Víctor Pérez, a pesar de estar ya recuperado de sus lesiones, no termina de encontrar su mejor estado de forma

Pocos días antes de la noche del día cinco de enero, ese día mágico y especial por todo lo que significa y conlleva, salió publicada en esta web una carta a los Reyes Magos con todos los deseos y peticiones para sus Majestades de Oriente. Entre ellas se encontraba que los jugadores del Real Valladolid no tuvieran más lesiones y que el equipo pudiera recuperar a aquellos que lo estaban.
Por esas fechas, Víctor Pérez ya había vuelto con el equipo tras una larga temporada como inquilino de la enfermería blanquivioleta, para su desgracia, y para la de los aficionados. El manchego regresó al césped de un terreno de juego el diecinueve de diciembre. En Copa del Rey, ante el Rayo Vallecano, pudo disfrutar de los primeros minutos con la camiseta del Real Valladolid esta temporada.
Como era normal, ese primer contacto con el verde resultó más bien insípido. Víctor Pérez había vuelto pero todavía no estaba. La afición le esperaba con ansía. Entendía que era algo que iba a ser paulatino, porque no puedes pasar del negro al blanco de un día para otro. Todo lleva su proceso. Y la vuelta, tras una serie de lesiones que lo tenían apartado del grupo desde el veinticuatro de julio, más aún.
Sí, desde el veinticuatro de julio. Casi cinco meses de calvario. Primero por unos problemas musculares y posteriormente por una fisura en el peroné que lo obligó a pasar por el quirófano. Segunda vez que lo hacía en ese 2013 maldito para él. Y es que, como todos ustedes recordarán, Víctor Pérez se rompió el peroné el día cinco de enero de 2013 y estuvo cuatro meses en el dique seco. Entre unas cosas y otras, el centrocampista pasó el año con más pena que gloria.
Pero con 2014 se presentaba una nueva oportunidad. Una ocasión inmejorable para poder dar carpetazo a todo lo malo. Su mejor regalo de Reyes, y a la vez el de toda una afición, sería volver a ver al medio en su mejor versión, esa de 2012, cuando se convirtió en el compañero perfecto de Álvaro Rubio e integró la columna vertebral del Real Valladolid del ascenso, junto al riojano, Marc Valiente, Rueda, Óscar o Guerra.
Poco a poco, el número de minutos que ha jugado ha ido aumentando. Ya acumula 479 minutos repartidos en nueve partidos, de los cuales seis ha sido titular (en tres de ellos ha sido sustituido), pero parece que Juan Ignacio Martínez y el propio jugador no dan con la tecla correcta. Parece todavía que el OK definitivo no termina por llegar.
Bien porque la situación del equipo no es la mejor para volver a ser el líder silencioso del grupo en el césped o porque físicamente no se acaba de encontrar del todo bien. O porque, por mucho trabajo de gimnasio y recuperación que haya hecho, no ha podido hacer la pretemporada como el resto de sus compañeros. O simplemente porque no está jugando en su sitio.
Desde que llegó a este Real Valladolid, Víctor Pérez ha sido el acompañante ideal para Álvaro Rubio. Los dos juntitos, en el centro, él, más adelantado que el riojano. Ambos complementarios. Los dos necesarios. Pero este año no ha sido así. Cuando se quiso reincorporar al grupo, Fausto Rossi le había quitado el puesto. Y Juan Ignacio Martínez se ha visto obligado a ponerlo, por diversas circunstancias, en posiciones que no son la suya.
El manchego ha jugado tanto por banda como en la mediapunta, algo que no acaba de dar los frutos esperados. A todo esto se suma el factor clave, el estado psicológico. Nadie está en la cabeza del jugador para saber cómo y qué siente, pero el calvario que ha sufrido lesionado y de saber todo lo que ha sido y ahora no es, tiene que pesar en la mente del futbolista.
¿Y ahora qué? Ahora solo queda esperar. Que pase el tiempo, poco a poco y que Víctor Pérez regrese a su versión 2012. A la que, en la sombra, propiciaba la buena marcha del equipo junto al resto de sus compañeros. El aspecto físico es cuestión de minutos de entrenamientos y de partidos (en la posición correcta). El otro, el mental si es que hubiere algún tipo de problema… eso ya es harina de otro costal.
