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El adiós de una promesa que no acabó de cumplirse

por Jesús Domínguez
8 de agosto de 2013
en Sin categoría
Foto: El Norte de Castilla

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“Necesitamos regularidad para no sufrir tanto”

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Alberto Bueno vestirá la camiseta del Rayo Vallecano durante las dos próximas temporadas, después de rescindir su contrato con el Real Valladolid.

 

BuenoLlegó en 2009 con la vitola de futura promesa y se marcha en 2013 con la sensación de no haber cumplido; dejando un poso que huele a decepción. Cuatro años después de convertirse en uno de los varios funambulistas puestos al servicio de José Luis Mendilibar, el amante de los gladiadores, Alberto Bueno se vuelve a Madrid sin acabar de explotar, sin terminar de ser aquello que parecía y por lo que el Real Valladolid desembolsó nada menos que tres millones de euros.

Aquel millonario traspaso, como el del angoleño Manucho, acabó por convertirse en losa para un jugador que, estigmas al margen, fue incapaz de convertirse en pieza básica con ninguno de los entrenadores que lo han dirigido en los tres años que ha vestido la blanquivioleta. Es más, con el último, con Miroslav Djukic, tuvo una serie de problemas que lo llevaron a ser apartado del grupo.

Con el balcánico lejos de Valladolid, en los albores de su último año de contrato, podía parecer que estaba ante la ocasión definitiva de consagrarse en la élite con el club que apostó por él cuando apenas había contado con veinte minutos en Primera, pero no será así. Será, en el Rayo Vallecano, a las órdenes de Paco Jémez, donde deberá buscar su confirmación.

 

BuenoGrises inicios

Desde su llegada a la disciplina del Valladolid, en la temporada 2009/10, Alberto Bueno ha dispuesto de un buen puñado de ocasiones para afianzar su fútbol, sin demasiado éxito, fuera quien fuese su técnico. Desde el primer momento se hizo con un hueco en la rotación, pero la irregularidad que mostró en su fútbol le ha impedido convertirse jamás en insustituible.

En su primera campaña, a las órdenes de José Luis Mendilibar, tardó un tiempo en abrirse paso. No debutó hasta la quinta jornada, en la derrota por tres a cero ante el Mallorca, en la que disputó la mitad del encuentro entrando como refresco en sustitución de Sisi. Como titular, mientras tanto, no aparecería hasta la décima fecha, en el empate a cero cosechado ante el Xerez en el Nuevo José Zorrilla.

Como estuvo lejos de brillar, el de Zaldibar, implacable, lo condenó al ostracismo del que salió después de que él se fuera. Con Onésimo alternó titularidad y suplencia, un rol que volvió a cambiar con Javier Clemente quien, como su primer técnico en Pucela, más amante de la fuerza que del ilusionismo, apenas contó con él. En total fueron 883 los minutos de que dispuso, repartidos en veinte partidos.

Solo fue titular en siete ocasiones y fue incapaz de completar más que tres encuentros. Y marcó un único tanto, lo que, todo unido, hizo que la afición considerase el costoso pase como un fracaso, máxime cuando el equipo dio con sus huesos en Segunda… donde el madrileño, por tipo de juego y salario, no tendría sitio, de manera que fue cedido al Derby County, donde jugó veintinueve partidos y marcó cinco goles.

 

Djukic y Bueno, amor y odio

Imago ImagenDespués del fracaso que supuso el intento de volver a Primera División al año siguiente de descender, con el invento fallido de Antonio Gómez y Abel Resino ocupando el banquillo en el final de temporada, cuando todo el mundo esperaba un boquerón, un serbio se cruzó en el camino del Pucela y de Bueno.

Miroslav Djukic pidió a la dirección del club que hiciera un esfuerzo por que el madrileño se quedase, traducido en la solicitud de la entidad al propio jugador de que la apuesta fuera recíproca. Y así se hizo, aunque posteriormente su representante cambió de opinión e hizo torcer el morro a la directiva, hecho que empezó a enturbiar las relaciones entre las partes. Pero, volvamos a lo deportivo: Djukic apostó por él… hasta que se cerró el mercado y, con ello, la posibilidad de que Javi Guerra se fuese.

