El Mirandés ha arrancado la temporada 2025/26 con una apuesta clara: mantener un bloque competitivo que le permita asentarse en la parte media de la tabla y soñar con algo más si acompaña la regularidad. En ese escenario, la figura de Carlos Fernández se ha convertido en una de las grandes noticias de un equipo que ha visto cómo el verano acababa con casi cualquier atisbo del equipo que sorprendió en la 2024/25.
El delantero centro, llegado para cubrir el vacío que dejó Joaquín Panichelli tras su explosión en el curso anterior, ha respondido con goles y, sobre todo, con un estilo que se ajusta a la perfección a lo que el equipo necesita en este arranque de campaña y, sin duda, sus tres tantos en las primeras siete jornadas no solo valen puntos, sino que confirman que el club ha encontrado en él un referente capaz de sostener al equipo en momentos clave.
Carlos Fernández, a por una gran oportunidad en Miranda
El perfil de Carlos Fernández encaja con precisión en la idea rojilla. Se trata de un delantero con envergadura, movilidad y oficio, capaz de aguantar balones largos y de dar aire al bloque cuando el partido lo exige. Pero no se limita a esperar dentro del área: baja a recibir, se ofrece en apoyo y genera espacios para la llegada de los interiores. En un equipo que busca equilibrio entre control y verticalidad, su capacidad para fijar centrales y asociarse es oro. Ese juego de espaldas, unido a su olfato para encontrar portería, lo convierte en un futbolista de impacto inmediato.

No es un goleador explosivo, pero sí alguien que suma desde múltiples registros y da coherencia al modelo. Es por eso que la comparación con Panichelli es inevitable. El argentino firmó una temporada histórica en la 24/25, con cifras de delantero de élite y un peso específico en cada victoria. Su instinto le permitía aparecer cuando el equipo más lo necesitaba, con una eficacia que lo elevó a ídolo en Anduva. Carlos Fernández, sin embargo, ofrece un perfil distinto, algo menos dependiente de la jugada final, más orientado a participar en la elaboración. Panichelli era pura pólvora y Carlos representa equilibrio y continuidad, algo que no consigue restarle importancia en la zona de definición.
Matices entre Panichelli y Carlos Fernández
Ese matiz cambia la manera de entender al Mirandés actual. Con Panichelli, el equipo vivía muchas veces pendiente de que llegara su ocasión; con Carlos Fernández, el ataque se reparte, se diversifica y se ordena mejor, con una referencia clara, pero que necesita creación. El delantero andaluz permite que los mediapuntas y extremos ganen protagonismo, porque les da tiempo y espacio con su capacidad para fijar y arrastrar defensores. Es un papel menos vistoso, quizá, pero tremendamente valioso en un campeonato donde los detalles marcan diferencias. Esa coherencia entre su perfil y la propuesta táctica explica por qué, pese a la sombra de Panichelli, ha logrado ganarse la confianza en apenas unas semanas.

Por supuesto, la exigencia será máxima. Panichelli dejó el listón altísimo y la afición rojilla está acostumbrada a que su delantero estrella decida partidos. Fernández tendrá que convivir con esa comparación constante, sabiendo que sus virtudes no pasan por inflar estadísticas sino por ser imprescindible en la mecánica colectiva. Su reto será mantener la regularidad y demostrar que no solo es un buen sustituto, sino un nuevo referente en su propia dimensión. En Segunda, donde la continuidad vale tanto como el talento, ese perfil puede acabar siendo incluso más funcional que el de su predecesor.
El Mirandés, además, agradece que Carlos Fernández asuma tareas de sacrificio que rara vez aparecen en los titulares. Su presión alta incomoda la salida rival, su disposición al esfuerzo permite que el equipo recupere más arriba y su carácter competitivo contagia al vestuario. Ese trabajo invisible es fundamental en un club que no puede permitirse lujos y que necesita exprimir al máximo cada recurso. La coherencia de su fichaje está precisamente ahí: no se trata de un delantero de chispazos, sino de un jugador fiable que suma siempre, incluso cuando no aparece en el marcador.
