Desde que aterrizó en el Real Valladolid en julio de 2025, Iván Alejo ha transmitido algo intangible que trae consigo una madurez deportiva y humana que sirve de faro para un equipo con juventud abundante, con muchas caras nuevas y con la necesidad de consolidarse en Segunda División. El regreso a Valladolid no solo es emocional, tras volver a casa catorce años después de salir siendo cadete, sino funcional.
En las primeras jornadas, Iván Alejo se ha posicionado como pieza fiable en el carril derecho, adaptándose a la posición defensiva de lateral cumpliendo, a pesar de ello, con roles ofensivos y defensivos conforme van exigiendo los partidos. Aunque todavía no se refleja en las estadísticas de goles/asistencias de forma brillante, sí lo hace en minutos jugados, en despliegue y en presencia constante en los momentos complicados.
Una regularidad que ya aporta estabilidad al grupo, porque su currículo le da credibilidad. Años en Primera División, experiencias variadas, y la capacidad de aguantar presión mediática y deportiva, refrendada además por un cambio sustancial en su forma de comportarse y gestionar la tensión de los partidos. Alejo tiene camino aún para seguir convenciendo, pero sin duda ha transmitido ya que puede ser uno de los guías indiscutibles de un equipo que lo necesita siendo líder.
Iván Alejo, solidaridad y carácter
Un liderazgo que no se manifiesta solo en lo que hace con balón, sino en lo que ofrece cuando no lo tiene. Iván Alejo es uno de los más constantes ayudantes en la presión alta de un Valladolid que necesita que todos los efectivos quieran ser los primeros en bajar o subir a ayudar cuando el equipo pierde la posesión. En eso, en recuperar espacios, cerrar al lateral rival o equilibrar esfuerzos, a Iván Alejo pocos le están haciendo sombra. Son detalles que, a menudo, pasan desapercibidos pero que marcan diferencias en los partidos. Su voz, en el campo y en los entrenamientos, parece tener eco.

Ya no es un niño y ya no se comporta como tal. Y no solo se le ve coordinando con compañeros jóvenes, indicándoles cuándo subir, cuándo recular, cuándo mantener la estructura defensiva, sino que está presente para ser parte de todo lo que hace bien y mal este equipo. El abrazo con Guilherme tras el gol de Maroto el pasado sábado refleja esa realidad. Su autoridad no choca con la humildad de saberse solo una parte del equipo. Más bien, incluso, al contrario. Se nota que Alejo entiende que su rol también es acompañar, enseñar y servir de punto de apoyo para quienes necesitan adaptarse al ritmo de Almada y a la exigencia de la afición en Zorrilla.
Enlace con la grada
La conexión con la grada ha sido otro de los aciertos de su vuelta. Valladolid necesitaba, tras una etapa macabra en lo conectivo con el aficionado, figuras que encarnasen un sentimiento de pertenencia como el que enarbola Alejo. Tener jugadores que no sean vistos como meros mercenarios o piezas de paso, sino como parte de una identidad marcada. En ese sentido, Alejo es un ejemplo por historia y origen.
Esto se percibe en los aplausos cuando aparece, en el reconocimiento en las calles, en la actitud de la afición cuando le ven pelear hasta el último segundo. Esa reciprocidad entre jugador y afición refuerza el ambiente y le da al equipo un arma distinta. Algo que no se compra y que potencia el orgullo local, el sentido de pertenencia y un extra de motivación que impulsa en los días difíciles. Alejo no debe confundir ese poder de convocatoria con la comodidad, pues en las buenas será un reflejo del cariño, pero en las malas puede ser un foco inflexible para dar la cara. Por ello, la confianza en su madurez es tan importante.

Que Alejo haya dejado esos destellos de haber entendido su papel y su rol, dentro y fuera del campo, es una señal más que positiva en una realidad compleja en la que debe seguir trabajando. Esa dimensión, combinada con su capacidad de sacrificio en el césped, lo convierte en un jugador completo, más que útil para Almada en lo futbolístico y en lo sensitivo, sobre todo en partidos en los que al Real Valladolid le toque sufrir.
El reto para Iván Alejo consiste en mantener esa línea de rendimiento y liderazgo, especialmente porque al ser veterano en un plantel con muchas caras jóvenes, su papel exigirá no solo calidad física y técnica, sino una mentalidad fuerte, resiliencia y humildad para aceptar esos días menos buenos. Logrando sostener este nivel y estas señales de carácter, Iván Alejo no solo será clave en el campo, sino que seguirá siendo un faro para el míster, plantilla y afición. Alejo no solo ha vuelto, sino que está mostrando el camino.
