David Generelo se sirve de un gol de córner directo para desequilibrar la balanza en un partido sin dominador claro entre Elche y Real Valladolid.
El Real Valladolid no pudo con el Elche en el primer amistoso serio de pretemporada. Suena incongruente ligar estos dos términos, pero racional si uno tiene en cuenta que eran los franjiverdes los primeros rivales de la máxima categoría con los que se iban a ver las caras los de Juan Ignacio Martínez. No es que el Huracán Valencia fuera una comparsa, es que el Elche, por fin, se ha convertido en equipo de Primera División, y claro, eso, a la fuerza, debe equilibrar la balanza entre dos conjuntos que son, de por sí, modestos.
Dentro de la suya, los blanquivioletas miman el balón, como soñando con ser grandes. Demuestran, así, que el fútbol del toca y vete no solo está hecho para los ricos, que también se puede ser pobre y tener el gusto afinado y, al contrario, que no por ser humilde uno ha de pecar sí o sí de resultadista. Si es necesario, para el utilitarismo habrá tiempo -ojalá no; sería buen síntoma-. Ahora, con Juan Ignacio, como con Djukic, el Real Valladolid toca y toca.
Toca tanto y en tantos sitios que a veces arriesga, como el miércoles Lázaro ante el Huracán. O como Sastre ante el Elche, a los veinte minutos. Y cuando uno arriesga, a veces, recibe una bofetada en forma de gol, en esta ocasión, anotado por Cristian, que se fue por velocidad en busca de Jaime, al que batió con un zurdazo.
La reacción no se hizo esperar y llegó solo tres minutos después, tras un balón largo de Patrick Ebert, entre líneas, que controló Óscar de buena manera antes de definir de manera inapelable y llevar de nuevo la igualada al marcador. Manucho, al borde del descanso, pudo romperla de nuevo, pero el balón terminó yéndose a córner.
Desde esta esquina del cuadrilátero llegaría el tanto de la victoria ilicitana, nada más reanudarse el encuentro. David Generelo puso un envío cerrado, al segundo palo, que se convirtió en la novatada del debutante Diego Mariño, que nada pudo hacer para evitar el gol. Después se redimiría, eso sí, impidiendo que Coro ampliase la renta en varias ocasiones.
Entretanto, el Pucela siguió jugando a ser él mismo, que, al final, de eso se trata; máxime en pretemporada. Sin embargo, aunque Omar y Ebert pudieron empatar, con el gol se perdió la sensación de superioridad que el equipo había mostrado durante la primera parte, tanto en el cuarto de hora que siguieron en el campo los jugadores que habían salido como titulares -al margen de Jaime, que fue sustituido en el descanso- como con la segunda unidad, que entró progresivamente.
La derrota, por el momento y las circunstancias en que llegó, no es un drama. El equipo sigue haciéndose a los matices de Juan Ignacio mientras los nuevos se acoplan, Heinz Barmettler se prueba y la plantilla no se cierra. La imagen, aunque a mejorar, es buena. Y el margen, aún, amplio. Al siguiente renglón, sin ir más lejos, se llega este mismo domingo, en el partido contra el Almería; misma hora, mismo sitio.