Mucho que decir en una noche tan dura. La realidad es que el Real Valladolid sufrió más de lo que debía en un partido que dominó por encima de lo esperado previamente, incluso con la sensación previa de que el plan que iba a seguir Las Palmas podía venirle bien al Pucela de Almada. El equipo no es capaz de transformar en goles su insistencia y su dominio en el campo y eso condena el buen trabajo con un marcador en contra.
Más allá de la lógica sensación de desamparo en la grada, donde las derrotas en casa duelen el doble, la sensación de que los de Almada no saben traducir esa capacidad para acercarse a portería rival en anotaciones va más allá de un tema de perfiles o de entrenamiento. La plantilla, como dejó claro Guille Bueno en sala de prensa, “está con el míster” y creen firmemente en que “las victorias van a llegar”, pero los goles son más necesarios que nunca para dar motivos de sobra para confiar en que este es el camino. Más que argumentos, que hay bastantes, se necesitan pruebas.
En el camino para intentar comprender mejor lo que fue la nueva derrota del Real Valladolid en el José Zorrilla, pretendemos entender mejor la derrota ante el equipo canario. Una vía para tratar de evaluar las sensaciones de un equipo que pone toda la carne en el asador pero que luego, a pesar de todos los gastos y esfuerzos, no es capaz de comérsela. En la búsqueda de las razones de haber caído de nuevo en LaLiga Hypermotion, hay tres claves que pueden explicar el algo este desenlace de este partido ante UD Las Palmas.
Luis García leyó bien sus opciones
No lo digo yo, lo dijo él en sala de prensa. Luis García sabía que el Real Valladolid estaba acostumbrado a extremos que pudieran buscar línea de fondo y la defensa de los espacios entre central y lateral era un punto complejo para el Pucela. Luis García cambió de banda a dos jugadores que, precisamente, estaban siendo eficaces generando ocasiones.

Contra el Valladolid solo necesitaron de una ocasión y de catorce minutos para demostrar que tenían razón. De hecho, Pejiño marcó por primera vez ante el equipo blanquivioleta, pero en realidad ya había generado dos goles, con asistencias a Ale García e Iván Gil (los dos, jugadores que suelen acompañar en banda contraria). Es ahí donde vio el hueco Luis García y eso le bastó para sacar un gol que le dio tres puntos.
No, la “sequía” de Lukovic no preocupa al míster del equipo canario porque la realidad es que su aporte va más allá de los goles. Entre Ale García y Pejiño, se han producido ya nueve situaciones de gol de los dieciséis goles cosechados ya por Las Palmas en LaLiga. Por cierto, solo uno más que el Real Valladolid en lo que va de campeonato.
De nuevo, nula efectividad
El problema en el Real Valladolid es recurrente y pocos le logran encontrar una explicación que pueda ir más allá de la falta de puntería y capacidad de los jugadores. Almada y los propios jugadores insisten en el continuo entrenamiento en fórmulas de definición, pero el Valladolid sigue siendo un equipo incapaz de aprovechar ocasiones. Ante Las Palmas, las estadísticas no engañan. El Valladolid creó dos acciones de gran probabilidad que desechó en el partido.

Además, fueron 22 los disparos, con solo cuatro a puerta. Las Palmas logró enfocar a portería las mismas veces que el Valladolid con la mitad de disparos. Una realidad que hace entender, de alguna manera, la gran problemática del Valladolid en lo que llevamos de 25/26. La rentabilidad de cara a portería es dramática y afianza la sensación de que, con un poco más de acierto, la mirada y el examen al trabajo de Almada y los suyos podrían ser muy distintos.
Reacción débil
Los cambios, esta vez, no surtieron efecto. Chuki no consiguió esta vez afianzar un volumen de juego consistente que añadiera peligro ni logró ser notorio, incluso a la hora de darle opciones a Ponceau por dentro. Esta vez no fue la clave para afianzar el juego y la tendencia del equipo siguió por la misma vía marcada por el mayor empuje y propuesta por parte del Valladolid, logrando, en la segunda mitad, aumentar de manera inocua el control del balón ante el rival que mejor maneja esa parcela.

Además, la entrada de otros perfiles en ataque no fueron notorios, ni la novedad de Mario Domínguez, ni la luz (tenue, muy tenue) del papel de Arnu a su entrada no fueron suficientes para asentar la importancia de los atacantes, que no mejoraron demasiado al ya de por sí mal rendimiento de Jorge Delgado y Marcos André, ambos muy lejos de lo necesario en área contraria. Ni Lachuer, que debería poder dar algo más de orden o capacidad al equipo en la base, fue una pieza a la que destacar en el surtido de cambios.
Lo que sí hizo ese gasto de los cinco cambios es mostrar una tendencia clave y creo, bastante interesante: Almada cambia todo el ataque e incluso el dibujo para buscar distintas soluciones a la falta de acierto, con cuatro de los cinco cambios en zonas de ataque, pero en el área rival nada funciona. Al menos de momento.
