La llegada de Borja Jiménez al Sporting de Gijón añade algo de morbo al partido contra el Real Valladolid la próxima jornada. Llega al Sporting un entrenador metódico, ambicioso y con un sello claro, que busca rescatar a un club histórico de la inestabilidad y devolverle el pulso competitivo que perdió en los últimos meses, pero también un entrenador con pasado blanquivioleta que se las verá con el Pucela en su segunda experiencia en el banquillo de El Molinón.
Su presentación, a comienzos de octubre y con contrato firmado hasta 2027, fue el punto de partida de una nueva etapa en El Molinón que mira más allá de los objetivos de esta temporada. La palabra ascenso vuelve a resonar con fuerza y Borja Jiménez, a sus 40 años, representa a ese tipo de técnicos que han aprendido a construir ese tipo de aspiraciones desde el trabajo y desde la identidad de sus equipos. Poco ruido y discursos, pero mucho trabajo por detrás de todos los logros que han representado su trayectoria.
Del ascenso con el Leganés al nuevo reto rojiblanco
Su etapa más reciente, la del Leganés, resume bien ese tipo de perfil. En la temporada 23/24 llevó al conjunto pepinero al título de Segunda División, devolviéndolo a Primera con una propuesta compacta y eficaz (junto al Valladolid, por cierto). Aquella plantilla destacó por su equilibrio y su capacidad para dominar los pequeños detalles, desde la salida de balón hasta la presión tras pérdida. Sin embargo, la realidad de la máxima categoría fue otra. Pese al esfuerzo y la fe en su proyecto, el equipo no consiguió adaptarse al ritmo de Primera y acabó descendiendo.
Borja Jiménez dejó el club tras un ciclo de luces y sombras, sobre todo en Primera, con la sensación de haber cumplido parte del camino y la convicción de que podía volver más fuerte a un proyecto interesante. Sonó mucho para el Valladolid, pero Almada llegó al Pucela y la temporada comenzó con Borja sin equipo. Los números avalan su trabajo en esa etapa anterior, con 44 partidos, 21 victorias, 14 empates y solo 9 derrotas en la campaña del ascenso.
Su fórmula, basada en la solidez y la disciplina táctica, funcionó y parece que puede ser interesante para la búsqueda que estaba haciendo el Sporting. En Primera, el salto de nivel evidenció algunas limitaciones, pero su discurso nunca se tambaleó y respondió con una identidad muy cercana al ideario de Borja Jiménez. “Hay que ser valiente incluso cuando no te acompañan los resultados”, repitió en más de una ocasión, con una mentalidad que le ha acompañado siempre y es la que ahora quiere trasladar al Sporting de Gijón, un club que busca recuperar su competitividad y dejar atrás la irregularidad.
La impronta de un técnico detallista
Borja Jiménez llega a Gijón con la intención de construir un equipo reconocible, de esfuerzo colectivo y presión constante. En sus primeros entrenamientos ya se han visto rasgos de su estilo, con líneas juntas, agresividad en la recuperación y amplitud en ataque. No es un técnico que revolucione de inmediato, pero sí alguien que ajusta, pule y optimiza las herramientas de sus equipos. De hecho, en su debut liguero con el Sporting apenas tocó la estructura de juego, consciente de que los cambios profundos deben llegar desde la confianza y no desde la ruptura.
Su discurso ha calado pronto en el vestuario. En su primera victoria con los rojiblancos, un 2-1 trabajado ante el Racing, el equipo asturiano mostró mayor energía en la presión y más claridad en la circulación interior, dos conceptos que siempre prioriza. Aun así, el propio Jiménez reconoce que el margen de mejora es enorme, pues necesita mayor consistencia defensiva, una mejor gestión de los tiempos sin balón y un punto más de pegada en los metros finales.
El nuevo Sporting de Gijón pretende ser un conjunto con alma, competitivo desde el primer minuto y con una idea ofensiva definida. Borja Jiménez aspira a dotarlo de continuidad en el juego y madurez emocional, dos aspectos que marcarán su evolución como técnico en El Molinón, un estadio siempre complejo y exigente, donde ya han percibido que su llegada trae un método claro, calma y un plan. No puede prometer milagros, pero sí el trabajo necesario para competir.
Regreso simbólico al José Zorrilla
El próximo partido frente al Real Valladolid tiene un componente emocional innegable. Borja Jiménez volverá a Valladolid, al José Zorrilla, un escenario donde comenzó a hacerse un nombre en los banquillos, pues en Pucela dirigió al Valladolid Promesas en la temporada 15/16, tras una breve etapa en el Ávila, y logró mantener al filial en Segunda División B con un estilo valiente y una apuesta firme por los jóvenes.
Esa experiencia marcó su crecimiento profesional y su manera de entender el fútbol, pues le dotó de convicción, intensidad y esa querencia de tener protagonismo con balón. Desde entonces, su carrera ha sido un viaje constante por el fútbol español, desde sus primeros pasos en el filial pucelano hasta su consolidación en los banquillos profesionales. Ha dirigido en Segunda y Primera División, en contextos muy diferentes, y ha mostrado una línea de trabajo coherente. Su paso por equipos como Mirandés, Cartagena o el propio Leganés ha contribuido a forjar un entrenador de ideas claras, muy pragmático y con una personalidad que no se desdibuja ante las dificultades.