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Las notas del Real Valladolid | Entrenadores

Una mirada al desempeño de la plantilla del Real Valladolid 24/25 posición por posición y jugador por jugador

por Miguel Ruiz
31 de mayo de 2025
Valladolid Entrenador

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Con la intención de evaluar de manera clara y concisa una temporada llena de problemas que han afectado a todos los niveles al Real Valladolid, dividimos el análisis deportivo del equipo pucelano para pararnos en cada una de las posiciones en el terreno de juego y poder valorar la contribución de cada uno de los efectivos en su justa medida. Una revisión total del rendimiento adaptada al nivel, las expectativas, la trayectoria de todos los futbolistas que han tocado césped y han tenido minutos en este Real Valladolid durante la temporada 2024/2025. Y, por supuesto, no hablar de quienes ponen a navegar el barco sería un error. En esa ocasión es turno de los entrenadores.

Sentarse en el banquillo del Pucela se podía asemejar a sentarse en el de los acusados. No fue fácil. El entrenador adquirió una relevancia menor a medida que iba ganando fuerza la sensación de que esta plantilla no estaba hecha para competir sino para dejar pasar el tiempo sobreviviendo, esperando un milagro que, por azar, parecía lógico que acabara no apareciendo por haberse presentado ya el año pasado. La temporada 24/25 ha sido un caos de planificación, comunicación e idea, pero también ha seguido rumbos extraños en el banquillo. La inestabilidad ha sido total y la realidad es que el suspenso del Valladolid no empieza en el entrenador, pero sí pasa necesariamente por sus manos.

Paulo Pezzolano

Hay un antes y un después en la realidad de Paulo Pezzolano en el Real Valladolid. Si bien es cierto que el descenso de la 22/23 y la tensión de la 23/24 antes de la euforia del ascenso habían abierto brecha, la relación con la grada parecía haber dado paso a una cierta condescendencia de los aficionados, que también sabían que con la plantilla del Pucela se podía ir a pocas partes. Y, a pesar de eso, lo cierto es que lo que cambió todo fue la venta de Boyomo. Una venta clave, que incluso llegó a hacer parecer por instantes que el propio Pezzolano bajara los brazos sabiendo que, sin él, todo lo que se intentara iba a ser imposible.

Valladolid Entrenador

El castillo de naipes, sin Boyomo, se caía fácilmente y, como era de esperar, el equipo no jugaba a casi nada. Ni inventándose la carta de Juma y potenciando a un Lucas Rosa como lateral (zurdo, recordemos) fuerte para salir jugando, el Valladolid dejaba de ser un equipo sin demasiadas ideas que sufría demasiado en defensa y que apenas tenía oportunidades para transitar al ataque.

Era difícil proponer algo en campo rival sin que los errores en finalización o las imprecisiones en construcción desataran una contra imposible de parar. La búsqueda de una salida de balón coherente para no arriesgarse a una pérdida de balón acelerada hacía correr riesgos a los defensas pero le daba una oportunidad a un equipo con escasa capacidad para crecer en largo o responder a una necesidad de repliegue rápido.

Se puede dudar de la capacidad de Pezzolano a la hora de equilibrar los mimbres con la exigencia del Valladolid en Primera División, pero no se puede dudar que, tras su marcha, la realidad del equipo se desdibujó de manera tan evidente y manifiesta que sus detractores más feroces tuvieron que callar ante el error de no haber apreciado que el pase atrás y esa tendencia a no aspirar a más era más una respuesta inteligente que una muestra de principios tácticos.

Diego Cocca

La llegada de un nuevo entrenador no fue inmediata tras la marcha de un Pezzolano al que parecía que ya nadie quería. Se buscó con ganas pero apenas había opciones válidas para un equipo de Primera División que parecía condenado, en realidad, a vivir, más pronto que tarde, en Segunda División. En estas llegó Diego Cocca con un discurso que pretendía llenar de ilusión. “Lo más importante es que hay buenos jugadores y se puede armar un buen equipo”, comentó en la rueda de prensa de su presentación. Apenas dos semanas más tarde, “amenazaba” con dimitir si no había fichajes.

Cocca Valladolid

Su llegada fue ilusionante, sobre todo tras la victoria ante el Real Betis, equipo con el que el Valladolid cerró ciclo de victorias en enero de 2025 y que supuso la última vez que el equipo ganaría un partido en la 24/25. Cocca se mostró “convencido” de que el equipo podía cumplir el objetivo de la permanencia y así lo afirmó en varias ocasiones, antes y después de que el mercado de fichajes se cerrara con varias ventas (Juma y Lucas Rosa como destacadas) y numerosas llegadas en forma de cesión.

Un equipo que, en global, parecía más equilibrado que el que tuvo Pezzolano y que apenas le sirvió para poder sumar tres puntos en siete partidos, únicamente en ese recordado partido ante el Betis. La reacción no fue tal. El equipo era plano, había perdido los escasos automatismos que se vieron en algunos tramos durante la primera vuelta y, además, ya no defendía en bloque. La escasa chispa de un Valladolid condenado había desaparecido y el 17 de febrero de 2025, solo dos meses después de su llegada, era cesado.

Álvaro Rubio

No es sencillo coger un equipo un llamas y Álvaro Rubio ha puesto el pecho con la fe de intentar mejorar algo un camino en el que el Real Valladolid no conseguía llevar el ritmo, la pausa o la dirección. El excentrocampista del equipo blanquivioleta no consiguió ninguno de los objetivos aunque lo persiguió siempre. El mismo equipo plano que se vio con Cocca fue el que se encontró el aficionado bajo el mando de un Álvaro Rubio superado, sin demasiados recursos en el campo y con escasa efectividad para encontrar una idea de la que tirar con los mimbres que tenía la plantilla.

Álvaro Rubio: "No puedo pensar en la temporada que viene"

El equipo no tenía un comportamiento colectivo a la altura de lo esperable en cualquier equipo de Primera División. Se había pasado de tener un conjunto con falta de nivel pero cohesionado y con ciertas maniobras colectivas que facilitaban la defensa estructurada para evitar riesgos y salir en velocidad cuando era preciso a vivir con un equipo anclado en líneas asimétricas, falta de agresividad, nula contundencia en ambas áreas y sin claridad para construir, además de los continuos errores que se vieron y que impresionaban incluso al entrenador y su staff.

El camino del guerrero que Álvaro Rubio podía haber protagonizado salvando al equipo de su vida de las fauces de la infamia y que todos hubiéramos deseado se tornó en la crónica de una muerte anunciada dolorosa y cruel, a la que ni el propio Álvaro Rubio sabía dar explicación en sala de prensa.

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