El Sporting de Gijón se encuentra en plena metamorfosis. El equipo asturiano, todavía en proceso de asimilación del ideario de Borja Jiménez, ha dejado atrás la etapa de Garitano con la sensación de que, más allá de los resultados, hay una base reconocible sobre la que construir. En lo táctico, la estructura empieza a consolidarse; en lo emocional, el grupo parece responder a un mensaje claro: recuperar la identidad competitiva sin renunciar a un estilo más ambicioso.
En un contexto de transición y ajuste, el Sporting busca no solo reencontrarse con la victoria, sino también con una manera de jugar que le devuelva el protagonismo y la credibilidad en LaLiga Hypermotion. En esa búsqueda, la propuesta de Borja Jiménez apunta hacia un fútbol directo, valiente y físico, donde la presión alta, la velocidad en la transición y la verticalidad sean los pilares de su crecimiento.
Su apuesta, arriesgada pero coherente con el perfil de plantilla, mezcla la intensidad de un bloque compacto con la frescura de jugadores capaces de romper líneas en pocos toques. Con el paso de las jornadas, el equipo gijonés parece encontrar un rumbo más definido, y aunque el camino no está exento de dudas defensivas, la sensación general es que el proyecto empieza a tomar forma.
Un Sporting con visos de crecer y en pleno cambio
El dibujo base del Sporting de Gijón parece que seguirá siendo el 1-4-2-3-1. Una estructura versátil que permite mezclar equilibrio y agresividad y cuyo encaje da solidez en la salida y amplitud por bandas a la idea de Borja, aprovechando la capacidad de sus extremos y mediapuntas para moverse entre líneas.
En fases defensivas, el esquema se transforma en un 1-4-4-2 compacto, con los jugadores de segunda línea ayudando en la presión y los laterales ganando protagonismo en la salida. La prioridad es clara para el equipo asturiano. Robar, correr y castigar los espacios rivales antes de que el adversario tenga tiempo para replegar.
Esa verticalidad es, probablemente, la principal seña de identidad del equipo. Sin buscar largas posesiones, el Sporting parece querer apostar más por transiciones rápidas que sorprendan al rival. Cuando consigue robar en campo contrario, los ataques se activan de forma inmediata, con Dubasin o Gelabert buscando diagonales y rupturas.
El Sporting ha aprendido a atacar con pocos toques, priorizando la velocidad sobre la elaboración. Borja Jiménez, que quiere un conjunto “valiente, competitivo y agresivo”, más enfocado en la intención que en la estética, encaja con esa mentalidad, combinada con un trabajo físico notable que ya ha hecho del equipo gijonés un conjunto incómodo y difícil de contener a pesar de los resultados negativos.
Sin embargo, la apuesta tiene su contrapartida. La agresividad en la presión y el empuje ofensivo dejan espacios atrás que el equipo aún no ha aprendido a controlar del todo. En varias jornadas, el bloque rojiblanco se descompuso con facilidad en duelos de ida y vuelta, encajando demasiados goles en pocos partidos. El 3-4 frente al Albacete fue la muestra más clara de esas grietas, con desajustes defensivos impropios y errores en el marcaje a balón parado que evidencian, además, una falta de contundencia en los duelos preocupante.
El doble pivote, piedra angular del sistema, también ha sido motivo de análisis. El técnico abulense busca una pareja que no solo destruya, sino que sepa dar continuidad al juego. En los mejores tramos del equipo, ese binomio funciona, con uno de los mediocentros incrustándose entre centrales para iniciar la salida, mientras el otro se adelanta para enlazar con la línea de “tres mediapuntas”. Cuando la coordinación falla, el Sporting pierde el control del centro del campo y el equipo se parte en dos. Es en esos momentos donde sufre más de la cuenta.
Aun así, las virtudes deben pesar en el análisis. La presión tras pérdida es uno de los mecanismos más afinados del conjunto gijonés. Cuando la pierde, el equipo salta al unísono, encierra al rival en su propio campo y fuerza errores que acaban convirtiéndose en ocasiones. Esa intensidad le permite competir incluso cuando no domina el juego. Además, la movilidad de los tres jugadores por detrás del punta genera una constante sensación de amenaza. Esa dinámica ofensiva, aún imperfecta, apunta a ser uno de los puntos fuertes de la era Borja Jiménez y que pretende potenciar los números a nivel de finalización.
¿Cómo le puede hacer daño el Sporting al Real Valladolid?
El Sporting puede hacer daño al Pucela de Almada desde ese escenario que mejor domina. Son dos equipos con virtudes y defectos parecidos, a los que la presión alta y las transiciones veloces les acompaña en el bien y el mal. El conjunto gijonés es peligroso cuando consigue robar en campo rival y convierte cada recuperación en una ocasión potencial y el Pucela, que acostumbra a salir jugando desde atrás y a apoyarse en las bandas, puede verse comprometido si los rojiblancos ajustan su presión sobre los centrales y el primer pase de salida.
Además de que, la altura de los laterales del Pucela, puede provocar una zona de peligro a la espalda si el Sporting encuentra huecos tras los laterales rivales, especialmente trastocados por la baja de una piedra angular este año como Iván Alejo. Ahí puede radicar una de las claves del partido. Si el Sporting corta el ritmo antes de que el equipo de Almada encuentre a figuras clave como Chuki o Biuk entre líneas, es difícil que consigan encontrar huecos eficientes.