Jesús A. Zalama habla del pan nuestro de cada verano, de los rumores sobre nuevos y viejos jugadores y de esa costumbre tan de Valladolid de esperar como si fuera otro la llegada de las nuevas camisetas.

Cada verano vuelven las rutinas, y aunque esta sea la época del año destinada a romper ciclos y hábitos en la vida del hombre moderno, este no es capaz de derrocar el salvaje instinto de la naturaleza.
Dicho instinto hace que cada verano mediante un esfuerzo proporcional al realizado durante el resto de los 365 días que componen nuestra agenda, recojamos los frutos de nuestra siembra. Esto es también verano, lejos del monopolio visceral del consumismo playero, que cada vez con más voracidad convierte al hombre en un ser rapaz, preocupado y estresado más por su descanso que por su propio trabajo.
Otro instinto, igual de natural y a la vez inoculado (en mi opinión), invade los pensamientos blanquivioletas del enjambre pucelano en estos días.
El eco del zumbido de una pasada temporada queda tan reciente como quiera el nuevo advenimiento de los hechos confeccionados de un futuro demasiado presente, que se agolpa. En esta ocasión el calendario no da respiro y el presente distorsiona ya el pasado.
Tenemos nuevo entrenador, aunque es probable que sea mayor noticia el que se haya ido nuestro Miroslav Djukic, ya no más nuestro. No porque las noticias sean ya sonadas comprenden un menor grado de importancia. También igual de anunciada ha sido la salida de Balenziaga; parece ser que nada es tan igual como pretendíamos. Radicalmente distinta ha sido la llegada de los tres únicos refuerzos hasta la fecha en lo que a jugadores se refiere.
Casi de la noche a la mañana conocimos la existencia del francés Berdigch y del colombiano ‘Alcatraz’ García y, con el mismo golpe de sorpresa, hemos visto llegar a Diego Mariño. De la noche a la mañana… el mismo tiempo que hemos necesitado para centrar la mente en la próximo temporada.
A la rutina del acomodar pensamientos en lo que depare el futuro hay que sumar muchas otras que en esta época se consuman. Ya hemos presentado camisetas. Quizás el espanto que muchos hemos sufrido al verlas no está causado por nada estético, quizás haya sido provocado por los cuarenta y pico puntos que otro año más tendremos que sumar para permanecer en Primera División. Vértigo, y cercano Mayo nos darán bastante igual si las rayas van hacia abajo o hacia un lado mientras estén sudadas.
Es turno también de renovaciones y, ojalá, de nuevos socios. Las cifras de abonados del Real Valladolid y el Tour de Francia han colmado toda mi vida las horas posteriores a lo comida en lo que respecta al mes de julio. No existe para mí mayor rutina ni mejor manera de aplacar el sofocante calor que nos visita, aunque este año sea contra pronóstico.
Es rutina estival también el oír diez millones de nombres que suenan para el Real Valladolid. Si nunca he dado aprobación alguna a dichas habladurías, ahora con Twitter este tema es absolutamente demencial. Como todos los años, tendremos jugadores transferibles desde el minuto uno hasta cierre de mercado que acabarán quedándose, y otros muchos que estarán a falta de una firma y jamás la estampen. Rutinas, una vez más, como ya la archiconocida de cada verano sobre la posible llegada de “un delantero con mucha calidad proveniente del Madrid que buscaría minutos”. Si me hubieran dado dinero por cada vez que oí algo parecido…
 
			