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Confirmado: este es el truco de un profesor de universidad para saber si sus alumnos usan IA en sus trabajos

por Miguel R. R.
6 de octubre de 2025
Para saber si sus alumnos usan IA en sus trabajos

Para saber si sus alumnos usan IA en sus trabajos

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Aunque pueda sorprender poco, cada vez son más los estudiantes que descubren un caramelo muy difícil de resistir a la hora de dejar que la Inteligencia Artíficial, o IA, les escriba los trabajos. Da igual si es ChatGPT, Gemini o cualquier otra, pero la realidad es que parece ser una herramienta perfecta para que los alumnos atajen de más en sus tareas, ya sea en el instituto o la universidad. 

Casi es igual que el encargo exija creatividad o simplemente volumen, la tentación de delegar en la inteligencia artificial y tumbarse a encontrar resultados es, a menudo, demasiado fuerte. Y claro, los profesores lo empiezan a notar demasiado. Algunos se resignan, sabiendo que luchar contra esa herramienta que redacta sin pestañear es casi una misión imposible… Pero otros no. Los hay mucho más ingeniosos, que han decidido jugar con las mismas armas y devolverles el guante.

Uno de esos atrevidos es Francisco García Ull, profesor universitario e investigador en Publicidad y Relaciones Públicas, que parece haber encontrado su particular truco para desarmar a sus alumnos a la hora de detectar aquellos trabajos escritos por cualquier IA. Según el profesor, tal y como explica en un vídeo colgado en TikTok, algunas versiones de ChatGPT dejan un rastro invisible que pueden ser clave. Pequeños caracteres ocultos que delatan su origen. Como si de un agente del CSI se tratara, su truco consiste en encontrar esas miguitas de pan copiando el texto sospechoso y pegángolo en la página “View Non-Printable Unicode Characters”. Si aparece un extraño símbolo vacío puede que haya gato encerrado.

Profesores detectives contra alumnos perezosos

Y no, aunque pueda parecerlo, la estrategia empleada por el profesor García Ull no es del todo infalible, pero ilustra un punto clave que a muchos alumnos se les escapa, y es que la creatividad no está reñida con la docencia. Mientras algunos alumnos confían ciegamente en que el algoritmo les saque del apuro de tener que ponerse a trabajar, a los profesores que son capaces de agudizar el ingenio e ir más allá para mantener viva la honestidad académica, les da también un campo de cultivo muy interesante.

El problema de fondo, sin embargo, va más allá de la pereza y del extendido copiar y pegar. Cada vez que un estudiante deja que una máquina piense por él, está tomando la decisión de que su propio cerebro se apague un poquito más, al permitir que maniobre e invente menos de lo necesario. Sin esos desafíos, sin el necesario ensayo y error y sin la frustración ni el esfuerzo detrás de una mala o buena nota, el aprendizaje se convierte en pura rutina mecánica que no lleva a ningún lado.

Ese uso abusivo por parte de una herramienta útil como es la IA, tiene un efecto complejo y silencioso, que cada vez parece confirmarse más en la pérdida de capacidades cognitivas, especialmente en menores de edad. Cuanto más delegamos ese razonamiento y la capacidad para inventar y escribir, más difícil se vuelve poder recuperarlos. Y sí, aunque parezca broma, puede llegar un momento en no sepamos hacerlo nosotros solos. No es solo, por tanto, pillar al tramposo, sino evitar que ese mismo tramposo y toda una generación se acomode a ese automatismo. Que muchos olviden lo que significa pensar por cuenta propia.

Y no, el problema no es usar la herramienta en sí, sino depender de ella para todo. Las IA pueden ser un recurso valioso para inspirarnos, ordenar las ideas, reducir tiempos o resolver dudas puntuales (siempre con cautela), pero convertirlas en el sustituto del esfuerzo es hipotecar el aprendizaje. El objetivo no debería ser ese. Ni escribir, ni trabajar menos, sino escribir mejor, utilizando nuestro pensamiento propio y nuestro criterio. Porque al final, como recuerdan los profesores que aún creen en ese trabajo lento pero bien hecho, lo importante no es solo entregar un texto perfecto, sino seguir ejercitando el músculo más valioso que tenemos: el cerebro.

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