El choque entre Granada y Real Valladolid enfrentaba a los dos únicos equipos que no habían encajado goles nacidos en la pizarra. Ahora solo uno mantiene dicho honor.

El partido que tuvo lugar en Los Cármenes entre Granada y Real Valladolid el pasado viernes tenía un toque que hacía algo particular el enfrentamiento. Pese a que los dos se encontraban más bien en la parte baja de la tabla –obvia decir que sobre todo el segundo-, ninguno, después de dieciocho jornadas de Liga, había encajado ni un solo gol de estrategia tras verse las caras con los otros dieciocho equipos restantes.
Pues bien, a día de hoy el único conjunto que mantiene dicha distinción, completada la primera vuelta, es el granadino. Si algo había hecho bien el Pucela todos estos partidos, era defender al menos con contundencia –y con esa suerte necesaria- los diferentes córners y faltas que siempre son un quebradero de cabeza para todo entrenador.
La racha para el Pucela se acabó pasados veinte minutos, cuando Mariño midió mal a la salida de un córner y Recio aprovechó la ocasión. Ahí moría uno de los pocos detalles positivos que mantenían los blanquivioletas en Liga. Pero lo peor estaba por llegar. Puestos a mandar por el desagüe semejante privilegio, ya con 3-0 en el marcador, Mainz le ganó el salto en otro saque de esquina a Rueda y su cabezazo se convirtió en una asistencia para El Arabi. Lo dicho, todo por el retrete en dos acciones.
No dejaba de ser una estadística llamativa. En primer lugar, porque si bien el Pucela comenzó la Liga como una moto en cuanto a marcar goles de estrategia –en la mente algunos goles como el de Valiente al Getafe, los dos de Guerra y Osorio al Málaga o el del andaluz en el Camp Nou-, hace bastantes jornadas que los de Juan Ignacio Martínez andaban más bien cojos en ese aspecto.
Y en segundo, porque los blanquivioletas llevaban veintinueve tantos en contra, lo cual convierte en un auténtico milagro no encajar ninguno en cuanto a pizarra se refiere. Ni siquiera Barcelona y Atlético de Madrid, con doce y once goles respectivamente, se libraban de haber recibido alguno de esta manera.
Así las cosas, el Valladolid se encargó de dilapidar en Los Cármenes uno de los pocos detalles positivos que le distinguían del resto de equipos de Primera división, y es que parece que a los de Juan Ignacio Martínez ya les quedan pocas cosas de las que presumir últimamente.
