 La última vez que Vetusta Morla visitó Valladolid fue el veintisiete de diciembre de hace algo más de un año. Víspera de los Santos Inocentes, y fecha en la que este humilde escribiente se encontraba en otras tierras y, por ende, no pudo disfrutar de Pucho & co.
La última vez que Vetusta Morla visitó Valladolid fue el veintisiete de diciembre de hace algo más de un año. Víspera de los Santos Inocentes, y fecha en la que este humilde escribiente se encontraba en otras tierras y, por ende, no pudo disfrutar de Pucho & co.
Quien quizá lo haya hecho es un Juan Carlos Rodríguez que, después de confirmarse su salida del organigrama del Real Valladolid, ha analizado en los micrófonos de Onda Cero los errores de la temporada que viene de finalizar. En ninguno de los casos, entonando el mea culpa.
El ya ex adjunto a la dirección deportiva del club, decía, ha dado un discurso en el que recordaba bastante a las letras de uno de los grupos de mayor repercusión entre la juventud en la actualidad.
Hay tanto idiota ahí fuera, parecía afirmar cuando culpaba a medios y afición de enturbiar y enrarecer el entorno antes del partido ante el Villarreal y otra derrota aún por determinar.
Porque consideración de idiota es la que Juan Carlos parece dar a quien denunció, ante su permisividad, la falta de profesionalidad de la plantilla por la que debía velar; y lo que es peor, a aquellos sectores del pucelanismo que se lo creyeron. Esto es, a buena parte de la afición.
Increíble resulta que después del incondicional apoyo mostrado al equipo ante Sevilla, Getafe y Racing de Santander, aquellos que verdaderamente sienten al club como suyo sean encima criticados. Ya antes Nauzet Alemán lo hizo.
Siquiera el grupo de Tres Cantos dice al cantar “Valiente” aquello de disculpad mi osadía. ¿Alguien se imagina a dos de los grandes culpables del descenso pidiendo perdón?
Sigue la canción diciendo hablando de pensar que ya no estoy, que el eco no es mi voz. Curiosa paradoja entre el título y lo que estos dos personajes han cometido: La cobardía de, pensando que ya no están, hablar tras dejar el club Juan Carlos y la ciudad Nauzet.
El ex jugador ha ido incluso más allá. Poco menos que ha excusado la poca profesionalidad de los jugadores excusándose en lo que otros muchos, la juventud de la plantilla y las salidas de pasados años. ¿Les parece raro que ante este panorama Nauzet Alemán reconozca que, al contrario que de sus gentes, disfruta de la noche pucelana?
En este punto he de reconocer que más que sus palabras, era “Pequeño desastre animal” lo que sonaba. Más exactamente, la estrofa en que se habla de una estatua de sal, pues a la vista está que eso fue Juan Carlos en el vestuario. Una estatua de sal que únicamente cobró vida en un par de rondos con One al mando.
No conforme con no reconocer su inmovilismo, y por si no bastase con la excusa de la prensa y la afición, recordó a Héctor Rodríguez y sus oyentes que el del Valladolid es uno de los presupuestos más bajos año tras año de la primera división. Claramente, obviando el desembolso realizado en los múltiples fichajes realizados.
Demagogia o pretender cuadrar un círculo. Denominen su técnica como prefieran. Después de todo, ¿no nos ha llamado él derrotistas? Alegando que por ese bajo presupuesto, el descenso para nosotros es siempre una posibilidad.
¿No habíamos quedado en que asumir que rendirse no es una opción? ¿O acaso se perdió dicha canción? Quizá por culpa del aparcamiento arribó con “La Marea”, esa que, como él negando la mayor de un vestuario no fraccionado, habla cangrejos alados…
Claro queda que, si de verdad Juan Carlos acudió aquel veintisiete de diciembre junto a lo que hoy es la discoteca Kherala para ver actuar a Pucho y sus amigos, hubo una canción que sin duda debió perderse: “Autocrítica”.
Porque eso le ha faltado hoy. Entonar el mea culpa. Si Suárez lo hizo, ¿por qué él no? Es un hecho que falló como enlace entre plantilla y oficinas, lo cual nos ha condenado a pasar por lo menos un añito en el infierno.
Pero a él y a Olabe seguro que poco les importa. Como Vetusta Morla, seguramente hayan echado el cierre a su particular concierto cantando “Sharabbey Road”. Ya saben, aquello de se lo llevó la tormenta y el tiempo, nada se pudo salvar. Sólo quedó un equipo sin luz…
