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La derrota del lindo gatito

por Jesús Domínguez
24 de septiembre de 2012
en Noticias
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El Real Valladolid cae en el Vicente Calderón fruto de una mala primera mitad y del saber hacer colchonero.

 

Gol Atlético
Foto: Marca

La historia del Real Valladolid es la del lindo gatito. Sí, ése al que creía ver Piolín. Como Silvestre, amaga con crear peligro. En ocasiones, de hecho, lo crea. Pero su inocencia y la chispa del rival evitan frecuentemente el atracón. O lo evitaron en el Calderón, plaza donde no es un drama caer. Menos en el actual estado de gracia del Atlético de Madrid. Aunque no por ello deja de doler la carencia de mordiente.

Reconocer la mayor no es hacerse sangre tras rasgar unas vestiduras que cambiaron a orilla del Manzanares. Miroslav Djukic, conocedor de las virtudes rivales, cambió a Jesús Rueda y Álvaro Rubio para dar entrada a Henrique Sereno y Lluís Sastre.

El objetivo, claro, era frenar por dentro las hordas que juegan al engaño por fuera. Con Sereno, central más posicional que Rueda, y con Sastre, más pivote que cabecero, buscaba reforzar el pasillo central derecho a sabiendas de que el Atleti es ancho para ser profundo.

Pero el plan se estropeó apenas iniciado el encuentro. O quizá no. Pero lo cierto es que Sastre tuvo que retirarse del césped después de tomar aire por primera vez. Tuvo que entrar Álvaro Rubio, que arrastra problemas físicos desde la visita a La Catedral, y aunque el equipo tuvo el balón, éste no circuló con demasiada fluidez.

La alta presión rojiblanca lo impidió, y también que Óscar no estuvo demasiado bien. En parte porque, por la ausencia de Ebert, debió aparecer por varios frentes, obligado por los excesivos cambios de posición de su sustituto, Alberto Bueno. Y como Omar va a ráfagas y Guerra parece empeñado en convertirse en ‘batallita’, al equipo en ataque le faltó chispa.

Si los blanquivioletas gozaron de mayor posesión durante la primera media hora fue por algo tan sencillo como que al Atlético no le hace falta dominar el cuero en exceso para montar un incendio. Les basta con recuperar y salir raudos y dispuestos a asistir a Radamel Falcao o a un buen Diego Costa.

El gol llegó así, con una recuperación en campo rival y una jugada rápida, aunque el gol no fue de ninguna de las bestias, sino de Diego Godín, que, vestido de frac, salvó la salida de Jaime con una bonita vaselina que, lejos de desperezar a un Real Valladolid apagado, lo adormeció hasta el punto que, de no ser por el meta de Ciudad Real, un minuto después habría llegado el segundo, esta vez sí, obra de Falcao.

Por si la propia candidez fuera poco, el tanto de Godín llegó por el carril central reforzado con la entrada de Sereno. En el lugar reservado a Lluís Sastre, Rukavina tardó en cerrarse, el luso no pudo achicar y el charrúa puso el primero. El segundo lo anotó Radamel después de un ‘penaltito’ cometido por Omar sobre Diego Costa.

Los de Djukic volvieron de vestuarios como se habían ido, apáticos. Tuvieron la suerte de contagiar a Thibaut Courtois hasta el punto de que se le adormecieron las manos, incapaces de blocar un lanzamiento sin demasiado peligro de Bueno. El resultado fue más accidental que incidental, ya que el balón se coló en su meta, pero el peligro, a posteriori, no fue excesivo.

El Real Valladolid le echó arrestos al partido, pero fueron insuficientes para igualarlo. El propio Courtois impidió a Bueno hacer su segundo tanto de la temporada y Muñiz Fernández a Víctor Pérez -o a quien fuera- de disponer de la posibilidad de anotar al no señalar una pena máxima distinta a la sí cobrada en favor del Atleti, pero que era, como mínimo, de igual calado.

En cualquier caso, el posible penalti de Filipe Luis a Lolo, que podría haber supuesto el empate, no debe hacer de menos la actitud y aptitud mostrada por el equipo que dirige ‘El Cholo’ Simeone durante todo el encuentro. En primer lugar, porque dio una sensación de suficiencia que invita a pensar en una victoria más holgada en caso de haberlo deseado o pretendido. Y, junto a ello, porque demostró sentirse cómodo jugando así.

Si los soldados de Djukic fueron Silvestre, el conjunto colchonero fue la abuelita dueña del botín que arreó al minino en la cabeza con el rodillo de amasar el pan por pretender comer algo que no estaba, al menos hoy, a su alcance. El recibido es el tercer golpe consecutivo que llega en respuesta a las capacidades e intentonas del Valladolid de sumar de nuevo tres puntos. Algo para lo que deberán mejorar en voracidad. Por evitar un cuarto golpe, más que nada.

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