Tras estas tres primeras jornadas del Real Valladolid en Segunda División, en la victoria por 3-0 ante el Ceuta; en el triunfo ajustado contra el Castellón en Castalia y en el más reciente empate sin goles ante el Córdoba, se ha puesto bajo el foco una cuestión sorprendentemente recurrente en debates tácticos ¿Necesita el Real Valladolid jugar con dos delanteros?
A primera vista, podría parecer que la doble punta ofrece más presencia ofensiva y produce mayor volumen de remates. Sin embargo, el contexto del Pucela revela otras dinámicas y, sobre todo, no tiene demasiadas opciones que puedan potenciar esa realidad. Aunque la realidad pueda hacer creer que esa opción reforzaría las dimensiones de un Valladolid apático en su capacidad ofensiva hasta ahora (cuatro goles generados en tres partidos), la sensación es que parece evidente que el problema nace más en otra parte.

¿Mejor con dos delanteros?
El 1-4-2-3-1 utilizado por Guillermo Almada permite una flexibilidad y movilidad que no tiene, generalmente, el esquema de 1-4-4-2, utilizado en los primeros duelos del Valladolid en pretemporada. En los tres primeros partidos en liga se ha observado que la continuidad en cuanto a creación no solo depende del número de atacantes en punta, sino de la calidad de la circulación, la fluidez entre líneas y la capacidad de construir desde el eje. Este equipo trabaja mejor, aunque no trabaje bien esa construcción.
Quizá es por eso que la clave no está tanto en sumar referencias ahí adelante, sino en alimentar esas referencias con criterio. Sin ese suministro constante y bien medido, los dos delanteros pueden terminar escondidos sin balones y con pocas chances de lucirse, algo que, por cierto, solía pasar en esos primeros duelos donde el 1-4-4-2 y Marcos André y Latasa tuvieron opciones como pareja de ataque en los primeros días de Almada como técnico en Pucela.
La conexión entre mediocampo y delantera ha sido desigual y muy poco convincente. Ante el Ceuta, el equipo logró imprimir ritmo y verticalidad con combinaciones que lograron hacer saltar la presión del Ceuta y generó desequilibrios para encarar ocasiones claras a favor y muy en ventaja. Contra el Castellón y el Córdoba, en cambio, esa fluidez disminuyó y el equipo brilló más por orden que por inventiva.

Contextos parecidos, resultados distintos
En esos choques, el ataque quedó aislado en numerosas ocasiones y la construcción desde la base se apoyó en envíos laterales o arrastres en lugar de progresión central o asistencias penetrantes, algo que funcionó ante el Castellón y que no lo hizo ante el Córdoba. Esa realidad nos da un mensaje claro de que poner dos delanteros no va a solucionar un problema que nace más atrás. En esa falta de creatividad que el ‘motor’ interno del Pucela no tiene capacidad de sacar a relucir, más por falta de piezas que de táctica.
Esa situación revitaliza el debate sobre relevancia de un mediapunta entre líneas, contexto que el propio Almada resolvió con la entrada de Chuki prescindiendo de un delantero, o un interior creativo que pueda dar más peso al juego. Jugadores como Ponceau o Lachuer, con visión y desplazamiento para animar ese juego interior, pueden ser el elemento diferenciador para asegurar que la línea de ataque tenga soporte y opciones reales.
En un modelo que prioriza la presión y velocidad, otorgar opciones de pase limpios y desmarques coordinados a quien ocupa la zona entre mediocampo y ataque es esencial. En un escenario como el mostrado en los primeros tres partidos del Real Valladolid de Almada, se muestra que la apuesta por los dos arietes no va de la mano con una realidad que pueda funcionar de manera continua, pues el camino a activar a esos puntas, a nivel creativo, seguirá siendo un envío lateral previsible y fácil de desarticular para el rival.

Repetir un esquema ofensivo que ha dado más libertad en el medio, sigue aumentando la profundidad de las bandas y potencia la recepción de balones para delanteros referencia como Latasa, Arnu o Jorge Delgado, parece la decisión más interesante.
Aunque el equipo requiera desplegar algo más el juego interior con la intención de encontrar mejores pases entre líneas, desmarques en apoyo y participación activa del centrocampista ofensivo, la realidad es que ese problema tiene más que ver con los perfiles disponibles que con la línea atacante. Esa dupla que muchos piden seguiría sin ser alimentada. Si el equipo no potencia las transiciones desde la sala de máquinas, los goles seguirán sin llegar. Solo con creación real las cifras empiezan a acompañar.
 
			