Cada día se va haciendo más difícil no repetir con las claves de cada partido del Real Valladolid, especialmente en las derrotas. La realidad de este equipo bebe de ciertas situaciones comunes que suelen citarse en cada duelo y que van despejando el camino a quienes todavía dudan de la profundidad de los problemas que le acompañan desde verano. Esta nueva derrota ante la Real Sociedad B, en Anoeta, alimenta la sensación que deja el Valladolid de que, por este camino, el techo competitivo está claro.
Sin meternos en la difícil realidad de armar un equipo competitivo en Segunda División y en lo difícil que es acertar en un mercado de fichajes cada día más cerrado a los equipos humildes, la realidad de este equipo da muestras de agotamiento que no solo habla de acertar o no con las piezas. En la búsqueda de las razones de haber caído de nuevo en LaLiga Hypermotion, hay tres claves que pueden explicar el algo este desenlace de este partido ante la Real Sociedad B.
El gol como utopía
Incluso llevando el fútbol a su mínima expresión entendemos que sin marcar, al menos, un gol (salvo torpeza del contrario) es imposible sumar de tres. Y, sin gol, no hay fútbol. Esa vieja máxima que formaba parte de una campaña publicitaria de un medio de comunicación tiene una realidad interesante que se adapta a la situación que vive el conjunto blanquivioleta.

En el José Zorrilla y más allá, el Pucela se condena cada semana por su escasa puntería. Ni los perfiles, como ya se habló en este medio, ni la disposición de los acompañantes están en el mejor momento para que el Valladolid logre anotar. Y, siendo todo esto cierto, la mentalidad parece estar jugando su propio partido en esto. Fallar una y otra vez acciones claras está mermando, seguro, la vitalidad de una plantilla que será consciente (más de lo que pensamos) de la situación que viven casi cada jornada.
Fallar ciertas acciones no es entrenable. Se puede entrenar la posición de golpeo, el movimiento previo, el desmarque, la búsqueda del hueco, el pase anterior, el choque, el duelo… pero oler el gol es algo que se lleva buscando en las direcciones deportivas desde su génesis. Y eso, el Valladolid, no lo tiene. Una realidad dura que no debe ocultar que, sin gol, este Valladolid aspira a lo que tiene. Intentar amarrar puntos suficientes para no sufrir y pelear, sin demasiado impulso, no caer demasiado de esa pelea continua en zonas de luz y sombra (playoff o zona de nadie).
No todo es la falta de gol
Sí, hay más cosas. Porque este equipo tiene una nula capacidad para potenciar la presión cuando el físico dice basta, así como aprovechar las jugadas a balón parado para intentar afianzar una victoria que no llega por el cauce habitual. Con perfiles que podrían ser interesantes para poder rascar goles y puntos en esa realidad, el Valladolid de Almada se queda en el aire.

Y un equipo que no explota todas sus virtudes es un equipo que está cerca de ser herido. Además, una de las cuestiones que más preocupa es esa incapacidad para conectarse rápido a los partidos y mostrar colmillo antes del gol rival. En varios encuentros se ha visto un Valladolid inferior que empezaba los partidos por debajo en el marcador tras un error propio. Esa realidad complica la construcción de un equipo que pueda respirar un poco tras adelantarse o, como poco, empatar el duelo. Desde la ventaja se trabaja mejor, pero a este Valladolid le ha costado y le cuesta una barbaridad poder comprobarlo.
Sin presión efectiva
El equipo presionó mucho, sí, pero no lo hizo como debía. Sobre todo en la segunda mitad, se vio un equipo cansado, al que no mejoraron los cambios y que no pudo replicar los duelos y los robos de una primera mitad más interesante en lo colectivo a pesar del gol en contra. El Valladolid no se puede permitir perder esa intensidad para robar en campo contrario porque no es un equipo eficiente para poder someter con balón. Esa es la cruda realidad. No han funcionado las apuestas para gobernar con pelota y la realidad de este equipo bebe mucho de su salud robando y manteniendo ese impulso de carácter, rabia y frenetismo.

Lejos de ese caos, el Valladolid se hace pequeño y enfrenta la dura realidad de tener que luchar por objetivos más acordes como mantener el marcador a cero y calibrar bien defensivamente para que el rival no te inquiete. Al Valladolid le ha dominado por tramos una Real Sociedad B que trabaja bien con balón, pero también equipos que no tienen esa solvencia. Y ahí está el drama. Se ha perdido algo que sí hacía diferencial al conjunto de Almada, que es dejarse todo desde el minuto 1 al 90. Al menos, esa es la sensación.
