No era fácil decir que sí, la verdad. Era un duro reto lo que se le venía encima a Eduardo ‘Chacho’ Coudet cuando aterrizó en el Alavés a finales de 2024. Lo hizo con la difícil misión de recoger un equipo a la deriva y devolverle algo de rumbo en medio de la tormenta, pero también capear el temporal que supuso el adiós a Luis García Plaza.
El Deportivo Alavés acababa de despedir a un entrenador que los había llevado hasta allí al conjunto de Vitoria, siendo un técnico querido con el que el regreso a Primera fue muy especial, en una decisión que dejó heridas abiertas tanto en el vestuario como en la grada. En ese contexto de incertidumbre y con un vestuario tocado, pero con mucho que mejorar, el técnico argentino asumió el reto de sacar al equipo del barro y ponerlo a competir. No fue fácil, pero lo hizo. Y lo hizo a su manera.
El difícil comienzo de Coudet
El arranque no pudo ser más amargo para el argentino. La eliminación de Copa del Rey a manos de la Deportiva Minera, un equipo de Segunda RFEF, fue complejo de encajar para todos. En un partido que se resolvió en la tanda de penaltis, el golpe fue muy fuerte. Tanto por el rival como por lo simbólico de un debut que debía ser ilusionante y acabó en decepción. Pero el ‘Chacho’ Coudet no se vino abajo. No se lo suele permitir.
Con mano de hierro, el argentino se arremangó y empezó a construir desde su idea y con una plantilla que, a pesar de las dificultades, prometía más. Desde el inicio se notó su mano en la propuesta reservada para el equipo. El Alavés cambió el plan: presión más alta, más protagonismo con balón, y apostar claramente por un juego más dinámico y desacomplejado. No siempre fue sencillo, pero fue cogiendo vuelo.
‘Chacho’ Coudet alcanza los 1⃣0⃣0⃣ partidos en @LaLiga.
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— Deportivo Alavés (@Alaves) May 14, 2025
El equipo no siempre supo ejecutar una idea como la de Coudet con la precisión necesaria y los riesgos conllevaron caídas duras, pero al menos empezó a competir con otra cara. A domicilio, los resultados lo confirmaron. Bajo el mando de Coudet, el conjunto albiazul se convirtió en uno de los mejores visitantes de LaLiga en cuanto a goles anotados fuera de casa. Solo gigantes como Barça, Madrid o Villarreal lo superaron en ese tramo.
Curiosamente fue en Mendizorroza donde llegaron las sombras. Solo una victoria, varios empates amargos y derrotas que generaron inquietud y desconcierto según pasaban las semanas y se acercaba el hálito del descenso. El ambiente en casa se fue enrareciendo y, tras perder ante el Getafe, el estadio estalló con cánticos de exigencia, donde se llegó a pedir la dimisión de la directiva, gritos a favor de Luis García Plaza y una sensación general de que el club había perdido el vínculo emocional con su gente.
Un camino claro, una meta alcanzable
Coudet, pese a todo, se mantuvo firme. A lo suyo. En rueda de prensa defendió a los suyos y evitó cargar contra el contexto que envolvía toda la situación. Siempre con un tono calmado, que le representa, insistió en la capacidad del equipo para competir y dejó claro que la actitud, para él, “no se negocia”. El gran momento llegó en la jornada 36, en una final encubierta ante el Valencia.

Un penalti convertido por Joan Jordán dio al Alavés tres puntos que valían oro. Una virtual permanencia y algo de respiro en un año demasiado desgastante. Esa noche, Coudet se permitió un pequeño desahogo: “El fútbol, por fin, nos devuelve algo”, dijo tras el duelo. Y lo dijo con algo de razón. El Alavés no había demostrado ser, en el césped, peor que la mayoría en esa liga. El equipo había perdido partidos en los que no mereció hacerlo, y aguantado otros que parecían perdidos desde el primer minuto. Algo certero para el tramo de Coudet… y en el anterior de Luis García Plaza.
Pero lo cierto es que, desde su llegada, el argentino sumó 16 puntos. Sin ser un salto espectacular, sí es suficiente como para mantenerse a flote y seguir nadando. El técnico argentino ha sabido adaptarse a los mimbres para proteger a los jóvenes, recuperar la mejor versión de hombres clave como Abqar o Antonio Blanco, y construir una estructura donde el grupo estaba por encima de cualquier individualidad.
Si finalmente los caminos se separan, como parece, el legado de Coudet será importante como pacificador discreto en un campo de minas que necesitaba un impulso a favor. Con acento argentino, Coudet supo apaciguar la turba y demostrar algo en lo que creía su propio antecesor: el Alavés estaba para más. Un legado sólido en intangibles, tomando un relevo complicado y sosteniendo al equipo con mucha personalidad. Nunca dejó de dar la cara. Algo que, a menudo, también es entrenar.