El Real Valladolid se llevó la victoria en su penúltima visita al campo valencianista por uno a dos en la temporada 2008/09. “Fue una victoria épica”, recuerda Sesma, autor del primer gol.
Aterrizaba el Real Valladolid el uno de marzo de 2009 en el campo de Mestalla con el único objetivo de alejarse todavía más del descenso.
Por aquel entonces, los de Mendilibar se encontraban en una situación de tranquilidad, en la décima posición de la tabla y con los puestos rojos a seis puntos, pero una victoria suponía espantar prácticamente del todo a los fantasmas de Segunda División.
Por su parte, el Valencia de Unai Emery, quinto, buscaba consolidarse en puestos europeos. La tarea no se presumía nada fácil.
El partido arrancaba sin un tal Villa, que cumplía sanción, pero sí con otros nombres como Silva, Mata o Morientes a la búsqueda del gol. Pese a lo que muchos pudieran pensar, pronto saltaría la sorpresa en Valencia. A los seis minutos Jonathan Sesma se elevaba de manera imperial para cabecear un centro de Alberto Marcos desde la izquierda y alojar el balón en la portería de un César que poco pudo hacer.
“Me acuerdo de aquel gol perfectamente. Empezamos el partido muy fuertes y la primera que tuvimos la metí”, recuerda el extremo canario. “La verdad es que Mestalla es un campo que se me da bien”, insiste Sesma, que el año pasado ya había dado una asistencia a Kome para que hiciera el 0-1 y firmó un doblete con el Cádiz hace dos.
El conjunto blanquivioleta era apodado en aquel momento como el ‘matagigantes’. Había ganado al Madrid, al Atlético tanto en la ida como en la vuelta, y a otros dos colosos como Villarreal y Sevilla que terminarían la campaña como quinto y tercero, respectivamente. Ahora parecía que le tocaba al equipo ché. “Salimos muy bien plantados al campo, presionando muy bien la salida del balón del Valencia y creándoles muchas complicaciones”, rememora Borja Fernández, ahora jugador del Getafe.
La sorpresa no terminó ahí. Sesma seguía haciendo de las suyas por la banda zurda, asociándose constantemente con Goitom, mientras Pedro León no paraba de poner centros desde la derecha. “Me acuerdo de Maduro, que jugaba de lateral derecho aquel día. En ese partido me salía todo bien, igual que al resto del equipo”, recrea Sesma. “Me lo pasé genial porque me iba de Maduro constantemente, estaba con confianza”.
Iñaki Bea, aquel día en el centro de la defensa, también alberga en su mente aquel inicio de partido. “Nos ayudo mucho el gol tempranero de Sesma, pero la verdad es que tampoco tuvimos mucho trabajo a nivel defensivo en la primera parte”. Con tan buenas sensaciones, llegó lo que parecía inevitable.
El canario puso el millonésimo centro desde la zurda y, en una jugada desafortunada para el Valencia, Albiol despejó el balón con tan mala suerte que chocó en César y terminó por convertirse en el cero a dos. Solo era el minuto 31 y todo parecía bajo control para los de Mendilibar. “La victoria era importante porque nos alejaba más del descenso. Por aquellas épocas nadie podría entrever lo que sufriríamos a final de temporada y que tendríamos que ir a Sevilla a jugarnos el descenso contra el Betis en la última jornada”, rememora Iñaki.
No tan fácil

Lo dice el refranero popular, segundas partes nunca fueron buenas. Que se lo digan aquel día al Real Valladolid. Sesma tiene clavado en la mente cómo comenzó la cuesta abajo. “El problema llegó con el gol de Marchena. Fue entonces cuando dudamos un poco y el partido empezó a torcerse”.
En un inocente córner, cuando todo parecía mantenerse bajo control a falta de veinte minutos para el final, Iñaki falló en el marcaje en el peor momento. “Pude hacer algo más por cubrir a Marchena, pero no lo hice y el Valencia recortó distancias. Reculamos y ellos comenzaron a apretar”. “Terminaríamos colgados del larguero”, secunda Sesma.
Borja, que había salido del campo por Vivar Dorado apenas cuatro minutos antes de que Marchena marcase su primer tanto de la temporada, tuvo que sufrir el resto del partido desde la banda. “Después del gol del Valencia, era difícil mantener la calma en el banquillo. Recuerdo perfectamente que nos mataban los nervios”.
Las cosas no habían terminado de empeorar. Mientras Emery metía madera al ataque introduciendo a Míchel y a Vicente al verde, Pedro López entraba demasiado fuerte a Morientes, lo suficiente como para que Fernández Borbalán considerase que el lateral tenía que irse a la ducha antes de tiempo. Una roja a diez minutos del final que dejaba las pulsaciones cardíacas de los pucelanos por las nubes. Minutos antes, Iñaki Bea se había jugado el tipo en un salto con Morientes y tenía que volver a ingresar en el campo con un vendaje que apenas le dejaba ver. La cosa se ponía fea.
Sesma aún rememora lo que podía ser una catástrofe. “Sabíamos que era un estadio en el que era difícil ganar, tuvimos que pelear hasta el final”, explica. “Después de comenzar ganando por cero a dos hubiera sido muy doloroso irse con un empate”, coinciden tanto el canario como Borja.
Afortunadamente, hubo final feliz. Después de una jugada que pudo terminar en penalti para el Valencia –la propia web del club definió en su crónica el momento como “un penalti de Iñaki Bea sobre Mata que no quiso ver Fernández Borbalán”- y de una parada más digna de Casillas que del portero del Valladolid aquel día, Justo Villar, el trencilla tomó aire y dio por terminado con los tres soplidos de rigor el suplicio blanquivioleta.
“Al terminar el partido la sensación de alivio fue indescriptible”, suspira Bea. “Se podría decir que fue una victoria épica”, sonríe Sesma. Y es que si la sabiduría del pueblo puso en duda aquel día la victoria del Pucela con el ya nombrado dicho de que el segundo asalto suele ser peor que el primero, también dice que bien está lo que bien acaba.
