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Las 3 claves de la victoria del Valladolid ante el Almería

Una mirada profunda a los motivos que llevaron al Pucela a ganar el duelo ante el cuadro indálico en el José Zorrilla

por Miguel Ruiz
14 de septiembre de 2025
en Primer equipo
Valladolid

El Pucela, a seguir en racha en el Belmonte | Foto: Real Valladolid

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El Real Valladolid se impuso en uno de los duelos que, sin duda, estaba marcado en el calendario de los del José Zorrilla como uno de los esenciales para mostrar músculo. El triunfo del equipo de Almada frente a la UD Almería dejó la sensación de un equipo que no solo compite, sino que se reconoce a sí mismo en la dificultad.

La victoria no fue producto de un golpe de suerte, sino del trabajo constante en todos los frentes, desde la resistencia defensiva hasta la presencia en campo contrario, pasando por la seguridad de un portero que marcó diferencias en momentos clave. Lo que se vio en Zorrilla fue un grupo cohesionado, dispuesto a no rendirse jamás, capaz de sufrir cuando el partido lo exigía y de atacar con valentía cuando aparecía la oportunidad.

En la búsqueda de las razones que impulsaron esta nueva victoria, la tercera de la temporada, del Real Valladolid ante el Almería en el José Zorrilla, exponemos las tres claves fundamentales para entender lo que sucedió en este nuevo duelo de la jornada 5 de LaLiga Hypermotion, ante un rival muy potente que no consiguió hundir a un Valladolid que fue, siempre, a una.

Creer y dominar los intangibles

El Valladolid mostró ayer una capacidad de resistencia formidable, esa que se forja cuando el marcador no acompaña o cuando el rival logra meterte atrás. Almería logró igualar el partido tras ponerse en desventaja, marcando desde el punto de penalti al inicio de la segunda mitad; pero Valladolid no se vino abajo. Pese al golpe psicológico que supone conceder el empate, los locales mantuvieron la calma, reorganizaron líneas, resistieron los arreones de Almería y supieron sostener la tensión.

Valladolid Almería
Tomeo le pasa el balón a Alejo | Foto: Real Valladolid

Esa capacidad de no ceder, de aguantar embestidas sin perder el orden ni permitir goles fáciles, fue clave en los minutos finales. En lugar de conformarse, el equipo siguió proponiendo, luchando por las bandas, por las transiciones, y en los instantes de añadido encontró el premio con un penalti decisivo que Juanmi Latasa transformó. La cohesión grupal también emergió como una de las grandes virtudes del Valladolid en este partido. No solo en lo táctico, con una defensa que logró replegarse compacta cuando la posesión rojiblanca crecía, sino también en los gestos: cobertura mutua, compensaciones constantes, solidaridad ofensiva para recuperar balones y ayudar en la presión.

Los cambios de ritmo de Almería no lograban romper la sincronía colectiva; los jugadores se hablaban, se anticipaban unos a otros. Fue un equipo que sentía el apoyo del estadio pero, sobre todo, que se sentía internamente fuerte, consciente de que para ganar habría que pelear cada metro. Y más aún, lo que se vio fue la voluntad de no rendirse jamás. El Pucela tuvo momentos en los que pudo bajar los brazos, tras el empate rival, por la fatiga o por unos minutos finales de vértigo ante un rival presionando con facilidad. Pero no, no fue así, pues ayer el Pucela eligió mostrar actitud.

Con mentalidad ofensiva, buscó el gol hasta el final y no se refugió tras el empate ni se conformó con el 1-1. En un descuento prolongado, cuando el Almería tenía la iniciativa y la grada ya palpitaba entre la tensión, los pucelanos sacaron a relucir carácter para forzar los errores de los adversarios. Una convicción que se puede notar en la forma en que defendieron todos sus hombres cerca y lejos de su portería. Ante un equipo que fue mejor en el global, el triunfo del Pucela no solo suma en la tabla de Segunda División, sino también en el refuerzo clave de que este Valladolid está dispuesto a pelear cada partido hasta el último segundo.

A Guilherme se le perdona casi todo en Valladolid

Guilherme Fernandes volvió a erigirse como pieza clave en la victoria de Valladolid frente al Almería al mostrar una seguridad bajo los palos que en momentos del partido fue fundamental. En la primera parte sufrió el rigor ofensivo de los rojiblancos, incluyendo un penalti claro que detuvo con una intervención soberbia, manteniendo vivo al equipo cuando más lo necesitaba.

Esa parada no solo evitó el empate temprano, sino que reforzó la moral del bloque defensivo, convenció a los compañeros de que se podía resistir y transfirió calma a un ambiente de tensión creciente en el estadio. Más allá de las intervenciones espectaculares, Fernandes demostró gran lectura del partido, con una ubicación más que correcta, anticipaciones en centros laterales y en trayectorias de balón filtrado que pudieron generar mucho peligro. Su rol no fue pasivo, mostrando un liderazgo clave cuando la presión del Almería se intensificó.

Esas acciones menores, casi imperceptibles para el espectador casual, terminaron decantando la balanza en instantes críticos, cuando Valladolid necesitaba recomponerse tras pérdidas o tras jugadas de riesgo visitante. Ayer, Guilherme Fernandes dejó claro que Valladolid puede confiar en sus manos para marcar la diferencia.

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Guilherme, ante el Almería | Foto: Real Valladolid

Ganar duelos y tapar huecos

El Valladolid entendió que buena parte del encuentro se decidiría en la capacidad para imponerse en los duelos individuales. Cada balón dividido se convirtió en una pequeña batalla que no solo frenaba las intenciones del Almería, sino que también reforzaba la moral propia. Los centrocampistas blanquivioletas se mostraron firmes en las disputas, cortaron recepciones entre líneas y evitaron que el rival ganara segundas jugadas. Esa actitud combativa permitió al equipo asentarse mejor sobre el césped, reducir los espacios a la espalda y mantener la tensión competitiva durante los noventa minutos.

La presencia constante en campo contrario fue otro de los elementos que sostuvo al Valladolid en los tramos más exigentes del partido. No se limitó a defender en bloque bajo, sino que buscó estirar al equipo con presión alta y ataques rápidos para obligar al Almería a retroceder. Esa vocación ofensiva generó sensación de amenaza y redujo la comodidad con la que los visitantes podían elaborar desde atrás. La insistencia en mantener metros avanzados y forzar pérdidas fue un mecanismo tan ofensivo como defensivo.

El equipo supo interpretar la necesidad de tapar esas vías de creación para los jugadores más peligrosos del Almería. La movilidad de Arribas o Melamed, la capacidad de Baptistao para fijar y descargar y las diagonales de Embarba eran recursos habituales del cuadro visitante, pero el Pucela supo responder. Con ayudas en banda y con líneas bien compactas, fue reduciendo la incidencia de un Almería que pronto enseñó los dientes a la hora de filtrar pases hacia sus atacantes.

Cada vez que el balón buscaba filtrar hacia esas piezas, aparecía un blanquivioleta para interceptar o incomodar. Un trabajo colectivo que no solo neutralizó la inspiración de los atacantes almerienses, sino que evidenció la madurez táctica de un equipo que entendió que su victoria dependía de corregir algunos de esos errores vistos en los primeros minutos.

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