De nada sirvieron los cuatro goles anotados en las dos primeras jornadas. En cuanto el ariete malacitano estuvo en disposición de ser el delantero titular, Bueno abandonó primero la punta del ataque y, más tarde, el once inicial. Con todo, no se puede decir que su papel fuera residual, puesto que disputó 34 partidos, la mitad de ellos como titular. Pero el caso es que, por uno u otro motivo, el feeling cambió.

Varias permutas a destiempo y diferentes desplantes crisparon el ambiente e hicieron que la atmósfera pasara a estar tan cargada que en ella flotaba una idea: en verano, uno de los dos saldría. En caso de ser Djukic, a Bueno le quedaría una bala. Si el balcánico apostaba por el Valladolid, el madrileño debería buscarse la vida. Y ocurrió esto último, aunque solo a medias.

Después de devolver al equipo a la máxima categoría, cuando no era el objetivo marcado al inicio de curso y el proyecto, se decía, era a tres años, a Miroslav Djukic se le otorgó un amplio poder de decisión. Y, en comunión con la dirección deportiva, después de los problemas tenidos con Alberto Bueno la campaña anterior, el técnico decidió que el mediapunta, como Manucho, debía irse.

Como Jorge Alonso, Quique, Razak y Marquitos, comenzaron la pretemporada apartados. Como buenamente pudieron, jugadores y club fueron buscando una solución que, en el caso de Bueno, no convenció. El argumento, claro, es que no quería dejar la ciudad, habida cuenta de que su familia -por fin- estaba a gusto en ella. El Brujas fue quien pujó con más fuerza, pero ni saberse fuera lo empujó a marcharse.

Djukic - BuenoCerrado el mercado, Djukic se vio obligado a dar marcha atrás y quedarse con Manucho y con el madrileño, a los que volvió a implicar en la dinámica del grupo hasta el punto de que Bueno terminó contando con minutos en 33 encuentros ligueros, en los que anotó cinco goles. Pero, de nuevo, la tónica general fue la irregularidad, en parte porque no acabó de cuajar y en parte porque no encontró una continuidad.

 

La mejor salida

Cuatro años después de convertirse en jugador del Real Valladolid, alcanzada la madurez, podía presagiarse que el último año de contrato, el que le quedaba, podía ser, por fin, el de Alberto Bueno. Pero ni siquiera después de la salida de Miroslav Djukic esa percepción, dentro del club, era plena; no tanto porque no se confiase en él como porque su salario seguía pesando.

Y hete aquí que llegó JIM. Y la posibilidad de que las ilusiones se renovasen se quedó durmiendo el sueño de los justos, puesto que Óscar González seguirá siendo el eje del fútbol blanquivioleta y el perfil que se busca en los costados es distinto a lo que Bueno podía ofrecer. Y como su papel, de nuevo, iba a ser secundario y la dirección deportiva quiere seguir apuntalando el equipo, se le ofreció la posibilidad de salir.

Al contrario que hace un año, el mediapunta ha aceptado que su ciclo en Valladolid ha terminado, acordando rescindir el contrato que le unía a la entidad de la ribera del Pisuerga hasta junio de 2014 para poder volver a casa, a Madrid, donde jugará las dos próximas temporadas vestido con la camiseta del Rayo Vallecano. Todo ello después de volver a rechazar a un equipo foráneo, esta vez inglés.

Con todo, la salida prematura de la entidad puede considerarse lo mejor para todas las partes. Él podrá luchar por disfrutar de más minutos y de más calidad de los que iba a tener en Pucela y, con la masa salarial que dejará de pagarle, el Real Valladolid podrá buscar el anhelado mediocentro con el que continuar perfilando un plantel del que Alberto Bueno se pudo despedir sobre el césped ‘gracias’ a las molestias de Omar, pues no estaba previsto que se vistiera de corto en Cerdeña.

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