un gol que no podré olvidar nunca. Básicamente porque no lo vi. Justo me distraje cuando la llegada del Barça al área le dio la oportunidad al ‘9’ para hacer de las suyas y celebrar un gol temprano en Zorrilla. Cuando levanté la mirada, ante el griterío, estaba celebrando ya con el tradicional avioncito ante la grada sur del José Zorrilla. El brasileño tenía veinte años y parecía que podía jugar con una piedra y, aun así, ser capaz de marcar las diferencias. Era un extraterrestre.

Con Ronaldo me enamoré del fútbol, porque sería su Mundial de 1998 el que me atraparía tiempo después definitivamente. Con el balón, Ronaldo te podía hacer creer que todo era posible, que no había leyes. Te hacía creer que uno podía nacer en Bento Ribeiro, aparecer en Valladolid un sábado cualquiera veinte años después, y salir ovacionado por la gente a la que acababa de marcar un gol. Era la prueba de que se podía soñar con los ojos abiertos. El fútbol, al fin y al cabo, debería servir para eso. Y yo lo viví en directo, antes de que el Pucela metiera tres goles e hiciera olvidar ese tanto del mito por la satisfacción de tres puntos terrenales.

Casi treinta años después, el poder de la realidad ha hecho algo parecido contra la propia figura de Ronaldo. El astro ya ni siquiera se asoma por el José Zorrilla, ni para pisar el área ni para aparecer en los despachos y gestionar el club que ha comprado. No, ya no mete goles, pero permite que se manden cartas y comunicados que nadie quiere, que nadie entiende. Ahora ya no es un astro capaz de hacerte disfrutar con un gol en contra. Es un presidente que ha logrado acabar con la ilusión de una ciudad que lo recibió con los brazos abiertos.

Ronaldo Valladolid

Desde que compró el Real Valladolid, Ronaldo ha ido perdiendo más que los partidos que una vez más nos condenan a Segunda División. Tres descensos en cinco años, proyectos anunciados y esfumados, un estadio nunca reformado (si acaso, renovado) y una cantera olvidada con una ciudad deportiva que queda solo en el recuerdo. Y, sobre todo, una grada que ya no corea su nombre salvo para exigirle que se vaya.

Cuando el equipo bajó esta temporada, otra vez, Ronaldo no estuvo. Cuando la afición protestó, él no quiso hablar. Cuando había que agarrar el timón, apenas ha sido capaz de asomarse para dar la cara y hablar, claramente, de lo que será el horizonte de un club mucho más grande y antiguo que Ronaldo o su carrera. Y nadie le reproche que no haya sabido ganar sino que no ha sabido perder con orgullo, haciendo lo necesario para mantener la cabeza alta y competir. Él, que un día fue la ilusión encarnada, hoy parece alguien que ni siquiera ha tenido intención de entender qué es o qué puede llegar a ser el Real Valladolid.

La paradoja es cruel. El mismo que marcó un gol para el Barça y se ganó el respeto del José Zorrilla es hoy un presidente odiado en el Real Valladolid. A Valladolid no llegó un empresario a comprar el club, vino Ronaldo. Y cuando alguien como Ronaldo aparece para comprar tu club, no le puedes permitir que pase de puntillas. Quizá el problema fue idealizarlo. Creer que su talento con el balón se podía llevar a una tabla de Excel para manejar los números y las intenciones. Que su talento transformaría nuestro destino. Pero no, no basta la magia. Hay que estar, mancharse, arriesgar. Sufrir como la grada.

Sí, nos ha marcado otro gol, como ese día de abril en 1997, pero la realidad es que, como ese día, el Real Valladolid remontó el gol del Barcelona, olvidando que el marcador lo abrió el brasileño. Un marcador que hoy deberá ser remontado de nuevo.

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