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Con grandes triunfos se hace la historia

por Jesús Moreno
3 de octubre de 2013
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Jesús Moreno invita a abandonar el derrotismo y abrazar la ambición en los albores del partido que enfrentará al Real Valladolid con el Fútbol Club Barcelona en el Camp Nou.

 

MufasaSi algo me dejó un poso amargo el año pasado fueron las visitas que el Real Valladolid hizo a los campos del Fútbol Club Barcelona y del Real Madrid. De aquellos partidos siempre tendré en la memoria que el Pucela no salió a competir como lo había hecho otras veces, quizá porque la temporada se había hecho larga para una plantilla corta de efectivos, o quizá porque afortunadamente el único objetivo por el que se había decidido luchar ya se había conseguido virtualmente días atrás, o quizá por una mezcla de ambas circunstancias. Así que en aquellos partidos ni unos ni otros decidieron dar brillo a la victoria o heroicidad a la derrota y se dedicaron a hacer de los partidos meros trámites funcionariales sin salirse excesivamente del guión establecido.

El fútbol, sin embargo, siempre ofrece revanchas con las que saldar históricas afrentas deportivas o, en nuestro caso, con las que conseguir grandes triunfos que hagan historia. No sería presentable que un equipo al que se le llena la boca, no sin razón, con el calificativo de histórico y que se encuentra solo un peldaño por debajo de la grandeza que lucen otros, se plantase en el césped del Camp Nou sin sus mejores armas y sin sus mejores argumentos solo por preservar jugadores de esa plaga de lesiones que nos azota como la carcoma a la madera vieja, y dispuesto a dejarse zarandear oponiendo la misma resistencia que la hoja de un árbol en el remolino de un río.

No es momento para echar la vista arriba y deslumbrarnos con la inmensidad del estadio, sino de fijar la mirada en el frente y caminar hacia él. Más aún cuando la baja de Messi –cuyo nombre provoca el mismo tembleque en el rival que el de Mufasa en los enemigos del Rey León, y que es capaz de ganar partidos con su sola presencia igual que El Cid ganaba batallas con su sola silueta a lomos de un caballo- hace que el rival pierda al genio de la lámpara capaz de decantar partidos para un equipo en pleno mestizaje entre el futbol combinativo y el directo, lo que le está llevando demasiadas veces en demasiado poco tiempo a preguntarse quién es, de dónde viene y a dónde va.

Este mar de dudas le deja a medio camino entre seguir siendo torero o transformarse en toro, que diría Menotti, y que el Real Valladolid debe intentar aprovechar con su estilo, sus bazas y una pequeña dosis de fortuna que, como venía a decir Napoleón, es más importante que tener talento. Olvidándose de la actuación arbitral –cooperador necesario que siempre aparece tras una hipotética derrota- que tape los fallos que el equipo pueda cometer en el césped. Que, como todo el mundo sabe, se empieza buscando un enemigo externo al que culpar de nuestros propios errores y se termina haciendo una cadena humana alrededor del José Zorrilla.

Barcelona es un lugar tan propicio como otro cualquiera para conseguir la primera victoria fuera de casa. Plantarse en el epicentro mundial del fútbol confiados, concentrados, aguerridos y seguros, con la gloria tan cercana que, como decía Aquiles, solo tienen que cogerla, sin nocturnidad ni alevosía, a la vista de todo el planeta que ese día se fijará en el Camp Nou y que situará al Real Valladolid, de nuevo, en el mapa futbolístico que nunca debió de abandonar.

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