El Real Valladolid logra el salto a la primera división después de empatar frente al Alcorcón en el Nuevo José Zorrilla en un encuentro sufrido en el que se adelantaron los de Anquela en la primera mitad. Ya en la segunda, Javi Guerra obró la igualada con el gol del ascenso.

El Real Valladolid vuelve a la máxima categoría del fútbol nacional después de empatar frente al Alcorcón en el encuentro de vuelta de la final de la promoción en un encuentro duro, sufrido, en el que los soldados de Djukic debieron emplearse a fondo para neutralizar -por medio de Javi Guerra- el tanto amarillo al filo del descanso y las acometidas alfareras en pos de un segundo tanto ascensor.
La igualada final da con los huesos blanquivioletas en la primera división después de que los hombres de Anquela castigasen a los locales con el fútbol intenso que acostumbran, y que unido al agarrotamiento provocado por tamaña empresa, hizo que los locales disputasen una primera mitad sin brillo alguno.
Borja y Quini, habitual pareja de baile en el ataque madrileño, dejaron paso al catalán Oriol Riera, uno de sus hombres más peligrosos en los dos encuentros recientes disputados en Santo Domingo. Por extraña que pareciese la apuesta, funcionó; ya que el refuerzo de Abraham en mediocampo permitió al Alcorcón gozar de la posesión y buscar con peligro al nueve, infatigable en la búsqueda de puntos de fuga en la zaga vallisoletana.
Enfrente, el Real Valladolid no terminaba de encontrarse a gusto por culpa de la presión alta alfarera y la tensión propia de quien sabe que su margen de error es nulo, a pesar de que el viento sople a su favor; empuje que llegaba en este caso de la mano de las veintiséis mil almas que poblaban las gradas y del tanto de margen que traían de la Comunidad de Madrid.
Paco Montañés probó a Dani Hernández, que parecía menos seguro que en los partidos precedentes y aun así desbarató su oportunidad, mientras que Óscar buscaba poner tierra de por medio en el cómputo general con un lanzamiento casi tan lejano como los que se produjeron en la meta contraria al descanso.
Antes de que éste se produjese, en el tercer minuto de los cuatro de alargue decretados por Hernández Hernández por la lesión de uno de sus asistentes, sería otro envío largo el que produciría que los corazones blanquivioletas se encogiesen. Un desplazamiento vertical lejano del central Agus pilló desprevenidos a la defensa y a Dani, entre quienes se filtró Fernando Sales para hacer de cabeza el primer gol del encuentro.
En el intermedio la grada olía a drama mientras Manu y José disfrutaban de su victoria en el reto BBVA, patrocinador que da nombre a la competición por Valladolid tan ansiada. Pero no fue tal, ya que tras el paso por vestuarios la cara del Pucela cambió. Así, apenas ocho minutos después de arrancar el segundo periodo, Javi Guerra hizo el tanto de la igualada tras cesión de Óscar de los derechos de la miel del gol.
El ‘profe’ Álvaro Rubio entró entonces al campo para dar sus clases de arquitectura y convertirse en el rey de la alternancia del pase y en el jerarca que decidía sobre cada una de las contras que el Real Valladolid lanzaba; cuando no para dejar simplemente los últimos retazos del juego que enamoró a todo aficionado objetivo desde que volvió a la titularidad frente al Elche.
El Alcorcón, sabedor de que el ascenso no valía más que un gol, se fue a por la portería de Hernández en su busca, provocando unos lógicos espacios que el Pucela intentó aprovechar, sin éxito. Anquela, soñador y ambicioso, quemó todas sus naves, gracias al cielo inútilmente frente a una zaga segura como siempre y expeditiva como nunca.
El susto lo llevó a las gradas de nuevo Paco Montañés, quien nuevamente se topó con los reflejos de Dani Hernández. Antes Víctor Pérez y -especialmente- Sisi pudieron cerrar la puerta del ascensor al Alcor con un lanzamiento sin fuerza y un tiro al poste. Más tarde, Quini se dio de bruces con Marc Valiente en la última ocasión clara para los amarillos; aunque no del partido, ya que Javi Guerra y Jofre marraron las definitivas frente a Manu Herrera.
El marcador ya no se movió, sin embargo, y el empate a uno sirvió para que en el bajo púlpito y en la bancadas se viviese una fiesta como hace años no se recordaba en Valladolid, por el llenazo y por el hito. El Real Valladolid supera así la barrera del play-off después de doblegar en el cómputo de la final a un Alcorcón dignísimo, cuyo sacrificio, ambición y juego sube un par de puntos la importancia de lo conseguido.
Después de las oportunas celebraciones sobre el césped, éstas pasaron a vestuarios y de nuevo al verde, donde una vez más se hizo patente la comunión entre equipo y afición, una unión que no existió durante importantes tramos de la temporada, pero que en los momentos de extrema relevancia volvió por sus fueros para que juntos, aficionados, empleados y jugadores, puedan anunciar a los cuatro vientos que vuelven a casa.
