El Real Valladolid se enfrenta a un verano crucial. Más allá de subir o no subir, el Pucela tiene un reto importante con el nuevo propietario en el horizonte, la dirección deportiva previsiblemente ya en marcha y una plantilla que vivirá una profunda transformación para la 25/26. El club se prepara para construir un nuevo equipo que devuelva la estabilidad deportiva al José Zorrilla, pero sin perder de vista que, en medio de todas las decisiones técnicas, económicas y estratégicas necesarias, hay una cuestión que no puede volver a pasar desapercibida y que será clave.
Si el objetivo es regresar a Primera División, el camino de vuelta no puede construirse únicamente con fichajes, datos y rendimiento. Hace falta recuperar el alma de un club defenestrado por la falta de mando, ausencia de líderes y nula convicción para conectar con la grada. Reconectar con esa base social que ha permanecido firme pese a la distancia de la gestión anterior y las decisiones incomprensibles es un reto igual o mayor que ascender de inmediato a LaLiga EA Sports.
Para lograrlo, el primer paso es muy básico. Aunque ya se implementaron medidas que ponían a disposición de la grada la comunicación con la directiva del club, escuchar a la afición es clave para entender cuáles son sus ilusiones, iniciativas o desvelos. Escuchar a la gente, al socio que va cada semana a Zorrilla o al que sigue los partidos desde fuera.
Al que anima en redes o en las gradas de Los Anexos cada fin de semana. La afición del Real Valladolid es diversa y ha demostrado fidelidad incluso cuando el club caminaba sin rumbo. Darle un papel protagonista, no solo en la narrativa, sino también en las decisiones pueden llegar a construir una identidad que poco a poco se había ido perdiendo.
La campaña de abonados puede ser un punto de inflexión clave dentro de esa mecánica de comunicación con la grada. Más allá de los precios, que deben ser justos y proporcionales a la categoría y a los hechos recientes, la campaña será una oportunidad perfecta para lanzar un mensaje de cercanía y de humildad que puedan ser absorbidos por los aficionados. Recuperar ese mensaje de pertenencia y esa sensación de que los aficionados no son solo clientes puede es la clave para reforzar el proyecto y darle estabilidad a la nueva propiedad. Hacer sentir al abonado que su fidelidad vale tanto como cualquier fichaje es un reto siempre sencillo de prometer, pero difícil de cumplir.
La cantera del Real Valladolid como vínculo emocional
Otro eje clave puede ser la cantera. En un club como el Valladolid hay muchas historias de aficionados que hablan de sus fines de semana en familia en Los Anexos. Esos ratos en los asientos de los aledaños del Zorrilla, viendo a los muchachos de la cantera tienen un poder casi místico para unir a quienes, cada quince días, acuden a la grada de los grandes.

Pocas cosas conectan más con la grada que ver a un jugador de casa peleando cada balón y dándolo todo por el equipo. Más allá de hablar de nombres o fomentar que la cantera sea promocionada porque sí, el club lo que tiene en su mano es promocionar de manera certera la asistencia a esos partidos que se siguen jugando incluso cuando los focos del José Zorrilla lucen apagados.
Hacer entender a la grada que la cantera también corre con los colores blanquivioletas por objetivos muy importantes y con la ilusión de ayudar al primer equipo en el futuro es la primera de las claves para enganchar a quienes quieran conocer a esos chicos que, un día, quizá cercano, puedan estar siendo aplaudidos por quienes visten las gradas del estadio. Una ilusión inigualable que se puede vivir desde el césped, en la piel de esos niños que hoy visten la blanquivioleta, o desde la grada, para quienes lo podemos sentir como un logro colectivo.
 
			
