Es difícil ver al Sporting de Gijón y no fijarse en César Gelabert. El jugador palentino de 24 años ha encontrado en Gijón algo más que un destino profesional. En la ciudad costera ha hallado un punto de inflexión desde el que poder mostrar equilibrio. Después de años marcados por las lesiones, la irregularidad y la búsqueda de continuidad, el palentino parece haber encajado en el Sporting y puede ser vital en el engranaje que Borja Jiménez intenta construir en el Sporting.
Su fútbol, de pausa y precisión, contrasta con el vértigo de una categoría que rara vez concede tiempo para pensar. En un entorno que le ofrece confianza y responsabilidad, Gelabert vuelve a ser ese mediapunta que promete luz entre líneas, el jugador que entiende el juego desde la sensibilidad más que desde la potencia. La afición rojiblanca lo ha recibido como lo que es, un talento distinto. Un futbolista que interpreta el juego con la cabeza antes que con las piernas.
En un Sporting que busca consolidar su identidad, Gelabert representa la inteligencia y el equilibrio que toda reconstrucción necesita. Cada toque suyo corrige la precipitación, cada pase rompe un molde. Y aunque su camino ha estado lleno de curvas, su presente en El Molinón sugiere que su talento ha encontrado el contexto que merecía.
Así juega César Gelabert
Tácticamente, César Gelabert encaja a la perfección en el 1-4-2-3-1 de Borja Jiménez. Su hábitat natural es la mediapunta, justo por detrás del delantero, donde puede recibir de espaldas, girar y filtrar. Allí se mueve con libertad para intervenir entre líneas, generando conexiones con los extremos y los mediocentros.

El abulense, como lo veía también Garitano, lo considera un “jugador puente”, indispensable para enlazar la salida con la finalización. Su radio de acción le permite adaptarse: puede bajar a la base para dar salida o pisar área en segunda línea. Cuando el Sporting recupera alto, es él quien da sentido al siguiente pase, quien decide si acelerar o pausar. No vive del balón, pero lo mejora cada vez que lo toca.
Su repertorio técnico es amplio. Tiene una conducción serena, dominio con ambas piernas y una notable capacidad para romper líneas con el pase. Sabe cuándo atraer rivales y cuándo soltar rápido. Su control orientado y su lectura del espacio lo convierten en un futbolista imprevisible, capaz de girarse con naturalidad incluso bajo presión.
Además, su golpeo desde media distancia le añade un recurso valioso a un equipo que, por momentos, acusa falta de remate exterior. No es un mediapunta de fuegos artificiales, sino de decisiones inteligentes, de esos que dan continuidad al juego sin alardes y que esta temporada ya está dando números, con cuatro goles en los nueve partidos jugados en la 25/26.

En el aspecto colectivo, su entendimiento del ritmo lo convierte en el termómetro del Sporting. Cuando el partido exige pausa, Gelabert baja unos metros, se asocia y da sentido a la posesión. Cuando hay espacio, acelera con un pase vertical o una conducción corta. Esa capacidad para alternar tempos es clave en un equipo que vive del vértigo y las transiciones.
Sin embargo, también arrastra algunos defectos: sufre cuando el rival aprieta arriba y el Sporting no logra salir limpio, y sufre aún más si no tiene un doble pivote sólido a sus espaldas. Tampoco destaca por su potencia física ni por su presencia en el choque, y su fragilidad ha sido un punto débil en etapas anteriores. En partidos trabados o con duelos intensos, le cuesta sostener su influencia.
César Gelabert parece haber encontrado en Gijón un lugar para estabilizar su carrera y reivindicarse como ese mediapunta que hace del pase su argumento. En un fútbol cada vez más físico, su talento parece una rareza, es un jugador que respira calma. El Sporting lo ha entendido y lo ha blindado, consciente de que futbolistas así no abundan. Su evolución será, en buena medida, el termómetro que marque hasta dónde puede llegar este nuevo Sporting.
