En el fútbol, como en la vida, dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y a eso sonaron este lunes las palabras de Víctor Orta sobre la difícil renovación de Chuki; a ese último aliento que quiere mantener uno incluso cuando sabe que todo está perdido. Usó la palabra en plural y dijo que sigue «teniendo esperanzas», si bien no parece suponer mucho, teniendo en cuenta que llegó a ser «moderadamente optimista», según confesó. Es sabedor el director deportivo de que el tiempo apremia, aunque, en contra de las respuestas que acostumbra a dar, con el futuro del canterano fue bastante escueto.
Realmente, encerraba la contestación de Orta un pesimismo que ha ido a más según las conversaciones se han ido produciendo con el entorno de Chuki, que, para más inri, echó balones fuera el día que pudo declarar su amor al Real Valladolid (aunque es lícito que no lo hiciera). Sí, fue ese mismo que se besó el escudo, pero que sorteó hablar de su futuro dejándolo en manos de sus agentes y ciñéndose a que esta es su casa y a que quiere ascender. Desde entonces (realmente desde antes) cada detalle, incluido hasta el color de la camiseta que vestía, ha levantado suspicacias.

No solo Almada pesa
Una de las circunstancias que han jugado por momentos en contra del Real Valladolid es que Chuki no ha tenido el protagonismo deseado o esperado con Guillermo Almada, quien, en su fijación por alinear en cada partido un once lo más parecido posible al anterior, no siempre fue justo con el canterano. Ciertamente, los 859 minutos que ha disputado hasta ahora en LaLiga Hypermotion están condicionados por la lesión que tuvo al poco de que diera comienzo la competición, pero, después de esta, y sin que nadie se declarara indiscutible en su puesto, solo volvió a encadenar titularidades justo antes de su portazo.
Esta cuestión reabre el debate sobre si fue antes el huevo o la gallina; sobre si primero tenía que hacerse fuerte él o sobre si para hacerse fuerte necesitaba continuidad. Y alrededor de Chuki se decantan más por esto, por que tenía que ser una figura vertebral que, sin embargo, no ha acabado de ser. Sus detractores -que los tiene, justo por no firmar- señalan una jerarquía que presuntamente debe demostrar también él. Como si tan solo fuera suya esta obligación. Como si no fuera el jugador de mayor impacto del equipo (cuatro goles y dos asistencias) pese a haber jugado menos que el resto.

El interés que despierta Chuki
En realidad, la controversia que genera Chuki viene de tiempo atrás; fundamentalmente, de la temporada pasada, aunque ya antes entrenadores como Pacheta intentaron descifrar al jugador que tenían entre manos, talentoso y no siempre conectado con el caudal ofensivo del equipo, pero decisivo si intervenía en zonas próximas al área y lo hacía con la jugada limpia (tanto es así que Pacheta probó a utilizarlo de interior, y no de mediapunta). ¿Qué es lo que tiene Chuki que atrapa? Se preguntaba más de uno, en Valladolid y fuera. La respuesta es tan simple como abstracta: magia.
Como quiera que la tiene, son muchos los clubes que están pendientes de sus andanzas, a sabiendas de que el 1 de enero pueden abordar de manera definitiva su fichaje. Ese 1 de enero tan temido en Zorrilla no ha sido (o no parece ser) una fecha límite, ya que la predisposición del club sigue siendo generar el escenario idóneo para que Chuki decida ampliar su contrato. Sucede que los cantos de sirena distraen, puede que no al futbolista, pero sí a quienes siguen su letra. Villarreal, Real Betis, Como y Stuttgart son algunos de los nombres de esas sirenas. Y a su alrededor todo es ruido.
