Selim Amallah y el Real Valladolid han resuelto su relación contractual a cuatro horas del cierre de mercado. A tiempo, pero tarde, puesto que habría querido el club que se marchase del José Zorrilla mucho antes, y a poder ser, en otras condiciones. Pero al menos se va, cosa que, visto lo visto, parece un triunfo, después de que durante todo el mercado se agarrase incomprensiblemente a eso, a un contrato, que realmente no quería cumplir (no ha sido el único…). Según adelantó Radio Marca Valladolid, la rescisión cuesta dinero; alrededor de medio año de los dos que le quedaban.
No en vano, podía haberse dado el caso de que el Real Valladolid no se viera (más) penalizado por él, toda vez que, como hace dos veranos, podría haberse salido en otras circunstancias. Al contrario que entonces, no ha tenido el mismo mercado, cosa normal: si entonces el Valencia ‘picó’, después de unos buenos primeros meses de temporada, por este Amallah es difícil apostar, sabiéndolo díscolo, poco profesional y teniendo en cuenta además el pobre rendimiento que venía de dar. Si en la primera breve etapa dejó destellos de lo que puede ser, la segunda está marcada por las sombras.

Las idas y venidas de Amallah
Cuando Selim Amallah llegó al Real Valladolid, procedente del Standard de Lieja, se aprovechó la dirección deportiva que dirigía Fran Sánchez de su difícil situación en lo contractual -visto lo visto, quién sabe si solo eso-, puesto que terminaba contrato meses después y estaba apartado y sin jugar por no querer renovar. El centrocampista que tan buen rendimiento tuvo con Marruecos en el Mundial dio la sensación de que podía ser decisivo, pero la lesión producida por una entrada de Cenk, luego su compañero, lo echó todo por tierra.
No se sintió culpable, quizás porque no tuvo entonces mucha culpa, y después de un verano a la bartola, porque lo cierto es que llegó en un estado de forma bastante discutible, se acogió a una clausula de su contrato, que le permitía irse a cualquier equipo que mejorase su salario, y se fue al Valencia, donde no cuajó y jugó menos de 600 minutos en Liga. Volvió al Real Valladolid en Primera, de nuevo pasado de peso, y se convirtió en uno de los mayores problemas del equipo -y mira que tenía unos cuantos- en su penar hasta el descenso a Segunda.

El cierre de una etapa decepcionante
Después de dos años y medio, su contrato, elevado, y más para LaLiga Hypermotion, se había convertido en tóxico, de ahí que fuera necesario que se marchase. Lo tuvo claro Víctor Orta desde el primer día y lo tenía claro él, si bien no puso demasiado de su parte en todo el verano, dado que sus pretensiones pasaban -por lo menos en pasado- por competir al más alto nivel, ese que hace tiempo que no abraza. Durante el verano recibió más de una llamada (como el año pasado) de destinos exóticos, pero hasta la fecha siempre quiso jugar en España o en Francia.
Termine donde termine Amallah, que tanta paz lleve como descanso deja, después de una temporada funesta en la que fue protagonista de algún episodio desagradable, como la discusión en La Cerámica que desveló en su día Diario AS. En lo estrictamente deportivo, se marcha dejando atrás 33 partidos, menos de 1.800 minutos, y seis goles, cinco de ellos en Primera División y el restante en la últiama Copa del Rey. Pero se marcha, que es lo que cuenta; penalizando hasta el final al Real Valladolid (para eso están los contratos también, pensará alguno) y cerrando una etapa gris oscura, casi negra, de la que por suerte cada vez quedan menos sujetos.
 
			