El técnico se autoinculpa como el mayor responsable del descenso y, casi sin querer, deja entrever que su futuro está lejos del Real Valladolid

Juan Ignacio Martínez es un hombre abatido. No podría ser de otra manera, pues certificó ante el Granada su primer descenso como técnico a Segunda División. Creyó hasta el final, pero fue incapaz de hacer que sus jugadores compartiesen fe en todo momento. Lo hicieron algunos y a ratos, nunca todos ni siempre, cuestión de la que se derivan principalmente los malos resultados fuera, pero también que costase tanto sacar adelante varios partidos en casa.
Con este escenario se llegó a la última jornada, en la que el Real Valladolid ni siquiera pudo despedirse de la Primera División con un triunfo. Tampoco habría servido de nada, salvo para descender al Granada. Al final, el compañero de viaje será Osasuna, que sí hizo los deberes, pero que, como mal estudiante que fue, de poco le valió aplicarse al final.
Juan Ignacio comparó la situación vivida en el vestuario al final del partido con la de “un entierro”, por el “silencio sepulcral” que había. Se definió como “el mayor culpable”, en calidad de “máximo responsable”, aunque no quiso ahondar en exceso en pormenores, pues, reconoció, se encontraba también “abatido”.
El entrenador alicantino fue esquivo a la hora de valorar el descenso como trabajo cuando le preguntaron por ello, aunque dijo más de manera inconsciente, traicionado por las emociones, que tratando de buscar la reflexión con la que suele manifestarse ante los medios. “Cuando uno fracasa, como se suele decir, quiere que le trague la tierra. El descenso nos repercute a todos. A partir de ahí, tenemos que aceptar las críticas”, dijo, si bien considera que “la autocrítica debe ir más allá de estos momentos”.
Regateó a la pregunta sobre el fracaso y luego cayó, sin querer. E hizo lo mismo a la hora de hablar de su futuro. Primero reconoció que jugadores, dirección deportiva y cuerpo técnico se han citado para “hablar” y “valorar las circunstancias”. Luego, quizá de manera inconsciente –como más tarde haría en ‘El Larguero’ de la Cadena SER— pronunció un “me voy” que sonó a adiós, antes de explicar que lo hace “con la cabeza muy alta”.
En sala de prensa, nada más terminar el partido ante el Granada, admitió que “cualquier adversidad” como la de un descenso “es una mancha muy grande para cualquier profesional”, ya que puede conllevar el quedarse sin trabajo”, algo que a priori sucederá, debido a que, pese a sus esfuerzos, en ningún momento se acabó de hacer a la institución y existe una cláusula de salida en su contrato que permite su rescisión.
