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Demasiados errores

por Jesús Domínguez
17 de septiembre de 2011
en Noticias

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Bueno 17.9
Foto: El Norte de Castilla

Que los errores se pagan es una máxima conocida por todos los amantes del deporte. Que el Real Valladolid disfruta recordándola es un hecho tan sencillo de demostrar como que el hastío que sienten los abuelos cuando sus nietos estudian y los patos emigran.

Los descreídos, si es que aún queda alguno, no tienen más que ver el arranque del partido frente al Murcia para salir de dudas. El inicio y buena parte del transcurso, a tenor de lo visto especialmente en la segunda mitad, a pesar de la mejora.

Fueron demasiados los errores cometidos por los de Djukic y por el propio técnico. Porque, sin pretender hacer sangre -menos en el amanecer de la campaña-, lo cierto es que el almirante, como sus hombres, también se equivoca.

Aunque por campechano y comprometido cueste criticarlo, lo cierto es que lleva dos semanas sin demasiada suerte en la toma de decisiones. Falló la pasada desplazando a Sisi a la derecha por la entrada de Nauzet y dejando a Álvaro Rubio en el banco para que entrase Baraja.

En esta ocasión -y, repetimos a los susceptibles, sin pretender hacer sangre- el equívoco viene de pretender hacer jugar al capitán y a Mehdi Nafti a algo a lo que no están habituados. Parecido ocurre a Mongil, más acostumbrado a domar que a doblar.

Una posible lectura de la entrada del central titular del filial allí donde el equipo de Torres Gómez tiene tres hombres es el intento de poner la venda antes de la herida. Esto es, cuidarse de una posible sangría en un flanco donde Nauzet no colabora en labores defensivas.

Otra opción habría sido que Sisi volviese a su perfil natural y éste ayudase a un lateral puro, pero el serbio, que no es de piedra, sucumbió ante la tentación de unir a Óscar González, Nauzet Alemán, Alberto Bueno y Javi Guerra.

El lugar que ocupó el pequeño extremo fue el banquillo, allí de donde salió al final para reactivar un ataque que creó ocasiones, pero apenas fútbol. Porque Alberto Bueno en la izquierda no es igual de Bueno, y porque Nau y Guerra sufren aún el ‘Síndrome Manucho’.

Detalles, en fin, que ayudaron a que el Murcia viese cómo el encuentro se le ponía de cara ya de inicio. Unidos a los errores defensivos, claro. Pese a gozar los locales de la primera franca y pronta posibilidad de anotar, el equipo de Iñaki Alonso logró adelantarse ya en el minuto siete.

Lo hizo Javier Baraja en la meta equivocada, después de errar en el despeje de una falta lateral botada apenas pasados unos segundos de una muy buena ocasión de Borja Bastón frenada por Jaime.

Al cuarto de hora, de nuevo tras un desajuste atrás, llegó el segundo. Definió bien Richi tras recibir de Pedro. Se aprovechó de la mala salida de la línea defensiva del Real Valladolid para coger la espalda a Carlos Peña y erigirse en figura. En el sesenta y dos, expulsado, lo haría en genio.

Óscar Sánchez, Oriol, Iván Amaya y Jorge, veteranos de guerra, hicieron una trinchera en la frontal de su área para defender la meta de Alberto, con una línea de cuatro (y medio) enfrente.

En ella se encontraba Aguilera, agresor al filo del descanso de Óscar González. Pertrechó su ataque desquiciado porque los blanquivioletas no enviasen el balón fuera ante el teatro de uno de sus compañeros, una actuación a la que se sumó Oriol aplaudiendo irónicamente a Bueno.

Ni Amoedo ni su cuarto árbitro acertaron a ver -o a querer ver- el golpetazo al salmantino y el menosprecio al madrileño, que habrían traído como consecuencia una roja y una amarilla, además de más tiempo extra que el minuto que terminaron añadiendo.

Sin amplitud en banda derecha y sin excesiva profundidad en la izquierda, había variado el guión escrito para los primeros capítulos del serial; máxime cuando el cabecero de área que daba salida interior al equipo había dejado sitio a una mayor responsabilidad en el inicio de la jugada de los laterales.

Por corazón y acción o por cabeza y omisión, se llegó al descanso con el Murcia sitiado y el Real Valladolid volcado y fiando sus posibilidades a Alberto Bueno y Javi Guerra. Mejoraría el primero por detrás del malacitano en el segundo acto.

Es, este último, capaz de convertir un caramelo regalado por un pequeño aficionado en arma de destrucción de redes. En la murcianista anotó a falta de cinco minutos. En medio de una depresión, la propia; y de una locura, la generalizada.

Antes, en el entretiempo, desaparecieron Nafti y Óscar González para dar entrada a Jofre y Víctor Pérez. La intención, clara, más toque y más juego por banda, algo que se agudizó con la permuta de Sisi por Nauzet.

Mejoró el equipo, pero no lo suficiente como para imponerse a un equipo que siguió bien plantado incluso con un hombre menos. Ayudó el hecho de que Amoedo Chas no aplicase el reglamento a rajatabla (como sí hizo luego con Rueda) y perdonase la expulsión a Jorge en el penalty fallado por Alberto Bueno.

También lo hizo el fallo en sí mismo y el juego tan previsible del Real Valladolid, incisivo en la izquierda pero casi inoperante en la derecha. Mongil, correcto pese a los nervios, apenas se sumó al ataque, lo que impedía que el equipo fuese todo lo ancho que debiera para obligar a salir a los de Iñaki Alonso de su área y abrir más espacios interiores.

No sólo no hubo suerte, sino que la líbido futbolística que había despertado el último arreón blanquivioleta en la grada se apagó de golpe, tras un robo de balón que Iturra utilizó para sentenciar a los locales.

Como la igualada en Girona, viene bien el tropiezo para bajar los humos de aquellos que creían todo el monte orégano. Más aún para seguir detectando y buscando corregir errores. De forma comedida, sin castigos ni cambios de dirección. Como los buenos diestros, utilizando la mano izquierda para lidiar con brillantez las adversidades.

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