Es probable que alguna vez te hayas hecho una foto y hayas pensado “madre mía, ese no soy yo”, algo que también es muy común cuando grabamos nuestra voz y luego escuchamos ese audio, pero lo primero se debe a que lo que estamos viendo es nuestra imagen residual. Este concepto se refiere al reflejo mental que tenemos de nuestro rostro y que no siempre coincide con lo que ha sido capturado por la cámara, algo que ya ha explicado el fotógrafo Luis Domingo.
Y es que esta percepción se produce porque estamos acostumbrados a ver nuestro rostro desde un ángulo concreto, el cual es el que nos ofrece nuestro espejo, motivo por el que la versión fotográfica puede resultar extraña, incluso si es de nuestra propia cara. Justamente esta discrepancia aumenta cuando usamos nuestro teléfono móvil para hacernos un selfie o una foto rápida, ya que estos aparatos alteran no solo la perspectiva, sino también la iluminación y hasta aplican una serie de ajustes de manera automática que pueden llegar a cambiar las proporciones e, incluso, los colores.
La relación entre la imagen residual y la percepción de nosotros mismos
Todo este fenómeno ha sido estudiado por los psicólogos, en concreto por un estudio de la Universidad de Chicago, en el que se pudo ver cómo de rápido podían los participantes reconocer su propia foto si esta era original o se manipulaba para parecer más atractiva que la primera. Los resultados que se arrojaron fueron sorprendentes, ya que señalaban más rápidamente aquellas que se habían alterado frente a las que no, por lo que podemos decir que nuestra imagen residual no solo está influenciada por nuestra memoria visual, sino también por todas aquellas expectativas que existen en torno a la belleza y la autopercepcion.
Todo esto viene a decirnos que, cuando observamos una fotografía que es algo distinta a lo que nuestro cerebro recuerda, la imagen residual puede hacer que distorsionemos esa experiencia y nos veamos menos favorecidos o, incluso, diferentes. Esto es algo que también ocurre no solo con nosotros mismos, sino que al ver imágenes de amigos o familiares, la imagen residual se encarga de interpretar (de manera inconsciente) los rasgos, comparándolos con aquello que esperamos ver.
La relación entre la imagen residual, la cámara y la realidad
Debemos tener en cuenta que la perspectiva es la clave principal de todo esto, ya que estamos muy habituados a vernos en un ángulo frontal, con una iluminación uniforme y sin ninguna distorsión, lo cual no pasa siempre cuando nos tomamos una foto con un móvil moderno, ya que estos alteran dichas condiciones debido a los lentes gran angular, los efectos automáticos de luz y los filtros de belleza. Todos estos factores influyen de manera muy directa en cómo percibimos nuestra imagen residual, que es la memoria de nuestro rostro, la cual al ser comparada con esa “representación alterada” genera ese desajuste que hace que pensemos que esos no somos nosotros.
La ciencia también ha demostrado que la repetición ayuda a sincronizar nuestra imagen residual con la realidad visual, es decir, que cuantas más veces nos exponemos a fotos de nosotros mismos, más ajustamos mentalmente nuestra percepción, hasta que la discrepancia entre lo que recordamos y lo que vemos disminuye. Por eso, fotógrafos y psicólogos recomiendan practicar con selfies o retratos desde diferentes ángulos y con luz natural ya que esta especie de “entrenamiento” nos permite que nuestra imagen residual se adapte mejor a los múltiples registros de nuestra cara.
