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El Real Valladolid se ahoga en el diluvio

El conjunto blanquivioleta suma su tercera jornada sin ganar y sin ver portería, a pesar de todo lo que, a su manera, intentó

por Jesús Domínguez
24 de noviembre de 2025
en Primer equipo
Real Valladolid

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El Real Valladolid alcanzó contra la Real Sociedad B su tercera jornada consecutiva sin ganar y también sin ver portería, y eso que empuje tuvo, porque lo cierto es que intentó hasta el final equilibrar la balanza y neutralizar el gol de Balda en la primera mitad. Este llegó en una segunda acción a pelota parada, que puede achacarse a la mala fortuna. Lo que sucedió en campo contrario, bajo el diluvio donostiarra, no fue solamente mala suerte: fue, otra vez, fruto de la falta de acierto, pero no solo de cara a puerta, sino también a la hora de buscar alternativas para mejorar el juego.

El guion previsto para la contienda se cumplió en los compases iniciales, en los que no hubo un respiro. En estas, entre la presión alta y la verticalidad buscada, el Real Valladolid tuvo un par de aproximaciones al último tercio en los primeros minutos. Esa misma velocidad la pretendían imprimir también los donostiarras, imprecisos a veces desde la figura de Aitor Fraga, pero amenazantes cuando conseguían contactar con Dani Díaz u Ochieng, a los que trataba de hacer llegar el esférico anhelando conductas tan diferentes como lo son sus características.

Resultaba curioso que tanta electricidad no se tradujera en luz en el fútbol. Así, el gol de Balda llegaría en la primera ocasión; concretamente, en una segunda acción de balón parado, tras una falta de Alejo que Dani Díaz sirvió al área, que Lachuer rechazó y que el defensor envió a guardar con todo el Real Valladolid hundido por el servicio previo. Al tanto, los blanquivioletas respondieron -sobre todo- con dos llegadas protagonizadas por Peter Federico, que remató mal en una y erró en la toma de decisiones en la otra, en la que tiró en lugar de centrar.

Peter Federico
Peter Federico corre por la banda de Anoeta

Cuando llegó el descanso, la lectura a hacer es que cadencia el Real Valladolid tenía; finura ya es otra cosa. Por intensidad, robó e incomodó en campo contrario a menudo. Por intensidad, tuvo frecuencia de centros y en alguna ocasión atacó la última línea con superioridad numérica, o al menos, con la sensación de que podía llegar a amenazar al tener el fútbol de cara y espacios para correr. Pero precisamente el extremo hispano-dominicano fue el reflejo del juego de los vallisoletanos: correr, corrían, y llegar, llegaban, y generar, generaban… pero faltaba algo más.

Latasa como clavo ardiendo del Valladolid

Los problemas de definición (que no eran los únicos, aunque otra vez sí los mayores) intentó compensarlos en el entretiempo Almada dando entrada a Latasa y volviendo al 1-4-4-2. Sin embargo, como quiera que la ocupación de espacios o la variedad de los centros no hacían acto de presencia, tuvo que dar entrada también a Chuki y a Tenés a ver si con ellos la cosa mejoraba. Para cuando entraron, al menos no debió lamentar el uruguayo un segundo gol, que cerca estuvo de recibirlo, pues Gorka Carrera remató al palo… culminando una transición de un saque de esquina del Pucela.

Por no tener, no tuvo ni fortuna el cuadro vallisoletano, dado que Stanko Juric remató a la cruceta -sí- en una falta botada por Chuki. Bajo el diluvio donostiarra, los envíos hacia el área se seguían sucediendo, mientras que la Real Sociedad B pasaba a cerrarse con tres centrales, intentando mantener superioridad frente a los delanteros visitantes. Tampoco es que anduviera agobiado, porque el Real Valaldolid solito, sin necesitar ayuda, era capaz de anularse. No en vano, de poco o nada sirvieron los cambios, más allá de que Tomeo tuviera un testarazo en otro servicio de otro recién ingresado; Biuk, en este caso.

Gorka Carrera, Guilherme Fernandes
La ocasión de Gorka Carrera sobre la portería de Guilherme Fernandes

Arnu para quemar las naves

Las últimas intentonas llegaron con Arnu sobre el terreno de juego, un Arnu que tuvo dos intervenciones dentro del área, de espaldas a la puerta contraria, que pudieron favorecer sendas ocasiones para sus compañeros, bloqueadas por la zaga. Esta fue la tónica general de los últimos minutos, en los que los blanquivioletas dieron un último arreón inútil. Por voluntad no fue, porque, a decir verdad, por voluntad nunca es, porque el equipo de Almada, querer, quiere siempre. Sucede que con eso no basta, y en su tendencia al atasco, el Real Valladolid lo volvió a demostrar.

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