El Real Valladolid volvió al camino de la victoria, esta vez fuera de casa, para superar a un Burgos CF insistente, tenaz y con ganas de buscar al Valladolid a la contra. Si bien es cierto que el conjunto de Ramis tuvo opciones para amargar la noche del Pucela en El Plantío, los hombres de Almada supieron entender el timing, las necesidades y el contexto necesario para proteger un marcador que solo logró mover la calidad en el golpeo de Chuki, una vez más jugador del partido, para hacer las delicias de los desplazados a Burgos y de los que lo siguieron desde casa.
Tras varias jornadas de derrotas y agarrándose a empates sufridos, el Valladolid recupera algo de aire en esta novena jornada en la que supo entender qué tipo de partido debía hacer, recuperando algo de lo que nos gustó percibir en los primeros pasos del Pucela de Almada. En la búsqueda de las razones de haber logrado de nuevo tres puntos en LaLiga Hypermotion, hay tres claves que pueden explicar el algo este desenlace del tercero de los Derbys regionales jugados en las tres últimas semanas. Por fin, con victoria.
Vuelta a los orígenes
Volvió el Pucela de Almada. Volvió el Real Valladolid de la presión constante y de la capacidad para plantarse con efectividad en campo contrario. Sí, con él sigue la sensación de que ese mismo equipo tiene una falta de creatividad enorme y que sus bandas parecen mucho más dormidas de lo que fueron en las primeras jornadas, con una mirada especial a un Stipe Biuk menos influyente con su juego, pero lo que está claro es que esa intensidad para buscar balón se recuperó ante las 11011 personas presentes en El Plantío.
Y esa vuelta a los orígenes propició que el equipo pucelano tuviera más oportunidades de las que había generado en casi cualquier partido de los jugados hasta ahora en la primera mitad. No por creatividad, sino por empuje. Ese despliegue, sustentado en la figura de Juric, le dio una plataforma interesante al equipo para sostener la presión en campo contrario, forzar el error y competir en menos espacio. Ahí es donde el físico del Real Valladolid puede suponer un plus competitivo y generar, aunque sea a trompicones, oportunidades en el área rival.
La fiesta de Chuki y Guilherme
La entrada de Chuki a la fiesta en la primera mitad dejó la sensación de que la pérdida de Tenés iba a ser dolorosa, sobre todo porque el jugador castellonés había interpretado muy bien el juego en la zona de tres cuartos y había sabido, por medio de conducciones liderando las contras, las mejores ocasiones del partido. Su lesión dejaba una duda que Chuki iba a intentar responder y, aunque sus primeros balones no fueron esperanzadores, sí lo fue la falta que puso al equipo por delante. Chuki tiene un ramalazo de técnica y calidad que no tiene ningún jugador en este equipo. Es fundamental acoplarlo al sistema para ver su mejor cara.
Sí, es imposible entender la victoria sin Chuki, pero también es imposible hacerlo sin la actuación de Guilherme Fernandes. El portero luso vuelve a brillar, como portero grande que es, en un partido de los muy difíciles. Al portero le hicieron la vida imposible desde la grada durante los casi cien minutos de partido, pero a mayores hay que decir que las pocas llegadas del Burgos en la segunda mitad fueron claras. De una primera parte sin tener que parar ni un solo balón a tener que salvar al equipo en varios remates que pudieron poner el empate en el marcador de El Plantío. Un jugador que siempre está y que ha vuelto a ser clave para la victoria.
El Valladolid supo dormir el duelo
Nada de lo anterior hubiera servido si el Pucela no interpreta, como hizo, el tempo que pedía la segunda mitad tras el gol de Chuki. El Burgos quería acelerar, metió cambios efectivos y el Valladolid de Almada tenía una exigencia de búsqueda de calma con la que, a veces, no se ha sentido muy cómodo. En cambio, la interpretación fue casi perfecta, mostrando un oficio que se suele valorar a los grandes equipos competitivos en una categoría como esta. Esta clase de situaciones, a equipos sin grandes virtudes con balón, se le suelen hacer cuesta arriba, pero tirar la moneda al Pucela, esta vez, le salió cara.
Si bien es cierto que al Pucela le cuesta la salida de balón a menudo, ese paso intermedio para progresar con claridad por dentro, supo aprovechar sus habilidades para sostener el empuje de un Burgos que quiso más en la parte final del encuentro. No le temió al partido, de todos modos, Almada, metiendo un segundo punta para incomodar aún más la salida del Burgos, afianzar los extremos y, sobre todo, generar dudas a los centrales. El Burgos, que a menudo tomaba malas decisiones en campo propio, no pudo realizar un esfuerzo tal como para aniquilar la estabilidad del marcador y del oficio del Real Valladolid.