El Real Valladolid volvió a practicar frente al Deportivo ese fútbol vistoso de laterales que llegan a línea de fondo y de ataque por el centro, que había desaparecido frente al Rayo.

Estadio Sánchez Pizjuán, tres puntos. Estadio José Zorrilla frente al Real Madrid, cero puntos… Con buen juego. Pero no el mismo juego con el que el Valladolid consiguió llegar a Primera División, campando la temporada pasada por los campos de Segunda. Ese estilo de toque y presión que hacía mantener al equipo blanquivioleta, en la mayoría de casos, una superioridad aplastante.
Los pupilos de Djukic comenzaron igual en su regreso a la Liga de las Estrellas. Inicio fulgurante sometiendo al Zaragoza, al Levante, dando la cara en el Calderón… Hasta el encuentro frente al Rayo. El Valladolid llegaba algo dubitativo tras tres derrotas consecutivas y Guerra no rendía en punta de ataque. Djukic se la jugó. El malagueño al banquillo, Manucho dentro. Y funcionó. Pero no como esperaba Zorrilla.
Fue en ese momento cuando el Valladolid renunció a todo lo que había construido el año pasado. No había tanto toque, no había tanta incorporación de los laterales para buscar la cabeza de Guerra. Estaba el angoleño para intentar cazar balones en largo. No era un método malo, simplemente era diferente. Y eficaz. Como muestra ese mismo encuentro frente al Rayo. 6-1. Nada más que decir.
Hasta el momento, diez jornadas después y todavía ausente Guerra, el estilo ‘patapúm p’arriba’ –no llevado al extremo, ni mucho menos- ha seguido funcionando. Pero en Riazor algo cambió, se volvió a ver a un Valladolid con nostalgia, que volvió al pasado. Por momentos se recobró ese juego de toque, de presión asfixiante y con Balenziaga y Rukavina entrando continuamente por bandas, una vuelta al pasado. Solo con una salvedad respecto a la temporada pasada; la efectividad.
El Pucela no estuvo contundente en tierras gallegas, no fue posible alcanzar los tres puntos, pero pudo ser peor. El choque entre Deportivo y Valladolid estuvo más cerca de decantarse hacia el lado local que hacia el visitante. Óscar no supo remachar las ocasiones de las que gozó el equipo, Manucho tampoco, pero al menos se supo atar un punto como visitante en un campo complicado y en lo que pareció la vuelta al estilo pasado.
¿De manera definitiva? No es probable. Lo más lógico es que el Real Valladolid siga con el “juego de esta temporada”. No preocuparse. Lo dicho, la actual forma de jugar, la no vista en Riazor, no es peor que la otra, la de toque, simplemente es diferente.
Y Djukic supo leer este breve regreso a la perfección en Riazor. Volvió a confiar en Guerra y él, en un esquema que reconoció como el del año pasado, se reintegró de nuevo en el equipo como pez en el agua. Un buen paso, aunque no marque, para que vuelva a sentirse cómodo en el campo y recuperarle para la causa.
