El Valladolid, a pesar de volverse a casa sin un solo punto, fue capaz al menos de mejorar la imagen de los últimos partidos poniendo intensidad.

El escenario no era el más propicio para levantar el vuelo. Mestalla es un campo difícil para cualquier equipo, y más si llegas tras dos derrotas dolorosas como era el caso del Pucela. La cuestión es que el fútbol, en muchas ocasiones, puede llegar a ser cruel. Muy cruel. Los de Djukic ya lo habían sufrido ante el Levante con el gol en propia de Rukavina en el último segundo, y esta vez tocó con el Jonás tras media hora aguantando con uno menos.
El choque comenzó con los cambios que el entrenador serbio había dejado ver durante toda la semana, con Rueda de mediocentro y Óscar por la izquierda. Solo Dani consiguió mantener su puesto bajo palos respecto a lo que parecía cantado.
Los cambios no parecieron funcionar demasiado bien. El Valladolid comenzó a la deriva hasta que la situación se estabilizó a los treinta minutos.
Solo el poco acierto de Soldado y las buenas intervenciones del propio Dani salvaron a los blanquivioletas de encajar antes un gol que terminaría por marcarse de forma desafortunada Balenziaga en propia puerta.
El descanso hizo mucho bien al equipo, que debió recibir una muy dura reprimenda de Djukic en el vestuario. A pesar del clamoroso error de Sereno para autoexpulsarse y cometer el que probablemente sea el penalti más claro de la época reciente de Mestalla, la lotería del penalti favoreció a un Dani que terminaría un partido genial a nivel individual a pesar de la derrota. El Pucela seguía vivo gracias a él.
Después del gol de Óscar, momento en el que el Valladolid se veía mucho más capaz a pesar de jugar con uno menos, todo parecía mucho más favorable. Solo había que aguantar veinte minutos para escapar con el botín. Fue entonces cuando todos los jugadores, los once, supieron echar el resto. En un ejercicio de intensidad y tranquilidad a partes iguales, se supo llevar el resto del encuentro con la pausa necesaria. Esa misma intensidad y tranquilidad de la que se decía que se había carecido ante Osasuna.
Solo el accidental gol de Jonás –hay que verlo como lo que es, un accidente, tras la metedura de pata del árbitro Hernández Hernández- dio al traste con todo el trabajo de un conjunto que iba a ver recompensado su trabajo con un buen resultado.
Ahora hay que mirar hacia adelante, al menos a los tres próximos partidos ante Getafe, Granada y Sevilla. Sacar al menos cuatro puntos de nueve supondría dejar prácticamente cerrada la permanencia en una Liga en la que parece complicado que haya que llegar a los cuarentaidós para salvar la categoría. Pero para ello habrá que saber jugar tal y como se hizo en Mestalla.

