María Guzmán habla de tres de los héroes del ascenso, tres protagonistas que ya lo fueron en la anterior subida a los cielos: Álvaro Rubio, Sisi y Javier Baraja.

Veintidós de abril de 2007. Estadio Heliodoro Rodríguez López, en Tenerife. Jornada número treinta y cuatro de la segunda división. El Valladolid de los récords consigue su último -ya penúltimo- ascenso a la máxima categoría del fútbol español.
Aquel equipo cerraría la campaña como campeón con ochenta y ocho puntos, números superados este año por el Deportivo de La Coruña. Alberto López, guardameta vallisoletano, logra el Trofeo Zamora.
Entonces el ascenso lo consuman el propio Alberto; Pedro López, Iñaki Bea, Baraja, Gonzalo Vicente; Sisi, Iván Hernández, Álvaro Rubio, Capdevila; Víctor y Llorente.
Cinco años después, Javier Baraja, Álvaro Rubio y Sisinio González han vuelto a coger el ascensor vestidos de blanco impoluto y de un morado apasionado, aunque sus cursos tienen poco o nada que ver con aquella temporada en que Mendilibar reinó en segunda.
El vallisoletano, que en aquel encuentro compartió zaga con Iñaki Bea, se ha enfundado de forma definitiva el brazalete de capitán y ha dejado ese puesto en la defensa por el centro del campo, una zona donde se asentó con Clemente pero para la cual lo descubrió José Luis Mendilibar.
Desde entonces se ha hablado de él como un jugador que no cuenta o cuenta poco y que comienza como suplente, aunque termina las campañas como titular. No ha sido así en esta ocasión, ya que apenas ha sumado quinientos minutos, pero es probable que haya aportado tanto o más al equipo en la sombra, ejerciendo de gran capitán.
Álvaro Rubio, por su parte, quizá haya realizado su mejor temporada desde que viste la blanquivioleta. Comenzó como titular, desapareció del once y volvió por sendas ausencias de Mehdi Nafti y Víctor Pérez, a quien acompañó en el tramo final de la temporada para ser uno de los artífices del mejor juego desplegado por el equipo en toda la competición regular.
Siempre en silencio, ha aportado también veteranía y una actitud positiva, como el pequeño Sisi, jugador indispensable para Miroslav Djukic a lo largo de todo el año. El albaceteño ha jugado en su puesto natural, en el perfil contrario al que le es más conocido y en el lateral derecho, posición donde resultó un gran descubrimiento.
A pesar de sus problemas físicos, que terminarán llevándole sí o sí a la camilla de un quirófano, decidió dejar a un lado la posibilidad de operarse para ayudar al Real Valladolid a subir a primera división en el verde, aun cuando hace tiempo se ha hecho pública su salida a Osasuna.
No le ha importado caer mil veces; ya que se ha levantado mil y una. Su estatura va en consonancia con su enorme profesionalidad y compromiso, cuestiones por las que se ha caracterizado el grupo en general, pero que conviene reseñar en tres héroes que vuelven a coger el ascensor hacia la gloria.
A su salida, Rubio seguirá siendo el silencio. Baraja, la coherencia. La hiperactividad de Sisi le llevará a salir de Valladolid, siempre por la puerta grande. Una puerta que se abre a tres repetidores en el cielo que vuelven a disfrutar de un éxito más que merecido.
