La temporada 2024/25 de la Unión Deportiva Almería en Segunda División tuvo un sabor agridulce. Tras caer en el penúltimo escalón en ese sueño compartido por tantos de lograr el ascenso a LaLiga, el Almería deberá volver a intentarlo. Sexto en la clasificación de Segunda División, eliminado en semifinales del play-off por el Oviedo y sin cumplir ese ansiado objetivo del regreso a Primera, el conjunto rojiblanco protagonizó una campaña con dos caras que contrastaron con el nivel global de una plantilla muy ambiciosa.
La UD Almería de Rubi comenzó ilusionando, pero terminó la temporada en medio de la frustración, el enfado y las dudas. Eso sí, por el camino en LaLiga Hypermotion, el equipo indálico dejó sensaciones contradictorias entre lo que parecía (o querían) que pudiera llegar a ser y lo que realmente era. La gran apuesta del club para volver a la élite pasaba por la continuidad de Rubi en el banquillo, una inversión fuerte para configurar una plantilla potente y una idea de juego reconocible.
Durante varias semanas, la receta pareció funcionar. El Almería incluso llegó a liderar la clasificación en otoño, acumulando muchas jornadas sin perder y mostrando un fútbol sólido, bien trabajado y con un sistema que funcionaba a la perfección. El centro del campo, Melero y Lopy daban equilibrio, los laterales, Centelles y Pubill sumaban profundidad y arriba aparecía un Luis Suárez imparable, con una racha goleadora que le colocó como máximo anotador de la categoría y que acabó por serlo con 27 tantos, con siete goles por delante de su inmediato perseguidor, el ariete del Mirandés, Panichelli.
Y, a pesar de esa buena dinámica, el paso de los meses enfrió esa inercia ganadora que parecía acercarles al ascenso directo. El equipo se volvió más previsible y frágil, además de que arriba empezaba a ser menos contundente, especialmente fuera de casa. Aunque gol seguía llegando, parecía reservado solo para los pies del colombiano, lo que hacía cuesta arriba cualquier partido en el que el cafetero Luis Suárez no encontraba la vía del gol. Esa dependencia ofensiva acabó pasando factura en la segunda vuelta, en la que el equipo perdió regularidad y apenas fue capaz de afianzar una senda ganadora que les librara de sufrir por meter la cabeza en el playoff.
Con ese esfuerzo final, el bloque logró colarse en el playoff, con 69 puntos en la tabla, pero sin el impulso anímico necesario para asegurarse avanzar con claridad. En la ida de la eliminatoria frente al Real Oviedo, todo lo que había sostenido al equipo durante la temporada se vino abajo en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, con un 1-2 que encarrilaba la eliminatoria hacia los ovetenses. El que fuera fortín de los indálicos (tercer mejor equipo de la competición en casa, por detrás de Elche y Mirandés y solo una derrota en 21 partidos), acabó por ser el recinto donde el Oviedo encararía la gesta hacia la final, con dos goles de Nacho Vidal.
La ausencia de Luis Suárez, convocado con Colombia, fue más que determinante, algo que acabó por ser un cisma serio entre el Almería, LaLiga y la FIFA. Sin su referencia ofensiva, el equipo se quedó sin demasiados recursos para aprovechar los buenos momentos de creatividad con agresividad en el área. El empate sin goles en el Tartiere acabó por dejar a la ciudad y a la afición del Almería sin ascenso.
La propuesta de Rubi en Almería
La UD Almería de Rubi en la ya acabada temporada 2024/25 en LaLiga Hypermotion se construyó en torno a una idea clara de control a través del balón. La solidez de un doble pivote marcado y la verticalidad y acierto del equipo cuando el contexto lo permitía dio lugar a un equipo irregular en sus sensaciones, pero con capacidad para sorprender a cualquier rival de la categoría.
El técnico catalán apostó de forma casi inamovible por un sistema 1-4-2-3-1 que equilibraba la estructura y los roles, con Melendo y Dion Lopy como anclas posicionales, con alturas diferentes y capacidad para salir con cierta calma hacia un tridente ofensivo versátil y con habilidad creativa por detrás del delantero. Luis Suárez fue la referencia absoluta, interpretando bien el juego de espaldas y los desmarques al espacio, siendo la meta siempre visible para los pases de Melamed, Sergio Arribas o Leo Baptistao, a menudo más extremo o segundo punta que referencia.
La inestabilidad del equipo vino precisamente desde esa irregular capacidad ofensiva más allá del ariete colombiano y de la fragilidad mostrada a nivel defensivo por tramos. El sistema tendía a volverse previsible sin ese toque de agresividad en el área rival. Rubi priorizó siempre las bandas como vía de progresión, con laterales como Marc Pubill proyectándose con continuidad y verticalidad, mientras que los extremos -especialmente Melamed- ofrecían diversas salidas por dentro y por fuera para unirse en la frontal, asociarse, fomentar el desequilibrio e incluso probar suerte desde lejos.
Sin embargo, esos problemas para ajustar las transiciones defensivas, sufriendo cuando el rival robaba en campo propio, hizo que la idea saltara por los aires en ciertos tramos y mostrara una ausencia de posibles soluciones ante bloques bajos. Aunque el modelo de Rubi fue competitivo y acercó al objetivo, el equipo dio señales inequívocas de desgaste y de falta clara de un plan de contingencia cuando la temporada exigió al Almería más flexibilidad táctica.


